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– Retrocede. -Chasqueó él. Abrió la boca, alargando sus colmillos al tamaño de los de un tigre.

Esto la hizo hacer una pausa. -Pero tal vez puedo…

– ¿Salvarme o alguna mierda? Oh, de acuerdo. Es tu fantasía, esta es la parte dónde, se supone, me atraviesan tus ojos. Entregando a mi bestia a los brazos de una virgen.

– No soy una virgen.

– Bien, mejor para ti.

Ella extendió su mano, queriendo ponerla sobre su pecho. Directamente sobre su corazón.

Él se apartó de ella, apretándose contra el mármol. Cuando el sudor estalló por todo su cuerpo, estiró el cuello distanciándose y su cara tensa se estremeció. Su pecho moviéndose arriba y abajo, haciendo brillar intermitentemente los anillos de los pezones.

Su voz atenuada hasta que no fue apenas un sonido. -No me toques. No puedo…no puedo soportar ser tocado ¿vale? Duele.

Bella se detuvo.

– ¿Por qué? – Dijo ella suavemente. -Por que te…

– Joder sal de aquí, por favor.- Apenas podía pronunciar las palabras. -Estoy a punto de destruir algo. Y no quiero que seas tú.

– No me harás daño.

Él cerró los ojos. -Maldita seas. ¿Qué pasa con los tipos refinados? ¿Has sido criada para torturar a la gente?

– Buen Señor, no. Solo quiero ayudarte.

– Mentirosa.- Le escupió él, se le abrieron de pronto los ojos. -Eres una mentirosa. No quieres ayudarme, quieres empujar una serpiente de cascabel con un palo para ver lo que hace.

– Eso no es verdad. Al menos…no ahora.

Su mirada fue como el hielo, desalmada. Y su voz perdió toda entonación. -¿Me quieres? Bien. Joder, puedes tenerme.

Zsadist se lanzó sobre ella. La echo al suelo, colocándola sobre su estómago y arrastrando sus manos hacia su espalda. El mármol estaba frío contra su cara cuando estando de rodillas le separó las piernas. Escuchó el sonido de algo que se rasgaba. Su tanga.

Ella se entumeció. Sus ideas no podían seguir el paso de sus acciones y menos podían sus emociones. Pero su cuerpo sabía lo que quería. Enfadado o no, ella lo acogería.

El peso de él la abandonó brevemente y ella escuchó el sonido de una cremallera. Entonces él estuvo sobre ella sin que hubiera nada entre su enorme erección y su centro. Pero él no empujó. Solo jadeó mientras se congelaba en el sitio, su aliento ruidosamente rápido en su oído… ¿Sollozaba?

Su cabeza cayó sobre su nuca. Entonces él se apartó, cubriéndola mientras abandonaba su cuerpo. Colocándose sobre su espalda, él puso sus brazos sobre su cara.

– Oh, Dios. -Gimió él. -…Bella.

Ella quiso tenderle la mano, pero estaba tan tenso que no se atrevió. Con dificultad ella se puso de pie y apartó la mirada de él. Los pantalones de Zsadist estaban sobre sus muslos, su sexo ya no estaba erecto.

Jesús, su cuerpo estaba en malas condiciones. Su estómago hueco. Los huesos de su cadera Saliéndosele de la piel. Era verdad que debía beber solo de las humanas, pensó ella. Y no comía nada en absoluto.

Ella se concentró en las bandas de tatuajes que recubrían sus muecas y su cuello. Y en las cicatrices.

Destrozado. No roto.

Aunque ella se avergonzaba de admitir esto ahora, la oscuridad había sido la parte más grande de su encanto. Era tal anomalía, un contraste para lo que conocía de la vida. Esto lo hacía mucho más peligroso. Excitante. Atractivo. Pero eso había sido una fantasía. Esto era la realidad.

Él sufría. Y no había nada de atractivo o emocionante en ello.

Ella cogió una toalla, se acercó a él, poniéndola con cuidado sobre la carne expuesta. Él saltó y la aferró fuertemente contra él. Cuando elevó la vista hacia ella, el blanco de sus ojos estaba inyectado en sangre, pero no lloraba. Tal vez ella había estado confundida sobre los sollozos.

– Por favor…déjame.- Dijo él.

– Deseo…

– Ve. Ahora. No deseos, no esperanzas. No nada. Sólo déjame. Y nunca te acerques a mí otra vez. Júralo. Júralo.

– Yo…yo lo prometo.

