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No era mi intención. Estoy poniendo un ejemplo gráfico de los efectos del impulso sexual en las personas. No estoy juzgando moralmente al profesor, ni tampoco a la alumna que decide tentarlo o seducirlo, movida, aunque ella no lo sepa, porque su aura de macho alfa, portador de unos genes ídem que podrá derramar en su útero, excita en sentido correlativo y complementario (aunque muy probablemente tampoco sea lo más conveniente para ella) su propio apetito sexual…

¿Es necesario describirlo de forma tan desagradable?

¿No íbamos a ser crudamente sinceros? El sexo es cruel. Inoportuno. Absurdo. Y cuanto más cruel, más inoportuno, y más absurdo, más poderoso. Frente a él, antes o después, hay sólo dos opciones: o domarlo o dejarse arrastrar por él. Y si uno elige lo segundo, debe saber que tal vez esté eligiendo su perdición. Mira lo que le pasó nuestro fray Francisco. ¿Por qué? Porque nada era más absurdo e inoportuno que desear ponerles encima la mano a las monjitas cuyas almas le habían encargado dirigir. Y por eso mismo, nada podía resultarle más brutal e irresistiblemente deseable. Cedió al deseo y se arruinó la vida.

Vale. Pero estamos en el siglo XXI. Y no hablamos de la vida sexual de frailes y monjas, sino de la del resto de la gente. Para la que hoy, afortunadamente, el sexo es algo natural.

¿Y eso lo resuelve todo? Reflexiona un poco. ¿La diferencia es que ahora para la gente el sexo es algo natural? ¿Y cuándo no lo ha sido? De ahí el afán de la Inquisición, en su primera época, por enseñarle a la población que la simple fornicación, *el sexo entre no casados, era para la Iglesia un pecado mortal, de lo que casi nadie era consciente. Al final lo aprendieron, y aprendieron a esconderse, pero siguieron haciendo de todo, que para eso estaba la confesión, para lavarlo. Y aún aquello que no lavaba se siguió practicando con frenesí. En los archivos de la Inquisición se observa la frecuencia con que se procesaba y condenaba por cierto delito de índole sexual. ¿Sabes cuál?

Sí, lo sé. Ya te dije que estudié las estadísticas. La sodomía.

Bingo. Y lo que ves ahí es sólo la punta del iceberg. Muchos la practicaban, como método anticonceptivo. Los que terminaron respondiendo de ello ante la Inquisición fueron los que se pelearon con la mujer o le pusieron los cuernos y tuvieron la mala fortuna de que a ella se le ocurriera esa desproporcionada manera de hacérselo pagar.

Estoy tratando de averiguar qué quieres decirme con todo esto.

Que el sexo, aunque muchos lo trivialicen y se lo tomen como un entretenimiento, puede ser una fuerza devastadora. Y que la liberación sexual no lo ha vuelto más inofensivo. Al contrario.

¿Y en qué te basas para afirmar eso?

Antes, con todo, la moral oficial lograba imponer ciertas restricciones al flujo del impulso sexual, lo que mal que bien limitaba su potencial destructivo. Ahora cualquiera puede entrar en Internet y encontrarse de todo, gratis y en cantidades ilimitadas. Si el sexo es como una droga, y sus efectos en el cerebro sugieren que lo es, ahora los yonquis disponen de un hipermercado con los estantes rebosantes de heroína. Y se ponen morados. Hasta que enloquecen, y cruzan todos los límites. Para muestra, las redes de pederastas. ¿Quién, que no haya perdido por completo sus facultades mentales y morales, puede disfrutar mirando fotos donde se abusa de bebés? Pero ya ves. En cada redada caen más. Y cada vez se trata de ciudadanos más normales.

Ajá. Y ante ese panorama, ¿qué hay que hacer, según tú? ¿Promoverla abstinencia? ¿Prohibir la pornografía?

Líbreme Dios de pensar que debe prohibirse a un adulto que haga lo que quiera sin perjudicar ni ejercer violencia sobre nadie. Y espero que nadie se sienta nunca autorizado a prohibírmelo a mí.

¿Entonces?

La pregunta era, si no recuerdo mal, por qué rehuí el sexo contigo.

