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– ¿Por qué? -dije.

Y ella dijo:

– Christopher, por favor, tan sólo confía en mí.

Y yo dije:

– Lo prometo. -Porque si la señora Alexander me decía quién había matado a Wellington, o me contaba que el señor Shears había en efecto matado a Madre, todavía podría ir a contárselo a la policía porque a uno le está permitido romper una promesa si alguien ha cometido un crimen y sabes algo al respecto.

Y la señora Alexander dijo:

– Tu madre, antes de morir, era muy buena amiga del señor Shears.

Y yo dije:

– Ya lo sé.

Y ella dijo:

– No, Christopher. No estoy segura de que lo sepas. Quiero decir que eran muy buenos amigos. Muy, muy buenos amigos.

Pensé en eso un rato y dije:

– ¿Se refiere a que tenían relaciones sexuales?

Y la señora Alexander dijo:

– Sí, Christopher. A eso me refiero.

Entonces no dijo nada más durante unos 30 segundos.

Entonces dijo:

– Lo siento, Christopher. De verdad que no pretendía decirte nada que te disgustase. Pero quería explicarme. Explicar por qué te he dicho lo que te he dicho. Verás, pensaba que lo sabías. Por eso tu padre cree que el señor Shears es un hombre malo. Y por eso no quiere que vayas por ahí hablándole a la gente del señor Shears. Porque eso le traería malos recuerdos.

Y yo dije:

– ¿Por eso el señor Shears dejó a la señora Shears, porque estaba teniendo relaciones sexuales con alguien mientras estaba casado con la señora Shears?

Y la señora Alexander dijo:

– Sí, supongo que sí -entonces dijo-: Lo siento, Christopher. Lo siento de verdad.

Y yo dije:

– Creo que tengo que irme.

– ¿Estás bien, Christopher? -dijo ella.

– Me da miedo estar en el parque con usted porque es una extraña -dije.

Y ella dijo:

– Yo no soy una extraña, Christopher, soy una amiga.

Y yo dije:

– Ahora me voy a casa.

Y ella dijo:

– Si quieres hablar sobre eso puedes venir a verme siempre que quieras. Sólo tienes que llamar a mi puerta.

Y yo dije:

– Vale.

Y ella dijo:

– ¿Christopher?

Y yo dije:

– ¿Qué?

– No le dirás nada a tu padre de esta conversación, ¿verdad? -dijo.

– No. Lo he prometido -dije yo.

Y ella dijo:

– Vete a casa. Y recuerda lo que te he dicho. Siempre que quieras.

Entonces me fui a casa.