Bella se dio prisa en salir de su dormitorio. Cuando ella estuvo en el pasillo lo bastante lejos, se paró y peinándose con los dedos, intentando alisarlo. Podía sentir su tanga alrededor de la cintura y la dejó allí. No tenía ningún lugar donde dejarla si se la quitaba.

Escaleras abajo al fiesta todavía estaba en plena actividad, pero ella se sintió fuera de lugar, agotada. Se acercó a Mary, se dijeron adiós y buscó por los alrededores algún doggen para que la llevara a casa.

Pero entonces Zsadist entró en la habitación. Se había puesto la ropa de entrenamiento de nylon blanca y llevaba una bolsa negra en la mano. Sin mirarla para nada, se acercó por detrás a Phury, quien estaba a un par de pasos de distancia.

Cuando Phury se giró y vio la bolsa, retrocedió.

– No, Z. No quiero…

– Lo harás, hermano o encontraré a alguien que lo haga.

Zsadist le dio la bolsa.

Phury lo miró fijamente. Cuando cogió la bolsa, su mano tembló.

Los dos salieron juntos.

Capítulo 41

Mary dejó el plato vacío cerca del fregadero y le pasó una bandeja a Rhage para poder recoger juntos todos los envases vacíos. Ahora que la fiesta había terminado, todos ayudaban a limpiar.

Cuando salieron al vestíbulo, dijo ella. -Estoy contenta de que Wellsie y Tohr hallan alojado a John. Me habría gustado verlo esta noche, pero soy feliz de saber que se encuentra en buenas manos.

– Tohr me dijo que el pobre niño no puede salir de la cama, está agotado. Todo lo que hace es comer y dormir. Ah, a propósito, creo que tenías razón. Phury se mezcló con Bella. Pasó mucho tiempo mirándola. Nunca le he visto hacerlo antes.

– Pero después de lo que me dijiste sobre…

Cuando pasaron junto a la magnífica escalera, una puerta oculta debajo de ella se abrió.

Zsadist salió. Su cara estaba golpeada, su camisa de entrenamiento hecha trizas. Había sangre sobre él.

– Oh, mierda. -murmuró Rhage.

El hermano los pasó, los oscuros ojos vidriosos no mirándolos. Su pequeña sonrisa de satisfacción parecía totalmente fuera de contexto, como si hubiera disfrutado de una buena comida o tal vez buen sexo en vez de conseguir que el infierno santo lo golpeara. Subió arriba despacio, una pierna no la doblaba bien.

– Mejor que vaya a limpiar a Phury. -Rhage le dio la bandeja a Mary y la beso ligeramente. -Yo podría tardar un rato.

– Porque Phury…Oh…Dios.

– Sólo por que lo obligó. Esa es la única razón, Mary.

– Bien…quédate mientras lo necesites.

Pero antes de que entrara en el pasaje, Phury salió llevando el equipo de ejercicios. Se veía tan agotado como Zsadist, pero no tenía ninguna señal sobre él. No, eso no era correcto. Sus nudillos estaban amoratados y agrietados. Y tenía manchas de sangre en el pecho.

– Hey, hombre. -Dijo Rhage.

Phury miró a su alrededor y pareció asustarse de encontrase donde estaba.

Rhage se puso delante suyo. -¿Mi hermano?

Sus sobresaltados ojos lo enfocaron. -Hey.

– ¿Quieres ir arriba? ¿Un poco de guarida?

– Oh, si, no. Estoy bien. – Sus ojos saltaron hacia Mary. Mirándola desde la distancia. – Yo, ah, estoy bien. Sí, de verdad. ¿Imagino que la fiesta ya ha terminado?

Rhage cogió la bolsa. La camisa rosa pálido de Phury sobresalía de ella, cogida con la cremallera.

– Vamos, subamos juntos.

– Deberías quedarte con tu mujer.

– Ella lo entiende. Vamos juntos, mi hermano.

Los hombros de Phury se hundieron sobre su torso. -Sí, de acuerdo. Sí, yo no…yo preferiría no estar solo ahora mismo.

Cuando Rhage finalmente regresó a su habitación y de Mary, supo que estaría dormida, por lo que cerró la puerta silenciosamente.

Había una vela encendida sobre la mesita de noche y con el brillo vio que la cama era un lío. Mary había empujado el edredón y esparcido las almohadas. Ella estaba de espaldas, el adorable camisón blanco retorcido alrededor de su cintura, subiendo sobre sus muslos.