Изменить стиль страницы

– Anthony Aliso llevaba una cazadora de cuero negro el viernes por la noche. ¿Te acuerdas? Una con las solapas…

– Pierdes el tiem…

– Tú lo agarraste por las solapas. Así.

Bosch se acercó a él e hizo el gesto de agarrar las solapas de una chaqueta imaginaria con las dos manos.

– ¿Te acuerdas? Dime que estoy perdiendo el tiempo. Te acuerdas, ¿verdad? Tú lo hiciste, lo agarraste así. Y ahora, ¿quién miente a quién?

Bosch sabía que había acertado porque, aunque Goshen negó con la cabeza, sus ojos pálidos parecían estar recordando el momento en que ocurrió.

– Es curioso. Resulta que esa clase de cuero conserva los aminoácidos de las huellas dactilares; me lo dijo el experto. Tenemos unas huellas majísimas que, por sí solas, son una prueba suficiente para el fiscal del distrito o para un jurado. Suficiente para que yo viniera aquí y suficiente para entrar en tu casa y trincarte.

Bosch esperó a que Goshen lo mirara.

– Y ahora resulta que encontramos esa pistola. Si no quieres hablar más tendremos que esperar a los de Balística, pero, no sé por qué, me huelo que es el arma del crimen.

Goshen golpeó la mesa metálica con las manos, causando un ruido parecido a un disparo.

– Esto es una trampa. Me habéis…

En ese instante Iverson irrumpió en la habitación con la pistola apuntada sobre Goshen.

– ¿Estás bien? -inquirió, moviendo el arma como un policía de televisión.

– -respondió Bosch-. El chico está un poco enfadado, eso es todo. Danos unos minutos más.

Iverson se marchó sin decir otra palabra.

– Bueno, ya lo has intentado -dijo Goshen-. ¿Y esa llamada?

Bosch se volvió a echar hacia atrás.

– Ya puedes llamar, pero en cuanto lo hagas, se acabó la posibilidad de un trato. Porque ése no será tu abogado, sino el de Joey. Aunque te represente a ti, los dos sabemos que defenderá a Joey El Marcas.

Bosch se levantó.

– Supongo que tendremos que conformarnos contigo -comentó-. Te cargaremos toda la culpa.

– Pero no me tenéis, idiota -replicó Goshen-. ¿Huellas? Vas a necesitar más que eso y, en cuanto a la pistola, está claro que es un truco que no va a colar.

– Si tú lo dices… Mañana por la mañana recibiré los resultados de Balística.

Bosch no supo si Goshen lo había comprendido, porque éste estalló.

– ¡Pero si tengo una coartada, joder! ¡No me podéis cargar con este muerto!

– ¿Ah, sí? ¿Cuál es tu coartada? ¿Y cómo sabes cuándo fue asesinado?

– Me preguntaste por el viernes por la noche, ¿no? Pues supongo que fue entonces.

– Yo no he dicho eso.

Goshen se quedó callado e inmóvil durante medio minuto. Bosch vio en sus ojos que su cerebro comenzaba a trabajar. Goshen sabía que había cruzado una línea con lo que acababa de revelar y estaba considerando hasta dónde podía llegar. Bosch retiró la silla y volvió a sentarse.

– Tengo una coartada, así que estoy libre de sospecha.

– Eso lo decidiremos nosotros. ¿Cuál es tu coartada?

– Ya se la diré a mi abogado.

– Te estás perjudicando, Goshen. No pierdes nada por contármelo a mí.

– Excepto mi libertad, ¿no?

– Yo podría salir y comprobar tu historia. Tal vez entonces me plantearía considerar tu versión de que te han colocado la pistola.

– Sí, hombre. Eso es como poner a los presos a cargo de la cárcel. Habla con mi abogado, Bosch. Y tráeme el teléfono de una puta vez.

Tras esposarlo de nuevo, Bosch salió del cuarto y fue a informar a Iverson y Felton de que Goshen había ganado el primer asalto. El capitán le dijo a Iverson que llevara un teléfono a la sala de interrogación para que el sospechoso pudiera avisar a su abogado.

