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Capítulo 24

John cerró su teléfono móvil de un golpe. Ante sus ojos sólo latía una rabia caliente y rojiza.

El cabrón tenía a Tess.

Miró una vez más las instrucciones que Bobby MacIntosh había escrito, aunque ya las tuviera memorizadas. MacIntosh se había puesto en contacto con Roger Collins para negociar el intercambio -Rowan por Tess- y el FBI planeaba una operación de asalto. John temía que Tess quedara atrapada bajo fuego cruzado.

– John, ¿qué ha pasado? -inquirió Rowan, con una voz que delataba sus nervios.

– Tiene a Tess.

Rowan palideció violentamente y se dejó caer en el sofá.

– ¿Cómo?

– Le disparó a su guardaespaldas, un antiguo compañero del Comando Delta, ¡y la secuestró de su maldito piso! -John intentaba templar su ira. No le haría ningún bien a Tess si perdía la calma-. Phil se pondrá bien. La bala no dio en las arterias importantes, y tuvo una salida limpia. Todo indica que a Tess le disparó con un sedante y se la llevó del piso, entre las tres y las tres y diez. Apagó la luz de todo el edificio para inutilizar el sistema de alarmas. Disparó a Phil a través de una ventana con un silenciador, entró y se llevó a mi hermana.

Rowan se quedó boquiabierta, durante el relato de John, que desgranó con serenidad profesional. Era lo que tenía que hacer. De otra manera, desconectaría.

John respiró hondo pero su voz siguió siendo tranquila.

– Llamó a Collins diciendo que quiere canjearte por Tess. -Sonaba muy equilibrado, aunque en su interior aullaba de rabia.

Primero, Michael. Ahora Tess. John cerró los ojos con fuerza y se cogió el puente de la nariz. No, no, no. Tess, no. En esos momentos aún estaba viva. Los rehenes muertos no valían un cuesco. Tenía que asegurarse de que siguiera viva.

Rowan se incorporó de un salto. Tenía la pistola en la mano y comprobó su mecanismo.

– De acuerdo, ¿cuál es el plan? ¿Quién me va a cubrir, tú…?

– Un momento. Tú no vas a ninguna parte.

Ella lo miró y parpadeó.

– ¿Qué?

– Te quedarás aquí y no te moverás. Collins ha llamado a un agente. Estará aquí en menos de una hora, y luego voy a…

– ¿Piensas dejarme aquí?

– ¡No voy a poner tu vida en peligro también! Es a ti a quien quiere. No puedes ni acercarte a la trampa.

– En una cosa tienes razón. Es a mí a quien quiere. Nadie podrá engañarlo. No lo engañaron con el primer señuelo. ¿Qué te hace pensar que lo engañará el segundo?

– No sabemos qué ha visto él en la mujer señuelo. Puede que haya planeado esto desde el principio para que salgas y te muestres. Quiere llegar a ti a través de mí…, a través de mi hermana. No lo dejaré. Puedo salvar a Tess.

Mientras lo decía, John sintió que un miedo gélido le recorría la espalda. Bobby MacIntosh había matado a Michael a sangre fría y John no dudaba de que mataría a Tess en cuanto expirara su vida útil.

– Nuestro primer objetivo es rescatar a Tess. -Si todavía está viva. John apartó cualquier idea de su cabeza que le dijera que Tess ya había muerto-. Las órdenes son disparar en cuanto tengan el blanco al alcance.

Rowan sacudió la cabeza.

– Tengo que estar cuando eso ocurra -dijo, con voz firme.

– ¡Y una mierda que tienes que estar! -John se fue hasta ella y la cogió por los brazos-. ¡No pienso perderte a ti también! Te matará en cuanto te vea. Y luego se cargará a todos los demás. Cuando hayas desaparecido, Tess ya no le será de ningún valor. Ahora mismo está viva porque es moneda de cambio.

– Déjame que me intercambie por ella -dijo Rowan, apretando los dientes, decidida-. Soy una agente entrenada. Puedo protegerme.

John rió con una risa seca, sin humor.

– No pienso sacrificarte por Tess. O a Tess por ti. Voy a sacar a mi hermana viva de ahí y luego mataré a ese cabrón por haberle puesto las manos encima.

– Él lo sabrá. Canjearme es la única posibilidad que tenemos de que todos salgan vivos de esto.

– ¡Todos excepto tú!

– Estoy preparada…

– ¿Qué? ¿Estás preparada para morir? ¡Basta, Rowan! No tienes que sacrificarte por nadie. Habrá más de una docena de agentes, entrenados igual o mejor que tú, vigilando para que nadie resulte herido. ¡A veces tienes que reconocer que hay gente tan capaz como tú para hacer este maldito trabajo!

No era su intención gritarle, pero estaba tan tenso y preocupado por Tess que no podía pensar con claridad.

Rowan frunció el ceño y se apartó de él.

– Estás equivocado. En esto, te equivocas.

– No tienes alternativa. -John se esforzaba por controlar su miedo. Los que tienen miedo cometen errores. Él no podía permitirse ni el más mínimo error. No cuando estaban en peligro las mujeres que amaba.

Tess y Rowan.

– Rowan -dijo, con voz más serena-. Por favor, no me obligues a preocuparme por ti. No podría soportarlo si algo te ocurriera.

Ella lo miró un rato largo antes de responderle.

– ¿Y cómo crees que me sentiré yo si Bobby acaba matándote? ¿O matando a Tess?

Alguien llamó a la puerta y los dos empuñaron sus armas. John le lanzó una mirada de ira y Rowan fue hacia el interior de la cocina. John dio unos golpes.

