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– Apuesto. Sí, esa es la palabra. Dime algo, ¿le quieres lo suficientemente mal como para estar conmigo?

El calor afloró en ella, un fuego encendido por las palabras que le decía y el modo en que la miraba con el sexo en sus ojos. Pero entonces comprendió lo que él le había dicho.

– Lo siento, no entiendo…

– Mi gemelo es célibe desde la lengua hasta los pies. Tengo miedo de ser lo más cerca que estarás de Phury. – Hizo el sonido chasquear la lengua. -Pero soy un pobre substituto ¿verdad?

Bella se puso la mano en el cuello, ahogándose ante las imágenes de estar bajo el cuerpo de Zsadist mientras él se movía en su interior.

¿Cómo se sentiría? ¿Ser tomada por él? Su parte imprudente deseaba saberlo.

Oh, Dios. Solo pensar en ello hacía que temblase.

Zsadist rió con serenidad.

– ¿Te he impresionado? Lo siento. Solo intentaba ayudarte a salir de una dura y difícil situación. Del deseo de algo que no podrás tener debe ser una perra. – Sus ojos se cernieron sobre su garganta. -Yo mismo, nunca he tenido ese problema.

Mientras ella tragaba, él controló el movimiento. -¿Problema? -Susurró ella.

– Lo que quiero, lo tomo.

Sí, pensó ella. Seguramente lo haces, verdad.

En una ardiente ráfaga, se lo imaginó mirándola hacia abajo mientras sus cuerpos estaban juntos, a pocas pulgadas de su cara. En su fantasía la tenía levantada con su brazo. Ella quería pasar la yema de su dedo a través de su cicatriz hasta la boca. Solo saber lo que sentiría él.

Con rápido movimiento, Zsadist esquivó el contacto, sus ojos llameaban como si lo hubiera impresionado. La expresión fue rápidamente ocultada.

Con voz lacónica, la fría voz de él dijo. -Cuidado, mujer. Muerdo.

– ¿Alguna vez dirás mi nombre?

– ¿Tomamos algo de beber, Bella? -Phury intervino. La tomó del codo. -La barra está en la sala de billar.

– Sí, llévatela. -Dijo Zsadist arrastrando las palabras. -Eres un héroe tan bueno, mi hermano. Siempre salvando a alguien. Y deberías saber, que ella piensa que eres apuesto.

La cara de Phury se tensó, pero no le respondió mientras la conducía a través del vestíbulo.

Cuando ella se giró, Zsadist había desaparecido.

Phury le dio a su brazo un tirón para captar su atención. -Tienes que mantenerte alejada de él. -Cuando ella no le respondió, el guerrero la levó a una esquina y la agarró por los hombros. -Mi gemelo está hecho pedazos. ¿Entiendes la diferencia? Con lo roto, tal vez puedas arreglarlo. ¿Con lo arruinado? Todo lo que puedo hacer es esperar para enterrarlo.

Su boca se abrió ligeramente. -Eso es…insensible.

– Esa es la realidad. Si él muere antes de que lo haga yo, me matará. Pero eso no cambia lo que es.

De forma significativa ella se separó del hombre. -Mantendré este en mente. Gracias.

– Bella…

– ¿No vas a conseguirme una bebida?

Capítulo 39

O estaba aparcado delante del altísimo edificio de apartamentos. La monolítica monstruosidad era uno de los más altos de Caldwell, sistemas de lujo, un intento de desarrollo al otro lado de la orilla. El apartamento de C estaba sobre el piso veintiséis de cara al agua.

Pretencioso. Seriamente pretencioso.

La mayor parte de los lessers vivían en agujeros de mierda porque la Sociedad creía que el dinero debía ir a donde estaba la guerra. C se escapó con un estilo llamativo por que podía permitírselo. Había sido un malcriado chico rico antes de haber entrado en los años setenta y de algún modo había mantenido su dinero. El tipo era una combinación insólita: un amateur con tendencias de asesino en serie.

