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Pensó en la fuerza y resolución en sus ojos después de que él se alimentó de otra mujer delante de ella. De la manera que lo amaba aún cuando había visto a la bestia. De su silenciosa, demoledora belleza y su risa y sus ojos grises metalizados.

Sobre todo pensó en la noche que había salido de la casa de Bella, corriendo sobre el frío con los pies desnudos, hacia sus brazos, diciéndole que no estaba bien…finalmente acudiendo hacia él buscando ayuda.

Sintió algo sobre su cara.

Ah, joder ¿Estaba llorando?

Yup

Y no se preocupó de que fuera a ser suave.

Él miró hacia las piedras del camino de acceso y se sintió herido por el absurdo pensamiento de que eran muy blancos como los reflectores. Y tal era la barrera de contención estucada que corría alrededor del patio. Y la fuente en el centro había sido drenada durante el invierno…

Él se congeló. Entonces abrió los ojos.

Se giró despacio hacia la mansión, levantando la vista hasta la ventana de su habitación.

Su objetivo lo incitó y lo condujo hasta el vestíbulo en una carrera mortal.

****

Mary estaba tendida en la cama del hospital e intentaba sonreírle a Butch, quien estaba sentado en una silla en la esquina con su sombrero y las gafas puestas. Había venido cuando Rhage la había dejado para protegerla y mantenerla segura hasta que cayera la noche.

– No tienes que ser sociable. -Dijo Butch suavemente, como si supiera que luchaba por ser cortés. – Solo haz lo tuyo.

Ella asintió y miró por la ventana. Los intravenosos en su brazo no estaban mal; no le dolía. Entonces otra vez, estaba tan entumecida que podrían haberle martilleado clavos sobre las venas y probablemente no lo habría notado.

Santo infierno. El final había llegado. La ineludible realidad de morir estaba sobre ella. Ninguna salida esta vez. Nada que se pudiera hacer, ninguna batalla que emprender. La muerte no sería un concepto abstracto, sería un acontecimiento muy real, inminente.

Ella no sintió ninguna paz.

No había aceptación. Todo lo que tenía era rabia de…

No quería irse. No quería abandonar al hombre al que amaba. No quería dejar el sucio caos de la vida.

Solo páralo, pensó ella. Que alguien…lo pare.

Cerró los ojos.

Cuando todo se hizo oscuro, vio la cara de Rhage. Y en su mente ella tocó su mejilla con su mano y sintió el calor de su piel, los fuertes huesos debajo. Las palabras comenzaron a marcharse de su cabeza, viniendo de algún lugar que no reconocía, yendo…a ninguna parte, supuso ella.

No permitas que me vaya. No me hagas abandonarlo. Por favor…

Dios, solo déjame quedarme aquí con él y amarlo un poco más. Prometo no desperdiciar los momentos. Lo abrazaré y nunca lo dejaré marchar…Dios, por favor. Sólo páralo…

Mary comenzó a llorar cuando comprendió que rezaba, rezaba con todo lo que había en su interior, abriendo su corazón, suplicando. Cuando llamaba a algo en lo que no creía, una revelación extraña que le llegó en medio de la desesperación.

Entonces esto era por lo que su madre había creído. Cissy no había querido bajarse del paseo de carnaval, no había querido que el carrusel dejara de dar vueltas, no había querido abandonar a Mary…La inminente separación del amor, más que el final de la vida, le había mantenido toda aquella fe viva. Fue la esperanza de tener un poco más de tiempo para amar lo que había hecho a su madre mantener las cruces y contemplar las caras de las estatuas y lanzar las palabras al aire.

¿Y por qué aquellos rezos habían sido dirigidos hacia el cielo? Bien, la cosa tenía sentido, ¿verdad? Incluso cuando no había más opciones para el cuerpo, los deseos del corazón encontraban una salida y como con todo el calor, el amor aumenta. Además, la voluntad de volar estaba en la naturaleza del alma así que su casa tenía que elevarse hacia arriba. Y los regalos realmente llegaban del cielo, como primaveral lluvia y brisa veraniega y la caída del sol y la nieve invernal.

