Pero por supuesto no hay forma de saber dónde fue. Y además, quien la tenga la ocultará; lo sé porque yo misma lo haría. Creo que puedo ser honesta en todos los demás asuntos, pero ya empiezo a advertir que el núcleo y el centro de mi naturaleza es el amor por lo hermoso, una pasión por lo hermoso y que no sería seguro confiarme una luna que perteneciera a otra persona y que esa persona no supiera que yo la tenía. Podría entregar una luna que hubiese encontrado durante el día, porque tendría miedo de que alguien estuviera mirando; pero si la encontrara en la oscuridad, estoy segura de que encontraría alguna excusa para no decir nada sobre ella. Porque realmente amo las lunas, son tan bonitas y tan románticas. Me gustaría tener cinco O seis; nunca me iría a dormir; nunca me cansaría de yacer en la ribera cubierta de musgo y alzar la mirada hacia ellas.

Las estrellas también son buenas. Me gustaría tener algunas para ponérmelas en el pelo. Pero supongo que nunca podré. Les sorprendería saber lo lejos que están, porque no lo parecen. Cuando aparecieron por primera vez, anoche, traté de bajar algunas con una pértiga, pero no llegué, lo que me asombró; después probé con terrones hasta que me cansé, pero no llegué a conseguir ni una. Era porque soy zurda y no puedo apuntar bien. Incluso cuando apuntaba a la que no quería, no podía pegarle a la otra, aunque a veces casi lo logré, porque vi la mancha negra de mi terrón pasar justo en medio de los racimos dorados cuarenta o cincuenta veces, apenas errándoles y si hubiera podido extenderme un poco más tal vez podría haber conseguido una.

Así que lloré un poco, lo cual es natural, supongo, para alguien de mi edad y después de descansar tomé una cesta y partí hacia un sitio en el borde extremo del círculo, donde las estrellas estaban cerca del suelo y podía recogerlas con las manos, lo que sería mejor, en todo caso, porque podría recogerlas entonces con ternura y no romperlas. Pero era más lejos de lo que pensaba y al fin tuve que abandonar; estaba tan cansada que no podía arrastrar los pies un paso más; y además los tenía lastimados y me dolían mucho.

No podía regresar a casa; era demasiado lejos y empezaba a hacer frío; pero encontré algunos tigres y me anidé entre ellos y fue adorablemente cómodo y su aliento era dulce y agradable, porque viven de frutillas. Nunca había visto un tigre antes, pero los reconocí en un minuto por las rayas. Si pudiera tener una de esas pieles, me haría una tánica preciosa.

Hoy me estoy manejando mejor con las ideas sobre las distancias. Estaba tan ansiosa por aferrar cada cosa bonita que trataba de alcanzarla atolondrada, a veces cuando estaba demasiado lejos y a veces cuando no estaba a más de quince centímetros pero parecía un pie: ¡ay, con espinas entremedio! Aprendí una lección; también elaboré un axioma, con mi propia cabeza. Era el primero de todos para mi: El experimento arañado evita la espina. Creo que es muy bueno para venir de alguien tan joven.

Ayer por la tarde seguí al otro Experimento, a cierta distancia, para ver para qué podía servir, si podía. Pero no pude distinguirlo. Creo que es un hombre. Nunca había visto un hombre, pero parecía uno y me sentí segura de que es lo que es. Advierto que siento más curiosidad por él que por cualquiera de los demás reptiles. Si es un reptil y supongo que lo es; porque tiene cabello desaliñado y ojos azules y parece un reptil. No tiene caderas; está rematado en punta como una zanahoria cuando se para, aparta los pies como una grúa; así que creo que es un reptil, aunque puede ser arquitectura.

Al principio le tuve miedo y empezaba a correr cada vez que se daba vuelta, porque creí que iba a perseguirme; pero pronto descubrí que sólo estaba tratando de apartarse, así que después de eso ya no era tímida y en cambio le seguí los pasos, varias horas, a unos veinte metros, lo que lo ponía nervioso y desdichado. Al fin estaba muy preocupado y trepó a un árbol. Esperé un buen rato, después abandoné y me fui a casa.

