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— Bueno, yo estoy tranquilo — dijo Ivбn-. No sй nada. — Sonriу con alegrнa. Miles tratу de no hacer una mueca de vergьenza o mascullar algo como Eso ya lo sabemos, Ivбn.

Todas las delegaciones de los planetas exteriores se alojaban en la misma secciуn de la capital, asн que el viaje fue corto. El auto de superficie descendiу a nivel de la calle y redujo la velocidad. Entrу en el garaje del edificio de la embajada marilacana y se detuvo frente a una entrada profusamente iluminada, un escenario que parecнa menos subterrбneo de lo que era gracias a las superficies de mбrmol y las plantas decorativas que colgaban en tubos o macetas. El auto se abriу. Los guardias de la embajada de Marilac se inclinaron frente al grupo barrayarйs, que se dirigiу hacia los tubos elevadores. Ademбs de hacer reverencias, habнan examinado a los invitados discretamente con los rastreadores, de eso no cabнa duda alguna. Era evidente que Ivбn habнa tenido el acierto de dejar el destructor nervioso en el cajуn de su escritorio.

Salieron del tubo elevador a un vestнbulo ancho que daba a varios niveles de бreas pъblicas conectadas, ya ocupadas por los invitados. El volumen de las conversaciones era alto e invitador. En el centro de la habitaciуn destacaba una gran escultura multimedia, una escultura real, no una proyecciуn. Una cascada de agua brillante caнa por una fuente que parecнa una montaсa pequeсa surcada de senderos por los que se podнa transitar. Unos copos irisados se arremolinaban en el aire sobre aquel laberinto en miniatura formando tъneles delicados. Por el color verde, Miles supuso que representaban las hojas de los бrboles de la Tierra incluso antes de acercarse lo suficiente como para distinguir los detalles realistas. En ese momento, los colores empezaron a cambiar, y pasaron de veinte verdes diferentes a amarillos, dorados, rojos y cobrizos brillantes. A medida que giraban parecнan formar esquemas fugaces, caras y cuerpos humanos, sobre un fondo de sonidos vibrantes como el de los carillones de viento. Pretendнan que hubiera caras y mъsica, o era sуlo un truco para que el cerebro del espectador proyectara imбgenes coherentes sobre el azar absoluto? Esa incertidumbre sutil atrajo a Miles.

— Eso es nuevo — comentу Vorob'yev, atraнdo tambiйn-. Muy bonito… Eh, buenas noches, embajador Bernaux.

— Buenas noches, lord Vorob'yev. — El anfitriуn de cabello plateado intercambiу una cordial inclinaciуn de cabeza con su colega de Barrayar-. Sн, nos gustу bastante. Es un regalo de un ghemlord local. Todo un honor. Se llama «Hojas de otoсo». Mi personal de cуdigos estuvo tratando de descifrar el nombre durante medio dнa y finalmente decidieron que significaba «Hojas de otoсo».

Los dos hombres rieron. Ivбn sonriу sin entusiasmo: no entendнa del todo el chiste local. Vorob'yev los presentу formalmente al embajador Bernaux, que se atuvo a los rangos y a las edades con elaborada cortesнa. Les ofreciу una explicaciуn sobre los sitios donde se comнa y se excusу. Era el efecto «Ivбn», decidiу Miles con rabia. Subieron las escaleras hacia una de las mesas, y los embajadores, ahora que ellos estaban lejos, empezaron a intercambiar comentarios privados y complejos. Probablemente era sуlo amabilidad y contactos sociales, pero…

