¿Cómo no adorarte si sólo tú eres adorable? ¿Cómo no amarte si sólo tú eres digna del amor?
Quién sabe si soñándote yo no te creo, real en otra realidad; si no serás mía allí, en un distinto y puro mundo donde sin cuerpo táctil nos amemos, con otra manera de abrazos y otras actitudes esenciales de posesión(es)? ¿Quién sabe, incluso, si no existirás ya y no te he creado ni te he visto apenas, con otra visión, interior y pura, en otro y perfecto mundo? ¿Quién sabe si mi soñarte no ha sido el encontrarte simplemente, si el amarte no ha sido el pensar-en-ti, si mi desprecio por la carne y mi propio asco del amor no han sido la oscura ansia con que, ignorándote, te esperaba, y la vaga aspiración con que, desconociéndote, te quería?
Ni siquiera sé ya [si] no te he amado ya, en un vago donde cuya añoranza tal vez sea este perenne tedio mío. Quizás seas una nostalgia mía, /cuerpo de ausencia/, presencia de Distancia, hembra tal vez por distintas razones que el serlo.
Puedo pensarte virgen y también madre porque no eres de este mundo. El niño que tienes en los brazos nunca fue más joven para que tuvieses que ensuciarlo de tenerlo en tu vientre. Nunca has sido otra de lo que eres ¿y cómo no ser virgen por consiguiente? Puedo amarte y también adorarte porque mi amor no te posee y mi adoración no te aleja.
Sé el Día-Eterno y que mis ponientes sean rayos de tu sol, poseídos en ti.
Sé el Crepúsculo Invisible [415] " y que mis ansias y desasosiegos sean las tintas de tu indecisión, las sombras de tu incerteza.
Sé la Noche-Total, vuélvete la Noche Única y que todo yo me pierda y me olvide en ti, y que mis sueños brillen, estrellas, en tu cuerpo de distancia y negación…
Sea yo los pliegues de tu manto, las joyas de tu /tiara/, y el oro otro de los anillos de tus dedos.
Ceniza en tu hogar, ¿qué importa que yo sea polvo? Ventana en tu cuarto, ¿qué importa que yo sea espacio? Hora (…) en tu clepsidra, ¿qué importa que yo pase si por ti quedaré, que yo muera si por ser tuyo [no he de] morir, que yo te pierda si el perderte es encontrarte?
Realizadora de los absurdos, seguidora [416] de frases sin nexo. Que tu silencio me arrulle, que tu (…) me duerma, que tu mero-ser me acaricie y me suavice y me consuele, oh […] del Más Allá, oh imperial de la /Ausencia/; Virgo-Madre de todos los silencios, Hogar de las almas que tienen frío, Ángel de la guarda de los abandonados, Paisaje humano -irreal [417] de tan triste- eterna Perfección.
14 Nuestra Señora del Silencio (fragmento)
Tú no eres mujer. Ni siquiera dentro de mí evocas nada que yo pueda sentir femenina [418] . Es cuando hablo de ti cuando las palabras te llaman hembra, y las expresiones te perfilan de mujer. Porque tengo que hablarte con ternura y amoroso sueño, las palabras encuentran voz para ello tan sólo tratándote como femenina.
Pero tú, en tu vaga esencia, no eres nada. No tienes realidad, ni siquiera una realidad /sólo/ tuya. Propiamente, no te veo, ni siquiera te siento. Eres como un sentimiento que fuese su propio objeto y perteneciese por completo a lo íntimo de sí mismo. Eres siempre el paisaje que he estado casi a punto de (poder) ver, la orla de la veste que por poco no pude ver, perdido en un eterno Ahora más allá de la curva del camino. Tu perfil es no ser tú nada, y el contorno de tu cuerpo irreal desata en perlas separadas el collar de la idea de contorno. Ya pasaste, y ya fuiste y ya te amé -el sentirte presente es sentir esto.
