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La fotografía ha destruido el doble.

¡Oh ligereza, ligereza! ¿Se hará viejo y cada vez más ligero hasta entenderlo todo sin decirlo, amarlo todo sin quererlo, tenerlo todo sin que ellos lo noten?

Sólo por esto no puede haber ningún Creador: la tristeza por el destino de lo creado no sería imaginable ni soportable.

El estado de saciedad del vencedor, su hartura total, su satisfacción, el prolongado placer de su digestión. Algunas cosas sería mejor que no existieran, pero lo único que no debería existir nunca es un vencedor.

Pero somos vencedores, de todo hombre a quien conocemos bien y a quien sobrevivimos. Vencer es sobrevivir. ¿Cómo hay que hacer para seguir viviendo y, no obstante, no ser un vencedor?

La cuadratura moral del círculo.

Sobre lo que se requiere para los «Emplazados»: no comprendo cómo a los hombres no les preocupa mas el misterio de la duración de su vida. En el fondo, todo fatalismo tiene que ver con esta única pregunta: la duración de la vida del hombre, ¿es algo fijado de antemano o es primariamente el resultado del modo como transcurre su vida? ¿Viene uno al mundo con un determinado quantum de vida, digamos 60 años, o durante mucho tiempo este quantum es algo indeterminado, de modo que el mismo hombre, después de la misma juventud, podría llegar a los 70 o solamente a los 40? Y ¿cuándo se alcanzaría el punto en el que estaría claro dónde se encuentra el límite? El que cree lo primero es, naturalmente, un fatalista; el que no lo cree atribuye al hombre una sorprendente dosis de libertad y concede que éste tiene influencia sobre la duración de su vida. Uno vive, más o menos, como si este segundo supuesto fuera cierto y se consuela de la muerte con el primero. Quizá son necesarios los dos y hay que usarlos alternativamente para que los hombres sin coraje soporten la muerte.

La mayoría de las religiones no hacen a los hombres mejores, Pero sí más cautos. ¿Hasta qué punto esto tiene valor?

El cielo quiere que le penetren con la mirada y se lo recuerda a los hombres con los rayos.

Personas, una cada dos o tres años, en las cuales uno se resume; a quienes hay que presentarles todo lo anterior, como desde una atalaya. Personas que están en lugar de montañas, con una vista amplia y despejada, pero que ellas mismas ven tan poco como la montaña sobre la que uno ve.