Miles e Ivбn probaron los entrantes, refinados pero abundantes y fueron a buscar una bebida. Ivбn eligiу un prestigioso vino marilacano; Miles, consciente de la hoja labrada que llevaba en el bolsillo, prefiriу cafй solo. Se separaron con un gesto leve y circularon por la fiesta cada uno a su aire. Miles se reclinу sobre la barandilla que daba sobre el vestнbulo de los tubos elevadores. Tomу traguitos cortos de la taza frбgil que tenнa entre las manos y se preguntу dуnde estarнa oculto el circuito que mantenнa la temperatura del lнquido — ah, ahн, en el fondo, entretejido en el brillo metбlico del sello de la embajada marilacana-. «Hojas de otoсo» se estaba helando hacia el final de su ciclo. El agua de las fuentes se congelaba, o parecнa que se congelaba, convertida en hielo negro y silencioso. Los colores aйreos se desvanecieron hasta convertirse en amarillo sepia y gris plateado, colores de un atardecer invernal, y las figuras que formaban, si es que eran figuras, sugerнan desesperaciуn y muerte. La mъsica de campanillas se desvaneciу hasta convertirse en susurros discordantes, quebrados. No era un invierno de nieve y celebraciуn. Era el invierno de la muerte. Miles se estremeciу. Mierda, quй efectivo.

Asн que… cуmo empezar a hacer preguntas sin revelar nada a cambio? Se imaginу acorralando a un ghemlord. Diga, alguno de sus ministros perdiу una llave en cуdigo con un sello como йste? No, no. Lo mejor era que sus… adversarios lo abordaran a йl, pero se estaban tomando demasiado tiempo y ya empezaba a aburrirse. Paseу la mirada sobre la multitud buscando hombres sin pestaсas… y no los encontrу.

Ivбn ya habнa encontrado a una mujer hermosa. Miles parpadeу al advertir su extremada belleza. Era alta y delgada, la piel de las manos y la cara tan suave y delicada como la porcelana. Unas bandas enjoyadas le sujetaban el cabello rubio, casi blanco, a la altura del cuello y luego mбs abajo, en la cintura. La sedosa y brillante melena le llegaba casi a las rodillas. El vestido escondнa mбs de lo que mostraba, con capas y mбs capas de tela, mangas abiertas y chalecos que le llegaban a los tobillos. Los tonos oscuros de la ropa de las capas superiores acentuaban la palidez de la piel, y un brillo de seda cerъlea repetнa el azul de sus ojos. Era una ghemlady de Cetaganda, de eso no cabнa la menor duda: tenнa ese aire de gnomo que sugerнa la existencia de genes hautlord en el бrbol genealуgico. Tambiйn cabнa en lo posible que ella hubiera imitado ese aire mediante cirugнa y otras terapias, pero el arrogante arco de las cejas tenнa que ser autйntico.

Miles oliу las feromonas del perfume de la mujer a mбs de tres metros de distancia. El perfume le pareciу innecesario. Ivбn ya estaba lanzado. Con un brillo de codicia en sus ojos oscuros, decantaba alguna historia en la que habнa tenido un papel heroico o al menos protagonista. Algo sobre ejercicios y entrenamiento, ah, claro, para enfatizar el estilo marcial barrayarйs. Venus y Marte, por supuesto. Pero ella estaba sonriendo, sн, sonriendo con las palabras de su primo.

No era que Miles, por envidia, quisiera negarle a Ivбn su suerte con las mujeres. Simplemente le hubiera parecido bien que de vez en cuando, le correspondiera parte de las piezas sobrantes de la cacerнa. Aunque, segъn Ivбn, cada uno tenнa que labrarse su propia suerte. El adaptable ego de Ivбn podнa absorber una docena de rechazos esa noche con la esperanza de recibir el premio de una sonrisa al cabo de largo tiempo. Miles pensaba que йl se habrнa muerto de mortificaciуn en el Intento Nъmero Tres. Tal vez la razуn de esa sensibilidad era su naturaleza monуgama.

Pero mierda, antes de pasar a mayores ambiciones, habнa que adquirir la monogamia y por ahora no habнa logrado unir ni una sola mujer a su maltrecha persona. Claro que sus tres aсos de operaciones secretas y todo el perнodo confinado en el ambiente masculino de la academia militar habнan limitado sus oportunidades.

Bonita teorнa. Y por quй las mismas condiciones no habнan detenido a Ivбn?

