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El diagrama en las cenizas tenía dos epicentros; don Juan llamó a uno "la razón", y al otro "la voluntad". "Razón se conectaba directamente con un punto que él llamó "el habla". A través de "el habla", "la razón" se relacionaba indirectamente con otros tres puntos, "el sentir", "el soñar" y "el ver". El otro epicentro, "la voluntad", se conectaba directamente con "el sentir" "el soñar" y "el ver", pero sólo en forma indirecta con "la razón" y "el habla".

Comenté que el diagrama era distinto del que copié años antes.

– La forma de afuera no tiene importancia -dijo-. Estos puntos representan a un ser humano y puedes dibujarlos como se te dé la gana.

– ¿Representan el cuerpo de un ser humano? -pregunté.

– No lo llames el cuerpo -dijo-. Ésos son ocho puntos en las fibras de un ser luminoso. Un brujo dice, como puedes ver en este dibujo, que el ser humano es, primero que nada, voluntad, porque la voluntad se relaciona con tres puntos: el sentir, el soñar y el ver: después, el ser humano es razón. Este es propiamente un centro más pequeño que la voluntad; sólo está conectado con el habla.

– ¿Qué son los otros dos puntos, don Juan?

Se me quedó mirando y sonrió.

– Ahora eres ya mucho más fuerte que la primera vez que hablamos de este diagrama -dijo-. Pero todavía no eres lo bastante fuerte para conocer todos los ocho puntos. Genaro te hablará algún día de los otros dos.

– ¿Tiene todo el mundo esos ocho puntos, o sólo los brujos?

– Podríamos decir que cada uno de nosotros trae al mundo ocho puntos. Dos de ellos, la razón y el habla, los conocen todos. El sentir es siempre vago, pero de algún modo familiar. Pero sólo en el mundo de los brujos llega uno a conocer por completo el soñar, el ver y la voluntad. Y finalmente, en el último borde de ese mundo, encuentra uno los otros dos. Los ocho puntos componen la totalidad de uno mismo.

Me mostró sobre el diagrama que, en esencia, todos los puntos podían conectarse indirectamente.

Volví a preguntar acerca de los dos misteriosos puntos restantes. Me enseñó que solo estaban conectados a "la voluntad": se hallaban aparte de "el sentir", "el soñar" y "el ver", y mucho más lejos de "el habla" y "la razón”. Señaló con el dedo cómo estaban aislados de los demás, y el uno del otro.

– Estos dos puntos jamás se someten al habla ni a la razón -dijo-. Sólo la voluntad puede con ellos. La razón está tan lejos de ellos que es completamente inútil tratar de figurárselos. Ésta es una de las cosas más difíciles de aceptar; después de todo, el fuerte de la razón es razonarlo todo.

Pregunté si los ocho puntos correspondían a zonas, o a ciertos órganos, del ser humano.

– Pues sí -repuso con sequedad y borró el diagrama.

Me tocó la cabeza y dijo que ése era el centro de "la razón” y "el habla". La punta de mi esternón era él centro de "el sentir". La zona debajo del ombligo era "la voluntad". "El soñar" estaba en el lado derecho, contra las costillas. "El ver" en el izquierdo. Dijo que a veces, en algunos guerreros, "el ver" y "el sonar" estaban del lado derecho.

– ¿Dónde están los otros dos puntos? -pregunté.

Me dio una respuesta sumamente obscena y lanzó la carcajada.

– Qué vivo eres -dijo-. Crees que soy un viejo cabrón que anda medio dormido, ¿verdad?

Le expliqué que mis preguntas creaban su propio impulso.

– No andes tan de prisa -dijo-. Ya lo sabrás a su debido tiempo, y después que lo sepas estarás por tu cuenta, tú solo.

– ¿Quiere usted decir que ya no volveré a verlo, don Juan?

– Nunca jamás -dijo-. Genaro y yo seremos entonces lo que siempre hemos sido, polvo en el camino.

Sentí una sacudida en la boca del estómago.

– ¿Qué dice usted, don Juan?

– Digo que todos somos seres sin principio ni fin, luminosos y sin límites. Tú, Genaro y yo estamos pegados, unidos por un propósito que no es decisión nuestra.

