Una prostituta jamaicana del Slapersteeg también recordaba a Ruth Cole
– Era menuda, dijo que se había perdido -informó a Harry-. La tomé del brazo y salimos del callejón. Me sorprendió que tuviera el brazo derecho tan fuerte
¡Fue entonces cuando el sargento Hoekstra se dio cuenta de que también él había visto a la mujer misteriosa! De repente recordó a aquella mujer a la que había seguido por De Wallen una mañana, muy temprano, y que caminaba con un estilo atlético. Era menuda, desde luego, pero parecía fuerte y no le dio la impresión, ni mucho menos, de que estaba "perdida". Se la veía muy resuelta, y Harry la siguió no sólo porque parecía fuera de lugar en aquellos parajes, sino también por su extraordinario atractivo (¡por no mencionar que le resultaba vagamente familiar! Era increíble que Harry no la reconociera por las fotos en las sobrecubiertas de sus libros). Cuando Harry se dio cuenta de que ella reparó en que la seguía, regresó a la comisaría en la Warmoesstraat
Por último, el policía habló con las dos prostitutas gordas de Ghana. La turista desconocida se había detenido en el Stoofsteeg el tiempo suficiente para preguntarles de dónde eran. Las mujeres, a su vez, preguntaron a Ruth Cole por su procedencia, y ella les dijo que de Estados Unidos. (Lo que Harry supo gracias a las prostitutas de Ghana, a saber, que su testigo era estadounidense, resultaría ser una información más importante de lo que al principio había sospechado.)
Nico Jansen estaba sentado ante el ordenador. Se encontraba en un callejón sin salida. El tubo de revestimiento Polaroid con el tapón de rosca azul marino podía haber sido adquirido tanto en Amsterdam como en Zurich. El hecho de que, según la testigo misteriosa, el asesino pareciera un topo, que jadeara, que fuese estrábico y tuviera los ojos "casi totalmente cerrados"… ¿de qué servirían todos esos datos si en Zurich no había una huella dactilar que coincidiese con la del tubo de revestimiento Polaroid que tenían en Amsterdam?
La testigo había pensado en la posibilidad de que el asesino trabajara para la SAS, la línea aérea escandinava, pero esto resultó ser una pista falsa. A pesar del examen de las huellas dactilares de todos los empleados varones que trabajaban en el departamento de seguridad de la SAS, no se encontró ninguna huella coincidente
El asesino fue capturado gracias a que Harry Hoekstra sabía bien el inglés y, además, entendía el alemán. Resultó que la información más importante en el relato de la testigo era la observación de que el asesino hablaba un inglés que parecía tener acento alemán
Nico Jansen le comunicó a Harry que los detectives estaban en un callejón sin salida con respecto al asesinato. Al día siguiente, Harry revisó de nuevo el informe de la testigo y, de repente, vio algo que se le había pasado por alto. Si la lengua nativa del asesino era el alemán, existía la posibilidad de que SAS no fuese la tal SAS, pues tanto en alemán como en holandés las vocales a y e se pronuncian de una manera distinta a la inglesa. A un oyente norteamericano, SES le habría sonado como SAS. El asesino no tenía nada que ver con la línea aérea escandinava
¡Se ocupaba de algo relacionado con la seguridad para una empresa llamada SES!
Harry no tuvo necesidad de utilizar el ordenador de Nico Jansen para averiguar qué significaba SES. La Cámara de Comercio Internacional le ayudó de buen grado a encontrar una empresa que respondiera a esas siglas en una ciudad de habla alemana, y en menos de diez minutos Harry había identificado al patrono del asesino. La venerable Schweizer Elektronik und Sicherheitssysteme (SES) estaba ubicada en Zurich y se dedicaba a diseñar e instalar alarmas de seguridad para bancos y museos en toda Europa
Harry experimentó cierto placer al encontrar a Nico Jansen en la sala de detectives, donde las pantallas de los ordenadores siempre daban a sus caras un resplandor antinatural y los bombardeaban con sonidos no menos antinaturales
– Tengo algo para que lo metas en tu ordenador, Nico -le dijo Harry-. Si quieres, hablaré yo con tu colega en Zurich; mi alemán es mejor que el tuyo
El detective de Zurich se llamaba Ernst Hecht y le faltaba poco para la jubilación. Suponía que nunca llegaría a descubrir quién había matado, casi seis años atrás, a la prostituta brasileña en la zona de la Langstrasse. Pero la Schweizer Elektronik und Sicherheitssysteme era una empresa pequeña, aunque importante, que fabricaba alarmas de seguridad. Como medida de protección, a cada empleado de la empresa que hubiera diseñado o instalado un sistema de seguridad para un banco o un museo se le tomaban las huellas dactilares
El pulgar cuya huella coincidía con la huella encontrada en el tubo de revestimiento Polaroid pertenecía a un ex empleado, un ingeniero especializado en alarmas de seguridad llamado Urs Messerli. Este hombre estuvo en Amsterdam en el otoño de 1990 para hacer el presupuesto de la instalación de un sistema de detección de fuego y movimiento en un museo de arte. Entre sus elementos de trabajo, se contaba una vieja cámara Polaroid que utilizaba película Land 4 x 5, del tipo 55, cuyos positivos en blanco y negro preferían todos los ingenieros de SES. Eran unas fotografías de gran formato, y Messerli había tomado más de seis docenas de ellas en el interior del museo de arte amsterdamés, con objeto de saber cuántos dispositivos de detección de fuego y movimiento serían necesarios y dónde habría que instalarlos con exactitud
Urs Messerli ya no trabajaba en SES porque estaba muy enfermo. Se encontraba en un hospital, al parecer muriéndose de una infección pulmonar relacionada con un enfisema que empezó a padecer quince años atrás. (Harry Hoekstra pensó que un enfermo de enfisema probablemente producía al respirar los mismos sonidos que un asmático.)
El Universitátsspital de Zurich era famoso por los cuidados que prodigaba a los pacientes de enfisema. Ernst Hecht y Harry no tenían que preocuparse por si Urs Messerli se escabullía antes de que pudieran hablar con él, a menos que se escabullera al otro barrio. El paciente recibía oxígeno casi constantemente
Y Messerli padecía otra desgracia más reciente. Su esposa, con la que llevaba casado treinta años, iba a divorciarse de él. Mientras yacía allí, agonizante, luchando por respirar, la mujer de Messerli insistía también en que no la dejara fuera de su testamento. Ella había descubierto varias fotos de mujeres desnudas en el despacho que él tenía en su casa. Poco antes de que lo hospitalizaran, pidió a su mujer que le buscara unos documentos importantes, a saber, un codicilo de su testamento. Frau Messerli había encontrado las fotografías de la manera más inocente
Cuando Harry viajó a Zurich, Frau Messerli aún desconocía lo más importante con respecto a aquellas fotografías que había entregado al abogado que tramitaba su divorcio. Ni ella ni el abogado se dieron cuenta de que eran fotos de mujeres muertas. Lo único que les importaba era que las mujeres estaban desnudas
Harry no tuvo dificultad en identificar la fotografía de Rooie en el despacho de Hetch, y éste reconoció fácilmente a la prostituta brasileña asesinada en la zona de la Langstrasse. Lo que sorprendió a los dos policías fue que había fotografías de otras seis mujeres