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Nunca dejo saber a mis sentimientos lo que voy a hacerles sentir… Juego con mis sensaciones como una princesa llena de tedio con sus grandes gatos prontos y crueles…
Cierro súbitamente puertas, dentro de mí, por donde ciertas sensaciones iban a pasar para realizarse. Retiro bruscamente de su camino los objetos espirituales que les van a marcar ciertos gestos.
Pequeñas frases sin sentido, metidas en las conversaciones que suponemos estar manteniendo, afirmaciones absurdas hechas con […] de otras que ya no significan nada de por sí.
– Su mirada tiene algo de música tocada a bordo de un barco, en la mitad misteriosa de un río con florestas en la margen opuesta…
– No diga que es fría una noche de luna. Abomino las noches de luna… Hay quien suele realmente tocar música las noches de luna…
– Eso también es posible… Y es lamentable, claro está… Pero su mirada tiene realmente el deseo de ser nostálgica de algo… Le falta el sentimiento que expresa… Encuentro en la falsedad de su expresión una cantidad de ilusiones que he tenido…
– Crea que siento a veces lo que digo, y hasta, a pesar de ser mujer, lo que digo con la mirada…
– ¿No está siendo cruel para consigo misma? ¿Sentimos realmente lo que pensamos que estamos sintiendo? Esta conversación nuestra, por ejemplo, ¿tiene visos de realidad? No los tiene. En una novela no sería admitida.
– Con mucha razón… Yo no tengo la absoluta seguridad de estar hablando con usted, fíjese… A pesar de ser mujer, me he impuesto el deber de ser estampa de un libro de impresiones de un dibujante loco… Tengo en mí detalles exageradamente claros… Da un poco, lo sé bien, la impresión de una realidad excesiva y un poco forzada… Me parece que la única cosa digna de una mujer contemporánea es este ideal de ser una estampa. Cuando yo era niña creía ser la reina de un naipe cualquiera de una baraja antigua que había en mi casa… Encontraba ese oficio de una heráldica realmente compasiva… Pero cuando se es niño, se tienen aspiraciones morales de éstas… Sólo después, en la edad en que todas nuestras aspiraciones son inmorales, es cuando pensamos en eso en serio…
– Yo, como nunca les hablo a los niños, creo en su instinto artístico… Sabe, mientras estoy hablando, ahora mismo, estoy queriendo penetrar el íntimo sentido de esas cosas que me estaba diciendo… ¿Me perdona?
– No del todo… Nunca se debe invadir los sentimientos que los demás fingen que tienen.
Son siempre demasiado íntimos…Crea que me duele realmente estar haciéndole estas confidencias íntimas que, si bien todas ellas son falsas, representan verdaderos jirones de mi pobre alma… En el fondo, créame, lo que somos de más doloroso es lo que no somos realmente, y nuestras mayores tragedias suceden en la idea que nos hacemos de nosotros [265] .
– Eso es tan verdadero… ¿Para qué decirlo? Me ha ofendido. ¿Por qué privar a nuestra conversación de su irrealidad constante? Así es casi una conversación posible, mantenida junto a una mesa de té, entre una mujer linda y un imaginador de sensaciones.
– Sí, sí… Ahora me toca a mí pedir perdón… Pero mire que yo estaba distraída y no me di cuenta en realidad de que había dicho una cosa justa… Cambiemos de asunto… ¡Qué tarde que es siempre! No vuelva a enfadarse… Mire que esta frase mía no tiene absolutamente ningún sentido…
– No me pida disculpas, no se fije en que estamos hablando… Toda buena conversación debe ser un monólogo de dos… Debemos, al final, no poder tener la seguridad de si hemos conversado realmente con alguien o si hemos imaginado totalmente la conversación… Las mejores y más íntimas conversaciones, y sobre todo las menos moralmente instintivas, son aquellas que los novelistas mantienen entre dos personajes de sus novelas… Por ejemplo…
– ¡Por el amor de Dios! Seguro que no iba a citarme un ejemplo… Eso sólo se hace en las gramáticas; no sé si recuerda que hasta nunca los leemos.
– ¿Ha leído alguna vez una gramática?
– Yo, nunca. Siempre he tenido una aversión profunda a saber cómo se dicen las cosas… Mi única simpatía, en las gramáticas, era para las excepciones y para los pleonasmos… Escapar a las reglas y decir cosas inútiles resume bien la actitud esencialmente moderna. ¿No es así como se dice?
– Absolutamente… Lo más antipático que hay en las gramáticas (¿ya se ha fijado en la deliciosa imposibilidad [266] de que estemos hablando de este asunto?), lo más antipático que hay en las gramáticas es el verbo, los verbos… Son las palabras que dan sentido a las frases… Una frase decente debe poder tener siempre varios sentidos… ¡Los verbos! Un amigo mío que se suicidó -cada vez que mantengo una conversación un poco larga suicido a un amigo- había tratado de dedicar toda su. vida a destruir los verbos…
– (¿Por qué se suicidó?)
– Espere, todavía no lo sé… Pretendía descubrir y fijar la manera de no completar las frases sin parecer hacerlo. Solía decirme que buscaba el microbio de la significación… Se suicidó, claro está, porque un día se dio cuenta de la responsabilidad enorme que iba a echarse encima. La importancia del problema acabó con su cerebro… Un revólver…
– Ah, no… Eso de ninguna manera… ¿No ve que no podía ser un revólver?…
Un hombre de esos nunca se pega un tiro en la cabeza… Usted se entiende poco con los amigos que nunca ha tenido… Es un defecto grande, ¿sabe?… Mi mejor amiga: una chica deliciosa que yo he inventado.
– ¿Se llevan bien?
– Hasta donde es posible… Pero esa chica, no se imagina, (…)
Las dos criaturas que estaban a la mesa de té no mantuvieron con seguridad esta conversación. Pero estaban tan arregladas y bien vestidas que era una pena que no hablasen así… Por eso he escrito esta conversación para que la hayan tenido… Sus actitudes, sus pequeños gestos, sus niñerías de miradas y sonrisas en los momentos de la conversación que ambos mantuvimos [267] en el sentimiento de existir dijeron claramente lo que falsamente finjo que respondo [268] … Cuando un día vayan ambos, y sin duda casados, cada uno para su lado […] si por acaso mirasen estas páginas, crea que reconocerán lo que nunca dijeron y que no dejarán de estarme agradecidos por haber interpretado tan bien, no sólo lo que realmente son, sino lo que nunca desearon ser ni sabían que eran…
Si me leen, crean que fue esto lo que realmente dijeron. En la conversación aparente que escucharon el uno al otro faltaban tantas cosas que (…) -faltó el perfume del momento, el aroma del té, la significación para el asunto del ramo de (…) que ella llevaba al pecho… Todo eso, que así formó parte de su conversación, se olvidan de decirlo… Pero todo esto estaba allí y lo que yo hago es, más que un trabajo literario, un trabajo de historiador. Reconstruyo completando… y eso me servirá de disculpa, con ellos, de haber estado escuchándoles tan atentamente lo que no decían y no querían decir.