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Buenos Aires, 22 de junio de 1947

Querida Doña Leonor:

Ya le estaba por escribir sin esperar contestación cuando por suerte llegó su cartita. Me alegra saber que ya está más tranquila con menos visitas, la gente lo hace con buena intención, pero no se dan cuenta que molestan cuando son tantos.

Ya le estaba por escribir porque en la última carta me olvidé de preguntarle si Juan Carlos está sepultado en tierra, en un nicho o en el panteón de alguna familia. Tengo tantos deseos de que no esté en tierra… ¿Usted nunca se metió en un pozo que alguien estuviera cavando? Porque entonces si pone la mano contra la tierra dura del pozo siente lo fría y húmeda que es, con pedazos de cascotes, filosos, y donde la tierra es más blanda peor todavía, porque están los gusanos. Yo no sé si son esos los gusanos que después buscan lo que para ellos es la nutrición, mejor ni decirlo, no sé cómo pueden entrar en el cajón de madera tan gruesa y dura. A no ser que después de muchos años el cajón se pudra y puedan entrar, pero entonces no sé por qué no hacen los cajones de hierro o acero. Pero pensando ahora me acuerdo que también parece que a los gusanos los llevamos nosotros adentro, algo me parece que leí, que los estudiantes de medicina cuando hacen las clases en la morgue ven los gusanos al cortar el cadáver, no sé si lo leí o alguien me lo dijo. Mucho mejor que esté en un nicho, aunque no se le puedan poner muchas flores a la vez, yo lo prefiero también a que esté en un hermoso panteón, si no es el de su familia, porque parece que estuviera de favor. Señora, ahora me acuerdo quién me decía eso tan feo de que ya nosotros llevamos los gusanos, fue el mismo Juan Carlos, que por eso era que quería que lo cremaran, para que no lo comieran los gusanos. Perdóneme si esto le causa impresión, ¿pero con quién puedo hablar de estos recuerdos si no es con usted?

Lo que sí, no sé cómo decirle que empezaban las cartas de Juan Carlos. Qué cosa tan rara que no tengan más la cintita celeste. ¿Son tantas las cartas que encontró? Qué raro, Juan Carlos me juró que era el primer carteo que tenía con una chica, claro que después pasaron los años, pero como de nada sirvió que nos carteáramos porque lo mismo rompimos, se me puso en la cabeza que él le había hecho cruz y raya a la idea de cartearse con una chica. Una ocurrencia mía, nada más.

Las cartas dirigidas a mí estaban todas escritas en papel del mismo block que se lo compré yo misma de regalo con una lapicera fuente cuando se fue a Córdoba, y yo me compré otro block para mí. Es un tipo de papel blanco con arruguitas que casi parece una seda cruda. El encabezamiento cambia a veces, no me ponía mi nombre porque él decía que era comprometedor, por si me las encontraba mi mamá podía yo decir que eran cartas para otra chica. Lo que importa más me parece es que tengan la fecha de julio a setiembre de 1937, y si por ahí usted lee un poquito no vaya a creer que todo lo que dice es verdad, eran cosas de Juan Carlos, que le gustaba hacerme rabiar.

Le ruego que haga lo posible por encontrarlas y muchas gracias por mandármelas. Besos y cariños de

Nené

Todavía no ha escrito el sobre, se pone de pie bruscamente, deja el tintero abierto y la lapicera sobre el papel secante que absorbe una mancha redonda. La carta plegada toca el fondo del bolsillo del delantal. Tras de sí cierra la puerta del dormitorio, quita una pelusa adherida a la Virgen de Lujan tallada en sal que adorna la cómoda y se tira sobre la cama boca abajo. Con una mano estruja los flecos de seda que bordean el cubrecama, la otra mano queda inmóvil con la palma abierta cerca de la muñeca vestida de odalisca que ocupa el centro de la almohada. Exhala un suspiro. Acaricia los flecos durante algunos minutos. Repentinamente se oyen voces infantiles subir por las escaleras del edificio de departamentos, suelta los flecos y palpa la carta en el bolsillo para comprobar que no la ha dejado al alcance de nadie.