Ocupas el intervalo de mis pensamientos y los intersticios de mis sensaciones. Por eso no te pienso ni te siento, pero mis pensamientos son /opiales/ de sentirte, y mis sentimientos góticos [419] de evocarte.
Luna de memorias perdidas sobre el negro paisaje, nítida de vacío, de mi imperfección comprendiéndose. Mi ser se siente reflujo como si fuese un cinturón tuyo que te sintiese. Me inclino sobre tu rostro blanco en las aguas nocturnas de mi desasosiego, en mí saber que eres luna en mi cielo para que lo origines, o extraña luna submarina para que, no sé cómo, lo finjas.
¡Quién pudiese crear la Nueva Mirada con que te viese, los Nuevos Pensamientos y Sentimientos que hubiesen de poder pensarte y sentirte!
Al querer tocar tu manto, mis expresiones cansan al esfuerzo extendido de los gestos de sus manos, y un cansancio rígido y doloroso se hiela en mis palabras. Por eso, se curva [420] un vuelo de ave que parece que se aproxima y nunca llega, en torno a lo que yo querría decir de ti, pero la materia de mis frases no sabe imitar a la substancia o del ruido de tus pasos o del rastro de tus miradas, o del color triste y vacío de la curva de los gestos que no has hecho nunca.
15 Final
Y si acaso hablo con alguien lejano, y si, hoy nube de posible, mañana cayeses, lluvia de real sobre la tierra, no te olvides nunca de tu divinidad original de sueño mío. Sé siempre en la vida aquello que pueda ser el sueño de un aislado y nunca el refugio de un amoroso. Haz tu deber de mera copa. Cumple tu menester de ánfora inútil. Nadie diga de ti lo que el río puede decir de las márgenes, que existen para limitarlo. Antes no correr por la vida, antes secarse que soñar.
Que tu genio sea el ser supérflua, y tu vida el arte de mirar hacia ella, de ser la mirada, la nunca idéntica. No seas nunca nada más.
Hoy eres apenas el perfil creado de este libro, una hora carnalizada y separada de las otras horas. Si yo tuviese la seguridad de que existías, levantaría una religión sobre el (sueño de) amarte.
Eres lo que le falta a todo. Eres lo que a cada cosa falta para que la podamos amar siempre. Llave perdida de las puertas del Templo, camino /encubierto/ del Palacio, Isla lejana que la bruma no deja ver nunca…
16
Tus manos son tórtolas cautivas.
Tus labios son tórtolas mudas.
(que a mis ojos ven arrullar)
Todos tus gestos son aves. Eres golondrina al abatirte, cóndor al mirarme, águila en tus éxtasis de orgullosa indiferente.
Eres toda crujir de alas, como de los (…), la laguna de verte yo.
Tú eres toda alada, toda (…)
17
No sueño poseerte. ¿Para qué? Sería traducir a plebeyo mi sueño. Poseer un cuerpo es ser trivial. Soñar poseer un cuerpo es quizás peor, aunque sea difícil serlo: es soñarse trivial -horror supremo.
Y ya que queremos ser estériles, seamos también castos, porque nada puede haber de más innoble y bajo que, renegando de la Naturaleza lo que en ella es fecundado, guardar villanamente de ella lo que nos place en lo que renegamos. No hay noblezas a pedazos.