Pues sí. Gracias por volver a la cuestión.

Me gusta el buen vino. No quiero que se deje de vender y tampoco pienso dejar de beberlo. Pero sé que el alcohol puede ser peligroso y que en ciertas circunstancias más vale evitarlo. Por ejemplo, si vas a conducir un coche, o a cerrar un trato. Y entonces, me reprimo.

Me he perdido otra vez.

Me gusta el sexo. Me fastidiaría si me lo prohibieran o lo restringieran y no pienso abstenerme de él. Pero sé que puede ser peligroso y que en ciertas circunstancias más vale evitarlo. Y entonces, me reprimo.

¿Y qué te lleva a reprimirlo conmigo?

Hemos compartido otras cosas. Que el sexo podría estropear.

No me lo creo. ¿No habrá otra razón?

Bueno. Tal vez haya otra.

Creo que merezco saberla. ¿No te parece?

Tal vez prefiera el sexo con mujeres con las que no sienta la afinidad de pensamiento que siento contigo.

¿Y eso por qué?

Porque con ellas puedo guardar mejor la distancia. Lo que me permite mantener el poder destructivo del sexo bajo control. Y sobre todo, no corro el riesgo de que me lleve a otras cosas.

A que salga de caza tu ángel exterminador…

Por ejemplo.

A mí no me da ningún miedo, ese ángel tuyo. No sé con qué clase de mujeres has tratado hasta aquí. Pero yo soy mayorcita. Y no dejo que me hagan daño así como así.

¿Estás segura?

Bastante. Así que, si entiendo bien, las razones son particulares. No es que tu moral te prohíba mantener relaciones sexuales. Y tampoco te prohíbe tenerlas a través de Internet.

En absoluto. Me parece una solución óptima. Ofrece variedad, limpieza y sobre todo protección. Lo que en la vida real puede ser lamentable, en el espacio virtual puede ser muy satisfactorio. Es lo bueno que tiene la red. Es una especie de filtro. Deja pasar sólo lo que te interesa. Lo que especialmente a efectos sexuales resulta muy conveniente.

Estoy de acuerdo.

Volvemos a lo de antes. El sexo es inoportuno y absurdo. Tanto, que uno puede experimentar un deseo arrollador por una persona odiosa, estúpida, o insoportable, o con la que a uno no deba relacionarse por mil razones. En la vida real, haría falta sostener en mayor o menor medida un simulacro, sin duda penoso, si quisieras tener sexo con ella. En un encuentro virtual, en cambio, puedes reducirla a su mera sexualidad, con la legitimidad que te da saber que ella hace otro tanto. Lo que minimiza las penalidades y maximiza el placer.

Pero hay otra posibilidad, que no está reñida con la anterior. La red también te ofrece la oportunidad de conocer a gente con la que puedes tener una conexión más profunda, y que está lejos de tu entorno físico. Y te abre canales para localizarla. Siguiendo tus intereses o tus inquietudes, por ejemplo.

Sí, pero es más raro. Y ahí el sexo puede ser una distorsión. Conviene aplicar el filtro al revés, para en este caso, no dejarlo pasar.

No estoy de acuerdo, Inquisidor. Y me molesta mucho que me apliques el filtro. Si alguien te interesa, o lo sientes próximo, en cualquier sentido, por qué no explorarlo todo.

A eso obedece tu proposición del otro día.

A la que aún no has respondido. Bueno, me has reconocido que hasta aquí has eludido el asunto. Y las razones por las que lo has hecho. Pero no sé si esas razones son irrevocables.

Nada humano es irrevocable.

Entonces, ¿has considerado la posibilidad?

Claro. No he dicho que no haya deseo. Sino que lo he reprimido.

Si te vale mi opinión, creo que te haría bien.

Podemos perder otras cosas. ¿Lo has tenido en cuenta?

No vamos a perder nada.

Hemos hablado demasiado. Ya no podrá ser mero sexo.

Y qué. A mí no me importa mezclar sabores.

Hay algo que quiero que tengas claro. Por si te has hecho otra idea.

Qué.

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* En castellano en el original. (N. del e./t.)