Hoy pasó lo mismo. Lo hice subir de nuevo al árbol.

Domingo. Todavía sigue ahí arriba. Descansando, al parecer. Pero eso es un subterfugio: el domingo no es el día de descanso; el sábado está señalado para eso. Me parece una criatura que está más interesada en descansar que en cualquier otra cosa. Me cansaría descansar tanto. Me cansa sólo estar sentada y vigilar el árbol. Me pregunto para qué es; nunca lo veo hacer algo.

Devolvieron la luna anoche, ¡y me sentí tanfeliz! Creo que es muy honesto por parte de ellos. Se deslizó hacia abajo y cayó otra vez, pero no me sentí inquieta; no era necesario preocuparse cuando uno tiene ese tipo de vecinos; la volverán a colocar. Me gustaría poder hacer algo para mostrar mi aprecio. Me gustaría enviarles algunas estrellas, porque tenemos más de las que podemos usar. Quiero decir yo, no nosotros, porque puedo ver que al reptil no le importan nada esas cosas.

Tiene gustos ordinarios y no es bondadoso. Cuando fui allí ayer al anochecer se había escurrido hacia abajo y estaba tratando de atrapar los pequeños peces manchados que juegan en la charca y tuve que arrojarle un terrón para hacerlo subir otra vez al árbol y que los dejara en paz. ¿Será que sirve para eso? ¿No tiene corazón? ¿No tiene ninguna compasión por esas pequeñas criaturas? ¿Puede ser que esté pensado y fabricado para un trabajo tan desagradable? Tiene ese aspecto. Uno de los terrones le dio atrás de la oreja y empleó el lenguaje. Me dio un escalofrío, porque era la primera vez que yo oía el habla, salvo la mía. No entendí las palabras, pero parecían expresivas.

Cuando descubrí que podía hablar sentí un interés nuevo por él, porque me encanta hablar; hablo todo el día y en sueños, también, y soy muy interesante, pero si tuviera otro con quien hablar podría ser dos veces más interesante y nunca me detendría, silo deseara.

Si este reptil es un hombre, ¿no es un eso, verdad? Eso no sería gramatical, verdad? Creo que sería un el. Eso creo. En ese caso uno lo analizaría gramaticalmente así: nominativo, él; dativo, paraél; posesivo, deél. Bueno, lo consideraré un hombre y lo llamaré él hasta que resulte ser alguna otra cosa. Esto será más útil que tener tantas incertidumbres.

El domingo de la semana siguiente. Toda la semana lo seguí pisándole los talones y traté de que nos conociéramos. Tuve que encargarme de las palabras, porque él era tímido, pero no me importó. Parecía complacido de tenerme a su alrededor y empleé el "nosotros" sociable con mucha frecuencia, porque ser incluido parecía halagarlo.

Miércoles. Nos estamos llevando muy bien realmente, ahora y conociéndonos cada vez más, lo cual es un buen signo y muestra que a él le gusta tenerme con él. Eso me agrada y estudio para serle útil en cada modo que pueda, como para aumentar su consideración.

Durante el último día o dos le saqué de las manos todo el trabajo de nombrar las cosas y eso ha sido un gran alivio para él porque en ese sentido no tiene ningún don y es evidente que se siente muy agradecido. No puede pensar en un nombre racional para salvarlo, pero le dejo ver que soy consciente de su defecto. Cada vez que aparece una criatura nueva la nombro antes de que él tenga tiempo de exponerse con un silencio embarazoso. No tengo defecto como el de él. En cuanto pongo los ojos sobre un animal sé qué es. No tengo que reflexionar un instante; el nombre correcto brota de inmediato, como si fuera una inspiración, como sin duda lo es, porque estoy segura de que no estaba en mí un minuto antes. Parezco saber, sólo por la forma de la criatura y el modo en que actúa, de qué animal se trata.