Seamos castos como eremitas, puros como cuerpos soñados, resignados a ser todo esto, como monjitas locas…
Que nuestro amor sea una oración… Úngeme de verte, que yo haré de mis momentos de soñarte un rosario en el que tus tedios serán padrenuestros y mis angustias avemarías…
Quedémonos aquí eternamente como una figura de hombre en un vitral frente a una figura de mujer en otro vitral… Entre nosotros, sombras cuyos pasos suenan fríos, la humanidad pasando… Murmullos de rezos, secretos de (…) pasarán entre nosotros… Unas veces se llena el aire de (…) de inciensos. Otras veces, por este lado o por aquél, una figura de estatua [421] rezará aspersiones… Y nosotros siempre los mismos vitrales, en los colores cuando nos dé el sol, en las líneas cuando caiga la noche… Los siglos no tocarán a nuestro silencio vítreo… Por allá fuera pasarán civilizaciones, estallarán revueltas, se arremolinarán fiestas, correrán [422] mansos cotidianos pueblos… Y nosotros, oh amor mío viril, tendremos siempre el mismo gesto inútil, la misma existencia falsa, y la misma (…)
Hasta [que] un día, después de varios siglos, de imperios, la Iglesia se derrumbe por fin y todo termine…
Pero nosotros, que no sabemos de ella, seguiremos todavía, no sé cómo, no sé en qué espacio, no sé por qué tiempo, siendo vitrales eternos, horas de ingenuo dibujo pintado por algún artista que duerme hace mucho tiempo bajo un túmulo godo en el que dos ángeles, con las manos juntas, hielan en mármol la idea de la muerte.
18
Te rezo a ti mi amor porque mi amor es ya una oración; pero no te concibo como amada ni te elevo ante mí como santa.
Que tus acciones [423] sean la estatua de la renuncia, tus gestos el pedestal de la indiferencia, tus palabras los /vitrales/ de la negación,
19
De tan suave y aérea, la hora era un ara donde orar. Por cierto que en el horóscopo de nuestro encuentro benéficas conjunciones culminaban. Tal, tan sedosa y tan sutil, la materia incierta del sueño visto que se entrometía en nuestra conciencia de sentir. Había cesado por completo, como un verano cualquiera, nuestra noción ácida de que no vale la pena vivir. Renacía aquella primavera que, aunque por error, podíamos pensar que hubiésemos tenido. En el desprestigio de nuestras semejanzas, los estanques se lamentaban de la misma manera, entre árboles, y las rosas en los arriates descubiertos, y la melodía indefinida de vivir -todo irresponsablemente.
No vale la pena presentir ni conocer. Todo el futuro es una niebla que nos rodea y mañana sabe a hoy cuando se entrevé. Mis destinos, los payasos que la caravana abandonó, y esto sin mejor claro de luna que el claro de luna en los caminos, ni otros estremecimientos en las hojas que la brisa, y la incertidumbre del momento y nuestro pensar allí estremecimientos. Púrpuras distantes, sombras fugitivas, el sueño siempre incompleto y no creyendo que la muerte lo complete, rayos de sol mortecino, la lámpara de la casa en la ladera, la noche angustiosa, el perfume de muerte entre los libros sólo, con la vida allá fuera, árboles oliendo a verdes en la inmensa noche más estrellada del otro lado del monte. Así tus amarguras tuvieron su consorcio benigno; tus pocas palabras consagraron regio al embarque, no volverán nunca ningunas naves, ni las verdaderas, y el humo de vivir ha desnudado los contornos de todo, dejando sólo las sombras, y los engastes, penas de las aguas en los lagos aciagos entre bojes por portones (la vista de lejos) Watteau, la angustia, y nunca más. Copas sólo para las cicutas inevitables -no las tuyas, sino la vida de todos, e incluso los faroles, los recesos, las alas vagas, oídas sólo, y con el pensamiento, en la noche inquieta, sofocada, que minuto a minuto se alza de sí misma y avanza por su angustia. Amarillo, verdinegro, azul-amor -todo muerto, alma mía, todo muerto, ¡y todos los navíos aquel navío sin partir! Reza por mí y quizás Dios exista por ser por mí por quien rezas. Bajito, la fuente lejos, la vida insegura, el humo que acaba en el caserío donde anochece, la memoria turbia, el río apartado… Dame que duerma, dame que me olvide, señora de los Designios Inciertos, Madre de las Caricias y de las bendiciones inconciliables con existir…