– ¿De qué propósito habla usted?

– El de aprender el camino del guerrero. No puedes salirte de él, pero nosotros tampoco. Mientras nuestra misión esté pendiente, nos encontrarás a mí o a Genaro, pero una vez cumplida, volarás libremente y nadie sabe a dónde te llevará la fuerza de tu vida.

– ¿Que hace en esto don Genaro?

– Ese tema no está aún en tu esfera -dijo-. Hoy debo clavar el clavo que Genaro puso, el hecho, de que somos seres luminosos. Somos perceptores. Nos damos cuenta; no somos objetos; no tenemos solidez. No tenemos límites. El mundo de los objetos y la solidez es una manera de hacer nuestro paso por la tierra más conveniente. Es sólo una descripción creada para ayudarnos. Nosotros, o mejor dicho nuestra razón, olvida que la descripción es solamente una descripción y así atrapamos la totalidad de nosotros mismos en un círculo vicioso del que rara vez salimos en vida.

"En este momento, por ejemplo, estás enredado en liberarte de los ganchos de la razón. Para ti es una cosa absurda que ni siquiera se puede imaginar el que Genaro apareciera así nomás al borde del matorral, y sin embargo no puedes negar que tú mismo lo atestiguaste. Tú percibiste que así fue."

Dos Juan chasqueó la lengua. Dibujó cuidadosamente otro diagrama en las cenizas y lo cubrió con su sombrero sin darme tiempo a copiarlo.

– Somos perceptores -prosiguió-. Pero el mundo que percibimos es una ilusión. Fue creado por una descripción que nos dijeron desde el momento en que nacimos.

"Nosotros, los seres luminosos, nacemos con dos anillos de poder, pero sólo usamos uno para crear el mundo. Ese anillo, que se engancha al muy poco tiempo que nacemos, es la razón, y su compañera es el habla. Entre las dos urden y mantienen el mundo.

"Así pues, en esencia, el mundo que tu razón quiere sostener es el mundo creado por una descripción y sus reglas dogmáticas e inviolables, que la razón aprende a aceptar y defender,

"El secreto de los seres luminosos es que tienen otro anillo de poder que nunca se usa, la voluntad. El truco del brujo es el mismo truco del hombre común. Ambos tienen una descripción: uno, el hombre común, la sostiene con su razón; el otro, el brujo, la sostiene con su voluntad. Ambas descripciones tienen sus regias y las reglas se perciben, pero la ventaja del brujo es que la voluntad abarca más que la razón.

"Lo que quiero sugerirte a estas alturas es que, de ahora en adelante, te esfuerces por percibir si lo que sostiene la descripción es tu razón o tu voluntad. Yo siento, por cierto, que esa es la única manera de usar tu mundo diario como un desafío y como un vehículo para acumular suficiente poder personal, a fin de llegar a la totalidad de ti mismo.

"A lo mejor la próxima vez que vengas tendrás lo bastante. De todos modos, espera hasta que sientas, como sentiste hoy junto a la zanja, que una voz interna te dice que lo hagas. Si vienes con cualquier otro espíritu, será una pérdida de tiempo y un peligro para ti."

Observé que, de esperar aquella voz interna, nunca volvería a verlos.

– Vieras lo bien que puede uno actuar cuando tiene la espalda contra el paredón -dijo.

Se puso en pie y recogió un atado de leña. Puso algunas varas secas en la estufa de tierra. Las llamas lanzaban un resplandor amarillento sobre el piso. Apagó la linterna y se acuclilló frente a su sombrero, que cubría el dibujo en las cenizas.

Me ordenó estar en calma, cesar mi diálogo interno, y mantener los ojos en el sombrero. Me esforcé unos momentos y luego tuve la sensación de flotar, de caer desde un acantilado. Era como si nada me soportase, como si no me hallara sentado ni tuviese cuerpo.

Don Juan levantó el sombrero. Debajo había espirales de ceniza. Las observé sin pensar. Sentí moverse las espirales. Las sentí en el estómago. Las cenizas parecieron apilarse. Luego, algo las agitó y esponjó, y de pronto don Genaro estaba sentado frente a mí.