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¡Claro, con sus zarpas él puede abrirle el culo con rapidez y comodidad! Es de su propiedad, como Dios de la nuestra. Sus músculos crujen como un zapato viejo, en menos de cinco minutos su viga giratoria volverá a estar cerrada. El acceso ha de mantenerse siempre libre, porque al fin y al cabo este hombre no soporta la vida en solitario, también otros tienen que soportarlo todos los días. Con su cuerpo la mujer sirve al hombre la mayor parte del tiempo, pero pronto el Sol parece volver a brillar. ¡Esta gente debe desaparecer allá donde el campesino ha dejado abierto el surco! Los he dejado saciados y los vuelvo a encontrar saciados, y ninguna luz les ilustra sobre el porqué. Así, se consumen por sus mujeres y por los consejos de los poderosos, los comités de empresa, que hoy se han vuelto muy abundantes, pero del todo impotentes. A veces, apenas se mira, se ha rematado a un nuevo trabajador especializado, y se le puede poner en salazón en el taller. Su campo es limitado hasta su fin. Pocas mujeres se sientan para el desayuno, que les sirve una camarera, enfrente del hombre, las gafas de sol sobre los ojos dibujados. Han ocupado exactamente un asiento. Por la noche, han sido agitadas como los caballos celestiales en los que los niños aprenden a cabalgar. ¡Y siguen sentadas aún más firmes en la silla! Este hombre se toma casi tantas libertades como nuestro Presidente, y casi tanto pesa sobre nuestros hombros, hombros de caminantes que osamos alzar la mano y sólo llegamos a coger nuestro abrigo del perchero. Él dice que Mozart era un compositor maravilloso. Y a él también le gusta tocar, pero más pequeño, si se le compara con su marco. Aún queda un sitito para los hobbies. En los festivales de Salzburgo podrá someterse a una prueba de resistencia. El padre concuerda consigo mismo. Haciendo alegres gestos, taladra de un golpe el esfínter de su mujer, que -al fin y al cabo ya no es libre- reprime el grito que tira de su correa. En fin, la letra con sangre entra.

El director se cuelga de su agua fresca, y después, ¡fuera, de las tinieblas al sol! Es decir, que en todos los aspectos él vive bien consigo mismo. ¡Hazlo callar! Se puede vivir en una casa como la nieve en la pradera, obviamente, pero también se pueden mantener los miembros ocupados en su cadenita, hasta que resuena. Hay muchas mujeres, pero el hombre es único. Pende sobre los cuartos traseros de la mujer y le susurra del erotismo que el burdel podría regalarle, pero él invierte en ELLA. Erotismo… esa palabra se dice así por una Erika, no por una Gerti. Esto da un sentido a esta hora solemne. El hombre tiene que contar con la bestia que hay dentro de sí, y ¿cuál es el resultado? Una conversación con el mundo y sus representantes de maquinaria recién engrasados, en un atrio en el que esperan hasta que las mujeres vienen en su ayuda con sus lóbregos agujeros golpeados por el granizo. La obra de la vida de más de uno será completamente olvidada por la tierra. Pero el hombre encuentra su eyaculación, fiable, debajo de sí, y se revuelca en esa certidumbre: su hijo vivirá después de él, y seguirá fastidiando a otras personas en su ciudad. Cerremos los ojos ante ello. ¿Quién lo asola todo y sin embargo quiere volver a empezar siempre desde cero? Cierto. Él compra al niño ropa nueva, y la madre, limitada como es la Naturaleza, tiene que lavarla. Se lo enseñan en la televisión. Esta madre toca el piano mientras sus pedales la soportan.

El director ya ha jodido bastante en los tubos de su mujer, ahora mira ante sí, se observa y hurga, amable desconocido que se inclina sobre un motor que ya no quiere funcionar, en su animal doméstico. El hogar no está donde antes ha estado ya otro. La mujer es para el hombre una constante invariable (invariablemente a la moda), porque ella tiene los pies en el suelo, mientras él apunta directamente al corazón y escribe como hobby programas de ordenador ante los que otros se quedan sencillamente mudos. La luz brilla en el campo, y mañana Gerti seguirá allí, sin duda. Ningún otro hombre debe detenerse a su lado y codiciarla cuando ella se aburre. Ahora el director dispara desde su ángulo muerto. Avanza el trabajo en su sitio, igual que el arroyo corre por el valle. ¡Le gustaría detener este fórmula I, y no obstante moverlo inquieto en la línea de salida! Y alrededor esta misma noche nunca limpia de sí mismos a los miserables, al contrario, hace frío para ellos, y tienen que hacerse calentar por las vulvas de sus mujeres. Mañana no quieren llegar demasiado tarde allá donde no son deseados, pero sí esperados por nuestro bien más preciado, la fábrica. Se les baja de las nubes. Muchos tienen que aserrar las ramas de sus árboles frutales rotas por la helada. El director escupe al oído de su mujer espantosas bolas de mierda. Ella podría ser olvidada, sin más, como una mochila llena de pan rancio, que elija. ¡En cualquier momento! Vivirá, y bien, mientras no haya escasez bajo sus bragas. Mientras esté despejado de nieve y esparcido de sal por lo menos un camino hacia ellas; por el que el hombre pueda volver cuando ya no le guste estar allí. El balón tiene que entrar a meta. ¿Y ella? Él tira de su pelo como si aún tuviera las riendas en la mano. Acabándose, temblando, su rabo arma estrépito en su maleza. En el último momento él se aparta, porque ella se reprime. El hombre le golpea con el puño en la nuca, dirige su voz potente hacia ella. ¿Podría esta mujer pensar en una brisa delicada sobre un miembro más amado? ¿Sería posible? Así, ocurre que el repleto cáliz de su director pasa de largo ante ella y se deposita en el vertedero de su piel, un montoncillo de basura sin recoger. Esta mujer no merece que el hombre se incline sobre ella 45 grados. ¡Apurémonos ahora hasta la mitad, no, hasta tres cuartas partes! Antes, los alegres conquistadores no eran molestados tan a menudo. Hoy soplan vientos más duros.

Pronto los habitantes del país tendrán que despertar, ahuyentados de un sitio a otro, antes de saber siquiera dónde se habían quedado. Pero alto, también tienen una ventaja: la primavera los alcanzará, igual que a nosotros, con un suspiro y mucho aire fresco. Pero entretanto nosotros habremos alcanzado mucho más, porque NOSOTROS seguimos adelante, nos arriesgamos: en un teatro, un concierto o una exposición, donde nos reconocemos, sostenidos nada más que por la apariencia que ha caído de SUS pobres ojos. ¡Sí, estamos en la lista! Por favor, baje la vista, ahí está el salvaje cerro de los fieles desempleados, abandonados a la bondad de los bancos. La luz en esos ojos, ah, al final de la autopista, no ha dorado otra cosa que los dividendos de una fábrica. Pero se olvidaron de parpadear, y equivocándose asustados por el brillo del trabajo al fin encontrado, han resbalado hasta el río. Uno no se puede dormir al volante, por la mañana temprano. ¿Y qué ocurre entretanto con los dineros de nuestros impuestos? Son despilfarrados como personas, en forma de un caro coche deportivo en un esbelto y dotado país, allá delante, en el que la industria toma las curvas a toda velocidad. También en otras partes vive gente y es atropellada. Ahora proseguimos nuestro camino inconstante, dejando solamente débiles huellas en el asfalto de las carreteras y a nuestros hijos un televisor en color y un vídeo por cabeza.