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– Et tu, Brute? -dijo Duane.

– ¿Qué quiere decir esto? -preguntó Harlen, entrecerrando los ojos.

Duane volvió al juego de la cuna.

– Es lo que dijo César cuando Bruto le preguntó si había comido alguna hamburguesa de Harlen aquel día.

– Bueno -dijo Dale-, decidamos esto. Yo tengo que ir a segar el césped.

– Y yo tengo que ayudar a mi padre a limpiar el depósito del camión de la leche esta tarde -dijo Kevin-. Decidamos.

– Decidamos ¿qué? -dijo Harlen-. ¿Si vamos a seguir a Roon y a Double-Butt para ver si mataron y se comieron a Tubby Cooke?

– Sí -dijo Mike-. O si saben lo que le pasó y lo están encubriendo por alguna razón.

– ¿Quieres tú seguir a Van Syke? -preguntó Harlen a Mike-. Ese tipo es el único de los extraños personajes de Old Central que está lo bastante majareta como para matar a un niño. Y nos mataría a nosotros si descubriese que le seguíamos.

– Yo me encargaré de Van Syke -dijo Mike-. ¿Quién quiere seguir a Roon?

– Yo -dijo Kevin-. Nunca va a ninguna parte, salvo al colegio y a la habitación que tiene alquilada; no creo que sea difícil seguirle.

– ¿Y quién se encarga de la señora Doubbet? -preguntó Mike.

– ¡Yo! -dijeron Harlen y Dale al mismo tiempo.

Mike señaló a Harlen.

– Ocúpate tú de ella. Pero procura que no se dé cuenta de que la estás siguiendo.

– Me confundiré con los árboles.

Lawrence derribó la presa de Harlen con su palo.

– ¿Qué haremos Dale y yo?

– Alguien debería vigilar a Cordie y a su familia -dijo Mike-. Tubby podría volver mientras nos estuviésemos moviendo por ahí y no nos enteraríamos.

– ¡Oh! -dijo Dale-. Viven lejos, junto al vertedero.

– No tenéis que ir cada hora. Sólo echarles un vistazo cada día o cada dos días, observar si Cordie viene al pueblo, y cosas por el estilo.

– Está bien.

– ¿Y qué hará Duane? -dijo Kevin.

Mike arrojó una piedra a la charca y miró a los ojos al chico más corpulento.

– ¿Qué quieres hacer, Duane?

El cordel de Duane parecía ahora la telaraña de Lawrence por su complejidad. Suspiró y se sumió en una intrincada figura con la cuerda.

– Lo que vosotros queréis hacer es realmente una locura. Queréis saber si Old Central está de algún modo detrás de esto. Por tanto, yo seguiré a Old Central.

– ¿Crees que podrás con esto, bola de sebo? -preguntó Harlen.

Había ido hasta el borde de la alcantarilla y estaba orinando en la oscura charca.

– ¿Qué quieres decir con eso de seguir a Old Central? -preguntó Mike.

Duane se frotó la nariz y se ajustó las gafas.

– Estoy de acuerdo en que hay algo extraño en esa escuela. Lo investigaré. Buscaré alguna información sobre antecedentes. Tal vez pueda averiguar también algo sobre Roon y los demás.

– Roon es un vampiro -dijo Harlen, sacudiendo las últimas gotas y subiendo la cremallera del pantalón-. Van Syke es un hombre lobo

– ¿Y la vieja Double-Butt? -preguntó Lawrence.

– Es una vieja puta que pone muchos deberes.

– ¡Eh! -dijo Mike-. Cuida tu lenguaje delante del peque.

– Yo no soy un peque -dijo Lawrence.

Mike dijo a Duane:

– ¿Dónde encontrarás esa información?

El muchachote se encogió de hombros.

– Casi no hay nada en lo que llaman biblioteca en Elm Haven, pero trataré de encontrar algo en Oak Hill.

Mike asintió con la cabeza.

– Está bien, podemos volver a reunirnos dentro de un par de días

Se interrumpió. Uno o dos coches habían pasado por la carretera mientras ellos hablaban, arrojando gravilla entre las hojas y levantando nubes de polvo al pasar; pero ahora el zumbido fue tan fuerte que pareció que un semirremolque rodase sobre sus cabezas. El camión se detuvo con un chirrido de frenos.

– ¡Shhhh! -susurró Mike, y los seis se tumbaron de barriga al suelo como si así pudiesen esconderse más.