– Podemos ponerlo en remojo -sugirió Felton cuando se quedó a solas con Bosch-. A ver cómo le sienta su primera noche en la cárcel.

– Acaba de decirme que pasó tres años en una prisión de México.

– Eso se lo dice a mucha gente para impresionar. Es como lo de los tatuajes. Después de que apareciera aquí hace un par de años, lo investigamos a fondo y no encontramos nada sobre una cárcel mexicana. Que nosotros sepamos, tampoco ha conducido nunca una Harley, ni solo, ni acompañado por los ángeles del infierno. Creo que unas horas en la cárcel del condado le irán bien. Y con un poco de suerte tal vez tengamos los resultados de balística para el segundo asalto.

Bosch dijo que tenía que usar el teléfono para preguntarle a Billets qué planeaban hacer exactamente con la pistola.

– Como si estuviera en su casa, póngase en cualquier mesa vacía -le ofreció Felton-. Le diré cómo va a ir este asunto, así se lo puede explicar a su teniente. Goshen seguramente llamará a Mickey Torrino, el mejor abogado de Joey El Marcas. Él se opondrá a la extradición e intentará obtener la libertad bajo fianza. La cantidad de la fianza no importa; lo único que quieren es que Goshen pase de nuestras manos a las suyas para poder decidir.

– ¿Decidir qué?

– Si se lo van a cargar. Si Joey piensa que Goshen puede rajarse, se lo llevará al desierto y no volveremos a verlo. Nadie volverá a verlo.

Bosch asintió.

– Llame a su jefa y yo telefonearé a la oficina del fiscal para que trate de conseguir una vista. Cuanto antes mejor; si se llevan a Goshen a Los Ángeles, creo que estará más dispuesto a hacer un trato. Eso si no lo convencemos antes.

– Estaría bien tener los resultados de Balística antes de la vista de extradición. Si Balística demuestra que las pistolas coinciden, seguro que nos lo entregan. El problema es que las cosas en Los Ángeles van muy despacio. Dudo incluso que se haya hecho la autopsia.

– Bueno, llame y luego ya hablaremos.

Bosch telefoneó desde una mesa vacía junto a la de Iverson. Cuando Billets contestó, Harry notó que estaba comiendo. En pocos segundos la puso al día sobre su intento fallido de convencer a Goshen y sobre los planes de que la oficina del fiscal de Las Vegas llevara la vista de extradición.

– ¿Qué quiere hacer con la pistola? -preguntó Harry.

– La quiero aquí lo antes posible. Edgar ha convencido a alguien de la oficina del forense para que haga la autopsia esta tarde. Eso quiere decir que esta noche tendremos las balas y, si nos traes la pistola, podemos llevarlo todo a Balística mañana por la mañana. Hoy es martes. Dudo que se celebre una vista de extradición antes del jueves, y para entonces ya habremos recibido los resultados de Balística.

– De acuerdo. Cogeré el avión.

– Muy bien.

Bosch notó algo extraño en el tono de Billets. Parecía preocupada, y Harry sabía que no era ni por el resultado de Balística ni por lo que estaba comiendo.

– Teniente -le dijo-. ¿Qué pasa? ¿Hay algo que yo no sepa?

Ella vaciló un instante.

– La verdad es que sí.

Bosch comenzó a ruborizarse. Se imaginó que Felton lo había engañado y le había contado a Billets el asunto de Eleanor Wish.

– ¿Qué ha pasado?

– He identificado al hombre que entró en la oficina de Tony Aliso.

– Genial -contestó Bosch, aliviado. Sin embargo, le sorprendió el tono reticente de Billets-. ¿Quién es?

– De genial nada. Era Dominic Carbone, de la DCO.

Bosch se quedó mudo.

– ¿Carbone? ¿Qué coño…?

– No lo sé. Estoy intentando averiguar qué pasa. Me gustaría que estuvieras en Los Ángeles para decidir qué hacemos con todo esto. Goshen puede esperar hasta la vista de extradición; no va hablar con nadie excepto con su abogado. Si vuelves pronto, nos reuniremos todos para discutir el caso. Aún no he hablado con Kiz ni con Jerry porque siguen trabajando en el tema financiero.