Mary abrió los ojos. Después de parpadear se le aclaró la visión, se concentró en el brillante alba naciente detrás de los edificios de la ciudad.

Por favor…Dios

Déjame quedarme aquí con él.

No hagas que me marche.

Capítulo 49

Rhage corrió hacia la casa, quitándose de encima su trinchera mientras pasaba por el vestíbulo y subía por las escaleras. Dentro de la habitación se quitó el reloj y se puso una camisa y unos pantalones de seda blanca. Después cogió una caja laqueada del estante superior del armario, fue al centro del dormitorio y se puso de rodillas. Abrió la caja, sacó un collar de perlas negras de mármol y se lo puso al cuello.

Se sentó sobre sus talones, poniendo las palmas sobre sus muslos y cerró los ojos.

Reduciendo la velocidad de su respiración, se arrellanó en el lugar hasta que sus huesos, no sus músculos, lo sostuvieron en el lugar. Barrió su mente despejándola todo lo mejor que pudo y luego esperó, pidiendo ser recibido por la única cosa que podría salvar a Mary.

Las perlas se calentaron sobre su piel.

Cuando abrió los ojos se encontró en un brillante patio de mármol blanco. La fuente aquí funcionaba maravillosamente, el agua brillaba, la espumosa agua se elevaba sobre el aire y bajaba sobre el cuenco. Un árbol blanco con flores blancas estaba en una esquina, los pájaros cantores trinaban sobre las ramas las únicas salpicaduras de color en el lugar.

– A qué debo este placer. -Le dijo la Scribe Virgin. -Seguramente no has venido por tu bestia. Te queda bastante tiempo con ello, según recuerdo.

Rhage permaneció arrodillado, su cabeza inclinada, su lengua atada. No sabía como empezar.

– Semejante silencio.-Murmuró la Scribe Virgin. -Es inusual en ti.

– Desearía escoger mis palabras con cuidado.

– Sabio, guerrero. Muy sabio. Considerando para lo que has venido aquí.

– ¿Lo sabe?

– No preguntes. -Reaccionó ella. -Realmente, me canso de tener la necesidad de recordar a la Hermandad esto. Quizás cuando vuelvas les recordarás esta etiqueta a los demás.

– Mis disculpas.

El borde de su traje negro entró en su campo de visión. -Levanta tu cabeza, guerrero. Mírame.

Él suspiró y obedeció.

– Sufres gran dolor.-Dijo ella suavemente. -Puedo sentir tu carga.

– Mi corazón sangra.

– Por esa mujer humana tuya.

Él asintió. -Le pediría que la salvara, si esto no la ofende.

La Scribe Virgin se dio la vuelta distanciándose. Ella flotó sobre el mármol, dando una lenta vuelta al patio.

Él no tenía ni idea de lo que estaba pensando. O si ella estaba considerando lo que le había pedido. Pero todo lo que sabía era que estaba haciendo algo de ejercicio. O caminaba alejándose de él.

– Porque no lo haría, guerrero- Dijo ella mientras le leía la mente. -A pesar de nuestras diferencias, yo no te abandonaría de esta manera. Dime una cosa ¿qué si salvo a tu mujer y no te libro nunca de la bestia? Dejarla vivir significa que deberás permanecer con tu maldición hasta que vayas al Fade.

– Yo felizmente lo mantendría en mi interior.

– Lo odias.

– La amo.

– Bien, bien. Evidentemente lo haces.

Con la esperanza encendida en su pecho. Tenía en la punta de la lengua preguntarle si habían llegado a un trato, si Mary viviría ahora. Pero no iba arriesgar el resto de la negociación jorobando a la Scribe Virgin con otra pregunta.

Ella suavizó su camino hacia él. -Has cambiado un poco desde que mantuvimos aquella reunión privada en el bosque. Y creo que es la única cosa desinteresada que nunca has hecho.

Él exhaló, un dulce alivio cantó por sus venas. -No hay nada que no hiciera por ella, nada que no sacrificara.

– Afortunado para ti, en cierto modo. Murmuró la Scribe Virgin. -Por que además de mantener a la bestia dentro de ti, requiero que dejes a tu Mary.