Harlen se retiró de la salida.

Se oyó el ruido de un motor en punto muerto y luego el de una puerta de camión al abrirse, al tiempo que descendía un hedor espantoso que envolvía como un gas invisible pero letal.

– ¡Maldita sea! -murmuró Harlen-. El camión de recogida de animales.

– Cállate -susurró Mike, y Jim obedeció.

Unas botas crujieron sobre la gravilla encima de ellos. Después, silencio, mientras Van Syke o quien fuera se plantaba sobre la orilla de la carretera, directamente encima de la charca.

Dale cogió el palo que había dejado caer Lawrence y lo levantó como una delgada cachiporra. La cara de Mike estaba blanca como la leche. Kevin miró a los otros a su alrededor, moviendo la nuez. Duane cruzó las manos entre las rodillas y esperó.

Algo pesado se deslizó entre las hojas y cayó con un chasquido dentro de la charca, salpicando de agua a Harlen.

– ¡Mierda! -exclamó éste, e iba a decir algo más cuando Mike le tapó la boca con la mano.

Crujió de nuevo la gravilla y después se oyó un ruido de maleza al partirse, como si Van Syke empezase a bajar la cuesta.

Se escuchó el motor de otro coche, al bajar un automóvil o una camioneta por la pendiente del cementerio del Calvario. Luego, el chirrido de unos frenos y el sonido de un claxon.

– No puede pasar -murmuró Kevin.

Mike asintió con la cabeza. Las pisadas entre los matorrales se detuvieron y volvieron atrás. Una portezuela se cerró de golpe y el camión subió cuesta arriba, hacia la Taberna del Arbol Negro, con un chirrido de cambio de marchas. El coche que iba detrás de él hizo sonar de nuevo el claxon. Poco después volvió a reinar el silencio y casi desapareció el hedor. Casi.

Mike se levantó y caminó hasta el borde de la alcantarilla.

– ¡Maldición! -murmuró.

Mike casi nunca maldecía.

Los otros se agruparon en el extremo del conducto subterráneo.

– ¿Qué diablos es? -susurró Kevin.

Se tapó la cara con la camiseta para librarse del olor que parecía surgir del agua oscura.

Dale miró por encima del hombro de Kevin. Las ondas y el fango revuelto se estaban posando; el agua no era del todo clara pero podía distinguir una carne blanca, un vientre hinchado, unos brazos delgados, unos dedos y unos ojos castaños muertos que parecían mirar a través del agua.

– ¡Oh, Dios mío! -exclamó Harlen-. Es un bebé. Ha arrojado un bebé muerto aquí.

Duane cogió el palo de Dale, se tumbó de bruces, metió el brazo dentro del agua y pinchó aquella cosa muerta, haciendo que se volviese. Se movieron pelos en los brazos del cadáver y los dedos parecieron agitarse. Duane hizo que la cabeza casi subiese hasta la superficie.

Los otros muchachos se echaron atrás. Lawrence se marchó al otro extremo de la alcantarilla, gimiendo ligeramente, a punto de llorar.

– No es un bebé -dijo Duane-. Por lo menos no es un bebé humano. Me parece un macaco de la India.

Harlen estiró el cuello para mirar, pero sin acercarse más.

– Si es un mono, ¿dónde está la piel?

– Pelos -dijo distraídamente Duane. Utilizó otro palo para dar una vuelta a aquella cosa. La espalda emergió en la superficie del agua y pudieron ver claramente la cola. También era lampiña-. No sé cómo habrá perdido el pelo. Tal vez estaba enfermo. Tal vez alguien lo coció.

– Lo coció -repitió Mike, contemplando la charca con una expresión de asco infinito.

Duane soltó aquella cosa y todos observaron cómo se posaba de nuevo en el fondo. Los dedos se movieron, como señalándolos o despidiéndose de ellos.

Harlen tamborileó en el techo de cemento, con un ritmo tenso.

– Oye, Mikey, ¿todavía quieres encargarte de Van Syke?

Mike no se volvió.

– Sí -dijo.

– Salgamos de aquí -dijo Kevin.

Salieron a gatas, aplastando hierbajos en su prisa por llegar a las bicicletas, y estuvieron vacilando un momento allí antes de pedalear cuesta arriba. El hedor flotaba todavía en el aire.

– ¿Y si vuelve? -murmuró Harlen, diciendo lo que Dale estaba pensando.