Querido:

Aún no puedo creer lo que pasó ayer. Nunca imaginé que llegaras a ponerme la mano encima, y menos aún que lo hicieras delante del niño. Es verdad que te he visto agresivo en varias ocasiones, y que me has amenazado otras tantas, aunque nunca perdiste el control. Te mordías el labio de abajo y me señalabas con el puño extendido, pero yo sabía que no te atreverías a pegarme. Sé que me quieres y te perdono por eso, porque yo también te quiero, y porque sé que eres tú el primero en sentir lo que has hecho, que te duele verme llorar. También a mí me duele verte llorar, pidiéndome perdón, abrazándome y secándome las lágrimas mientras yo te las seco a ti.

Ahora estoy más serena y puedo pensar. Espero que esto no se repita. Mi amor, es una frontera peligrosa la que acabas de pasar, la que acabo de pasar yo.

No iré más al supermercado, encargaré la compra por teléfono, para que no tengas sospechas absurdas, espero que me creas cuando te digo que el dueño piropea a todas las señoras, no sólo a mí.

Sólo tuya.