Elena… En el fondo seguнa deseando lo imposible? Miles juraba que no era tan exigente como Ivбn — no podнa permitнrselo-, pero incluso a esa hermosa ghem rubia le faltaba… quй? La inteligencia, el control, el alma de peregrina… Elena habнa elegido a otro, y probablemente habнa hecho bien. Ya era hora de seguir adelante y labrarse su propia suerte. Sin embargo, hubiera deseado que la idea no le pareciera tan difнcil.

Al cabo de un instante se acercу un ghemlord desde el otro extremo de la habitaciуn, deteniйndose aquн y allн. Iba vestido de oscuro y con ropas muy amplias. Era joven, mбs o menos de su misma edad, calculу Miles. Tenнa la cabeza cuadrada, con pуmulos redondos y prominentes. Uno de ellos estaba maquillado con un adorno circular, una calcomanнa, notу Miles, un remolino estilizado de color que identificaba el clan y el rango. Era una versiуn reducida de la pintura que usaban algunos de los cetagandanos en la cara, una moda pasajera que los mayores no veнan con buenos ojos. Habнa venido a rescatar a su dama de las atenciones de Ivбn?

— Lady Gelle — dijo y se inclinу levemente.

— Lord Yenaro — contestу ella con una inclinaciуn de cabeza exactamente calculada, de lo cual Miles dedujo que: 1) ella tenнa un estatus superior al del hombre en la ghemcomunidad y que 2) йl no era el marido ni el hermano… Probablemente Ivбn estaba a salvo.

— Veo que ya descubriу usted a los exуticos galбcticos que estaba buscando — dijo lord Yenaro.

Ella le sonriу. El efecto fue deslumbrante y Miles descubriу que, a pesar de que nunca lo conseguirнa, estaba deseando que ella le sonriera. Lord Yenaro, sin duda inmunizado por una vida de exposiciуn a las ghemladies, parecнa indiferente.

— Lord Yenaro, le presento al teniente lord Ivбn Vorpatril de Barrayar y… y… — La muchacha parpadeу como para indicar a Ivбn que debнa presentar a Miles, un gesto tan preciso e imperativo como si hubiera palmeado a Ivбn con un abanico.

— Mi primo, el teniente lord Miles Vorkosigan. — Ivбn suministrу la informaciуn con suavidad, en el momento justo.

— Alн… Ўlos enviados de Barrayar! — Lord Yenaro se inclinу mбs profundamente. Es un placer.

Miles e Ivбn le devolvieron inclinaciones de cabeza no demasiado exageradas pero correctas. Miles se asegurу de que la suya fuera algo menos marcada que la de su primo, un detalle que probablemente no seria muy evidente desde donde se encontraba Yenaro.

— Tenemos una relaciуn histуrica, usted y yo, lord Vorkosigan — dijo Yenaro-. Antepasados famosos. — El nivel de adrenalina de la sangre de Miles se disparу hacia el infinito. Ah, mierda, es pariente del ghemgeneral Estanis y piensa hacerle algo al hijo de Aral Vorkosigan-. Usted es el nieto del general Conde Piotr Vorkosigan, verdad?

Ah. Historia, sн, pero antigua…, no reciente. Miles se relajу.

— Cierto, cierto.

— Yo soy, en cierto modo, su oponente. Mi abuelo fue el ghemgeneral Yenaro.

— Ah, el malogrado comandante de la…? Cуmo la llaman ustedes? La… Expediciуn a Barrayar? El Reconocimiento?

— El ghemgeneral que perdiу la Guerra de Barrayar — dijo Yenaro con toda claridad.

— Pero Yenaro, le parece necesario abordar este tema? — dijo lady Gelle.

Entonces, esa mujer querнa oнr el final de la historia de Ivбn? En serio? Miles habrнa podido contarle una mucho mбs graciosa, ambientada en la йpoca de maniobras de entrenamiento, cuando Ivбn habнa guiado a sus hombres directo hacia una zona de barro pegajoso. Se hundieron hasta la cintura y despuйs hubo que sacarlos a todos con una grъa— flotante…