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– Todos la leímos en el instituto, ¿verdad? Un clásico norteamericano. Uno de los libros más famosos que se hayan escrito.

– ¿Me estás diciendo que Gordon y tú vais a hacer un manuscrito falso de La letra escarlata? ¿Y el original de Hawthorne entonces?

– Eso es lo bueno del plan. El manuscrito de Hawthorne desapareció. Menos la página de guarda, que en este preciso momento se encuentra en una bóveda de la Biblioteca Morgan. Pero nadie sabe lo que pasó con el resto del libro. Unos creen que se quemó, por obra del propio Hawthorne o en el incendio de un almacén. Otros sostienen simplemente que los tipógrafos tiraron las hojas a la basura o que las utilizaron para encender la pipa. Ésa es mi versión favorita. Una chusma ignorante que se dedica a encender la pipa de maíz con La letra escarlata en una imprenta de Boston. Pero cualquiera que sea la verdadera historia, sobre este asunto planea la suficiente incertidumbre como para imaginar que el manuscristo no se perdió. Que sólo se traspapeló, por decirlo así. ¿Y si el editor de Hawthorne, James T. Fields, se lo llevó a casa y lo guardó en una caja con un montón de papeles? Con el tiempo, suben la caja al desván. Años después, la hereda uno de los hijos de Fields, o, si no, se queda en el desván, y cuando venden la casa, la dichosa caja pasa a ser propiedad de los nuevos dueños. ¿Entiendes lo que quiero decir? Existen suficientes dudas y misterios para justificar un hallazgo milagroso. Ya ocurrió hace unos años con aquellas cartas de Melville que aparecieron en una casa al norte del estado de Nueva York. Si se encuentran los papeles de Melville, ¿por qué no los de Hawthorne?

– ¿Quién va a falsificar el manuscrito? Gordon no está capacitado para eso, supongo, ¿o me equivoco?

– No. Él va a ser quien realice el descubrimiento, pero el trabajo propiamente dicho lo va a hacer un tal Ian Metropolis. Gordon oyó hablar de él a uno que conoció en la cárcel; al parecer es el mejor que hay, un verdadero genio. Ha falsificado a Lincoln, Poe, Washington Irving, Henry James, Gertrude Stein y Dios sabe cuántos más, pero en todos los años que lleva dedicándose a eso, no lo han pillado ni una sola vez. Ni antecedentes ni la menor sospecha que se cierna sobre él. Un fantasma que se mueve en la oscuridad. Es un trabajo complejo y exigente Nathan. En primer lugar, está la cuestión de encontrar el papel adecuado: un papel de mediados del siglo diecinueve que pase el examen de los rayos X y ultravioleta. Luego hay que estudiar todos los manuscritos existentes de Hawthorne y aprender a imitar su caligrafía, que era bastante descuidada, dicho sea de paso, a veces casi ilegible. Pero el dominio de la técnica material sólo es una pequeña parte del trabajo. No se trata simplemente de sentarse a una mesa con una versión impresa de La letra escarlata y empezar a copiarla a mano. Hay que conocer todas las peculiaridades de Hawthorne, las faltas que cometía, su particular utilización de los guiones, su incapacidad para escribir correctamente ciertas palabras. Suponte, por ejemplo, que en vez de cielo siempre pusiera zielo; incolume en lugar de incólume; subtil y no sutil Cuando Hawthorne escribía Oh los tipógrafos ponían O. Y así sucesivamente. Todo eso requiere mucho trabajo y preparación. Pero vale la pena, amigo mío. Un manuscrito completo probablemente andará por los tres o cuatro millones de dólares. Gordon me ha ofrecido el veinticinco por ciento por mis servicios, lo que significa que estamos hablando de una cifra que rondará el millón de dólares. No está nada mal, ¿verdad?

– ¿Y qué tendrías que hacer para ganarte el veinticinco por ciento?

– Vender el manuscrito. Soy un modesto pero respetado proveedor de libros raros, autógrafos y curiosidades literarias. Eso da legitimidad al proyecto.

– ¿Ya has encontrado comprador?

– Ésa es la parte que me preocupa. He sugerido venderlo directamente a una de las bibliotecas de la ciudad, la Colección Berg, la Morgan, la Universidad de Columbia, o, si no, sacarlo a subasta en Sotheby's. Pero las preferencias de Gordon se orientan hacia un coleccionista privado. Dice que es más prudente que el asunto no trascienda y llegue a ser de dominio público, y supongo que tiene razón. Sin embargo, eso me hace dudar de que tenga verdadera confianza en el trabajo de Metropolis.

– ¿Y qué dice Metropolis?

– No sé. No lo conozco.

– ¿Estás mezclado en una estafa de cuatro millones de dólares con una persona que no conoces?

– No deja que nadie le vea la cara. Ni siquiera Gordon. Sólo se comunican por teléfono.

– No me gusta el cariz que está cobrando esto, Harry.

– Sí, lo sé. También es un poco misterioso para mi gusto. Sin embargo, parece que empiezan a avanzar las cosas. Hemos encontrado un comprador, y hace dos semanas le hemos dado una página de muestra. Lo creas o no, se la ha llevado a varios expertos, y todos han confirmado su autenticidad. Acaba de remitirme un cheque de diez mil dólares. Como garantía, para que no ofrezcamos el manuscrito a nadie más. Tenemos que cerrar la venta el viernes próximo, a su vuelta de Europa.

– ¿Quién es?

– Un financiero, se llama Myron Trumbell. He hecho mis averiguaciones. Aristócrata de Park Avenue, verdaderamente forrado de dinero.

– ¿Dónde lo ha encontrado Gordon?

– Es un amigo de su amigo, del hombre con quien está viviendo.

– A quien tampoco conoces.

– No. Y no quiero conocerlo. Gordon y yo nos amamos en secreto. ¿Por qué querría yo conocer a mi rival?

– Me parece que vas a caer en una trampa, amigo. Te están haciendo la cama.

– ¿Haciéndome la cama? Pero ¿qué estás diciendo?

– ¿Cuántas páginas has visto del manuscrito?

– Sólo una. La que entregué a Trumbell hace dos semanas.

– ¿Y si sólo hubiera ésa, Harry? ¿Y si no existiera Ian Metropolis? ¿Y si resultara que el nuevo amigo de Gordon no es otro que Myron Trumbell en persona?

– Imposible. ¿Por qué llegaría alguien a tales extremos…?

– Venganza. Faena con faena se paga. Donde las dan las toman. Todas esas cualidades maravillosas tan distintivas de los seres humanos. Me temo que tu Gordon no es lo que tú crees.

– Eso es infame, Nathan. Me resisto a creerlo.

– ¿Has cobrado el cheque de Trumbell?

– Lo llevé al banco hace tres días. En realidad ya me he gastado la mitad en un montón de ropa.

– Devuelve el dinero.

– No quiero.

– Si no tienes bastante en tu cuenta, puedo prestarte lo que te falte.

– Gracias, Nathan, pero no necesito tu caridad.

– Te tienen cogido por las pelotas, Harry, y tú ni siquiera te has enterado.

– Piensa lo que quieras, pero no vaya retirarme ahora. Voy a seguir adelante contra viento y marea. Si tienes razón sobre Gordon, mi vida está acabada de todos modos. Y en ese caso qué más da. Pero si te equivocas, y de eso estoy seguro, entonces te invitaré a cenar otra vez y podrás brindar por mi éxito.