Como era después de las diez no había ningún portero y la apertura de la cerradura electrónica sería trabajo de un momento. O tomó el ascensor de acero y cristal hasta el piso veintisiete y bajó las escaleras, más por hábito que por necesidad. No había ninguna razón para pensar que alguien daría una mierda por quien era o a dónde iba. Además, el edificio era un pueblo fantasma esta noche, los residentes del Euro-trash estarían tomando éxtasis y coca en el centro de la ciudad en el Zero Sum.

Llamó a la puerta de C.

Esta era la quinta dirección que había visitado de la lista que le había dado el Sr. X de los miembros incontados y la primera de las incursiones de esta noche. La tarde anterior, había tenido éxito. Uno de los asesinos había estado fuera del estado, había decido de motu propio echarle una mano a un compinche en D.C. Dos del AWOLs, que habían sido compañeros de habitación, habían sido heridos metiéndose en una pelea el uno con el otro; estaban curándose y estarían en línea en un par de días. Al final el lesser había estado perfectamente sano en un SOB quien solo había estado en el tubo y a su alrededor. Bien, perfectamente sano, que fue, antes de que él hubiera tenido un desafortunado accidente cuando O se marchaba. Pasaría una buena semana antes de poderse levantar y controlar otra vez, pero la visita seguramente habría clarificado sus prioridades.

Era gracioso como un par de rótulas rotas podían hacer esto a un tipo.

O golpeó otra vez sobre la puerta de C y luego escogió la cerradura. Cuando abrió la puerta, retrocedió. Oh, mierda. El lugar olía fatal. Como basura podrida.

Se dirigió a la cocina.

No, no era la basura. Era C.

El lesser estaba boca abajo en el suelo, sobre un fondo de sangre negra a su alrededor. Al alcance de su mano, había algunas vendas y aguja e hilo, como si hubiera intentado arreglarse. Al lado del material de primeros auxilios estaba su BlackBerry y el teclado numérico estaba cubierto de sangre. El monedero de una mujer, también manchado, estaba al otro lado.

O hizo rodar a C. El cuello del asesino había sido acuchillado, un buen corte profundo. Y considerando el camino la piel había sido cauterizada, la rebanada había sido hecha por una de las repugnantes dagas negras de la Hermandad. Hombre, lo que tenían en aquel metal parecía ácido activo en la herida del lesser.

La garganta de C funcionaba, echando sonidos guturales, demostrando que de hecho estaba un poquito muerto. Cuando trajo a colación su mano, había un cuchillo en ella. Unos cortes marcaban su camisa, como si hubiera intentado apuñalarse en el pecho, pero hubiera carecido de la fuerza para finalizar el trabajo.

– Está en mala forma, mi hombre. – Dijo O, llevándose la lámina. Se sentó sobre sus talones, mirando como se agitaba el tipo en el lento movimiento. Estando de esa manera sobre su espalda, brazos y piernas se movían inútilmente, parecía como un bicho de junio abandonando un fantasma.

O echó un vistazo al bolso.

– ¿Tomando un modo de vivir alternativo, C? -Recogió la cosa y examinó el contenido. Botella de medicación. Pañuelos. Tampón. Teléfono móvil.

Hola, cartera.

Sacó el permiso de conducir. Pelo castaño. Ojos grises. Imposible de saber si era un vampiro o una humana. La dirección era Route 22 en los palos.

– Dígame si esto es correcto. -Dijo O. -Usted y uno de los hermanos estuvieron cara a cara. El guerrero iba con una mujer. Escapó después ser acuchillado y cogió el monedero antes de poder terminar el trabajo sobre la compañera del hombre. El problema fue que sus heridas fueron demasiado severas y ha estado aquí después de llegar a casa. ¿Cómo estoy haciéndolo?

O metió la cartera en el bolso y miró al hombre. Los ojos de C rodaban a su alrededor, como canicas que caían mientras se le desinflaba la cabeza.

– Sabe, C, si esto dependiera de mi, solamente lo abandonaría aquí. No se si es consciente de esto, pero cuando abandonamos nuestra existencia, volvemos a Omega. Créame, que lo que va a encontrar al otro lado con él le va a parecer que lo que siente ahora son unas vacaciones de mierda. -O miró a su alrededor. -Lamentablemente, hace que este lugar apeste. Algún humano va a entrar y tendremos problemas.