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Capítulo ciento trece El burro viejo

…En fin, anda tan cansado que a

cada passo se pierde…

(El potro rucio del Alcayde de

los Vélez.)

Romancero general.

No sé cómo irme de aquí, Platero. ¿Quién lo deja ahí al pobre, sin guía y sin amparo?

Ha debido de salirse del moridero. Yo creo que no nos oye ni nos ve. Ya lo viste esta mañana en ese mismo vallado, bajo las nubes blancas, alumbrada su seca miseria mohina, que llenaban de islas vivas las moscas, por el sol radiante, ajeno a la belleza prodigiosa del día de invierno. Daba una lenta vuelta, como sin oriente, cojo de todas las patas, y se volvía otra vez al mismo sitio. No ha hecho más que mudar de lado. Esta mañana miraba al Poniente y ahora mira al Naciente.

¡Qué traba la de la vejez, Platero! Ahí tienes a ese pobre amigo, libre y sin irse, aun viniendo ya hacia él la primavera. ¿O es que está muerto, como Bécquer, y sigue en pie, sin embargo? Un niño podría dibujar su contorno fijo, sobre el cielo del anochecer.

Ya lo ves… Lo he querido empujar y no arranca… Ni atiende a las llamadas… Parece que la agonía lo ha sembrado en el suelo…

Platero, se va a morir de frío en ese vallado alto, esta noche, pasado por el Norte… No sé cómo irme de aquí; no sé qué hacer. Platero…