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Ni con pintar en ese cristal sombras de colores me oculto el rumor de la vida ajena a mi mirada, del otro lado.

¡Dichosos los hacedores de sistemas pesimistas! No sólo se amparan con haber hecho algo, sino que también se alegran de lo explicado, y se incluyen en el dolor universal,

Yo no me quejo por el mundo. No protesto en nombre del universo. No soy pesimista. Sufro y me quejo pero no sé si lo que hay de malo es el sufrimiento ni sé si es humano sufrir. ¿Qué me importa saber si eso es cierto o no?

Yo sufro, no sé si merecidamente. (Corza perseguida.)

Yo no soy pesimista, soy triste.

No me indigno, porque la indignación es para los fuertes; no me resigno, porque la resignación es para los nobles; no me callo, porque el silencio es para los grandes. Y yo no soy fuerte, ni noble, ni grande. Sufro y sueño. Me quejo porque soy débil y, porque soy artista, me entretengo en tejer musicales mis quejas y en organizar mis sueños conforme le parece mejor a mi idea de encontrarlos bellos.

Sólo lamento no ser niño, para que pudiese creer en mis sueños; el no ser loco, para que pudiese alejar del alma de todos los que me rodean, […]

Tomar el sueño por real, vivir demasiado los sueños, me ha dado esta espina para la rosa falsa de mi /soñada/ vida; que ni los sueños me agradan, porque les encuentro defectos.

(Posterior a 1913.)