A Prudencia le molesta mucho que su marido la trate de ignorante. Porque una, aunque no tenga estudios, ignorante ignorante no es. Él se cree muy instruido porque escucha la radio todo el día y lo que pasa es que tiene la cabeza llena de ideas de otros. Todo va bien si oye siempre los mismos programas, pero cuando los cambian menudo lío se hace el pobre. Y también piensa que es más ilustrado que ella porque lee siempre el periódico mientras cenan. Se sonríe si Prudencia le hace un comentario, con aires de superioridad y casi con desprecio. ¿Qué entenderás tú? Y digo yo, como de sus cosas no habla con ella, para qué querrá que entienda. Sin embargo, si Prudencia le explica algo que él no comprende, le contesta: Es que tú eres muy lista. Con un tono...

Y es que una mujer no debe enmendarle la plana a su marido. Nunca. Llevan muy mal esa humillación de que su señora esté por encima de ellos en cualquier cosa.

Pero es verdad que Prudencia es muy lista. Sus amigas sí lo saben, porque con las mujeres es distinto, se puede ser lista y no pasa nada. Sus amigas saben lo que es un caldo de cultivo gracias a ella. Una tarde les explicó que la relación con su marido es un caldo de cultivo. Que llegará un día en que recoja la cosecha y entonces se va a enterar, que en el fondo él no se entera de nada porque es un insustancial. Y Prudencia de sustancias sabe mucho.