Tac, tac. Pausa. Tac. Pausa. Tac, tac, tac.

John abrió la puerta.

– ¿Flynn? -preguntó el hombre grande y robusto que lo miraba. Tenía una voz profunda y grave.

– Sí.

– Soy Reggie Jackman. Me ha mandado Collins.

John abrió la puerta del todo y dejó entrar a Jackman mientras volvía a enfundar el arma. Jackman era un tipo robusto y grande cuyo aspecto daba a entender que podía romperle el cuello a cualquiera sin demasiado esfuerzo. Le tendió la mano y John se la estrechó.

– Gracias por venir en tan poco tiempo.

– Ningún problema.

John miró a Rowan. Detestaba tener que hacerlo, pero no le quedaba alternativa.

– La señorita Smith no está demasiado contenta por no participar en el operativo. Yo que usted la vigilaría de cerca.

Rowan abrió los ojos con estupor y luego frunció el ceño. John ya se esperaba que estuviera cabreada. Pero no se había imaginado que se sentiría tan traicionada.

Pero no había alternativas. Ahí en Cambria estaba a salvo. En Los Ángeles no serviría de nada. Tenía que rescatar a su hermana pero no podía mantener un ojo vigilante sobre Rowan al mismo tiempo.

Sin decir palabra, Rowan salió de la sala y cerró suavemente la puerta a sus espaldas. Parecía una decisión definitiva.

Perdóname, Rowan. Todo es por tu bien.

– Ya puede contar conmigo -dijo Reggie, asintiendo. A mí no se me puede burlar fácilmente, señor Flynn.

John guardó sus armas y al cabo de diez minutos estaba preparado para partir. Iba a salir pero se detuvo.

Dejó su bolsa y fue hasta la habitación de Rowan. No llamó, sino que entró sin más. Rowan estaba sentada en una silla en un rincón, con el portátil sobre la mesilla de noche, que había acercado y ahora usaba como escritorio improvisado. Sin embargo, la pantalla estaba en blanco.

Cuando lo miró, John vio los esfuerzos que hacía para controlar sus emociones. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero aún sin derramar.

Él la apartó de la silla y la besó con fuerza, sosteniéndole la cabeza en las manos. No quería separarse de ella, pero tenía que hacerlo. Esperaba que ella entendiera. Y que lo perdonara.

La miró a los ojos.

– Te amo, Rowan. Volveré. Te lo prometo.

Antes de que ella pudiera contestar, John dio media vuelta y salió de la habitación.

Rowan se hundió en la silla y se llevó la mano a los labios. Todavía sentía su beso y oía su voz.

Te amo, Rowan.

Respiró hondo, y una punzada en el pecho le arrancó un sollozo. Yo también te amo.

Todas las personas que ella amaba acababan muertas.

Cerró los ojos y dejó que las lágrimas cayeran. Estaba atrapada. Y sola. Enterrada en un lugar perdido con un guardaespaldas que no conocía y que no la entendía. John se había ido a luchar las batallas que le correspondían a ella, a rescatar a su hermana, rehén de su perverso y retorcido hermano.

No dejaría que murieran.

No importaba lo que pensara John. En las últimas dos semanas, Rowan había aprendido muchas cosas acerca de su hermano. Y tenía sus recuerdos. A Bobby no lo engañarían con un señuelo. Querría una prueba. ¡Seguro que Quinn y Roger lo sabían!

Quizá creían que podrían reducirlo por la vía de la negociación. O encontrar una oportunidad para un disparo certero. En la mayoría de las ocasiones, esas dos acciones tendrían éxito. Pero Bobby había planeado esto durante años. Había estado en prisión, y seguro que tendría estratagemas que ellos no podían prever. Tess era su rehén, y no renunciaría a ella.

Roger entendería eso. Tirarían a matar.

A Rowan no dejaba de inquietarle todo aquello. Algo estaba fuera de lugar. Bobby no se metería en una situación de ese tipo sin tener total seguridad de que podía salirse con la suya. Y con Rowan.

No la mataría desde lejos. No, él quería jugar con ella. Torturarla. Demostrarle quién era el que mandaba, quién había ganado, quién iba a matarla. Si anoche hubiera estado en su casa de la playa, Bobby no habría secuestrado a Tess. Lo habría intentado con ella. El trance ya habría pasado para ella. O acabaría de comenzar.

Cerró el portátil de un golpe. ¡Maldita sea! ¡Debería haber estado en la casa de la playa!

Ya no le temía. Personalmente, no. Pero temía lo que Bobby haría si ella no se presentaba al intercambio. No quería más cadáveres sobre su conciencia.

John había escrito las direcciones en una libreta junto al teléfono. Se había llevado sólo la hoja de arriba. A ella todavía le quedaba un as en la manga, y se propuso usarlo. Y, además, le dijo a Reggie Jackman que me vigilara.

Se incorporó y echó mano de su bolso. Buscó en su neceser y encontró el frasco de píldoras para dormir que un médico le había recetado hacía años. Rara vez las tomaba porque temía que un sueño demasiado profundo le impidiera sustraerse a las pesadillas que la acosaban. Pero se había convertido en una costumbre llevarlas consigo, un recordatorio de su debilidad.

Cerró la puerta silenciosamente. Con su cuchillo, molió las píldoras hasta conseguir un polvillo.

No quería hacerle daño al pobre Reggie Jackman. Era un tipo fornido. Cuatro píldoras deberían dejarlo fuera de combate.