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Al margen de lo acalorado que sea el debate, el joven novelista alemán tendrá una expresión distraída, como si algo sereno y romántico acabara de cruzar por su mente. Probablemente una gallina

"No soy más que una narradora -diré una y otra vez-. No se me dan bien las generalizaciones."

Sólo el amante de las gallinas me comprenderá. Me mirará benévolamente, tal vez con cierto deseo. Sus ojos me dirán: "Tendrías mucho mejor aspecto con algunas plumas de color marrón rojizo"

En Francfort, en mi pequeña habitación del Hessischer Hof, tomando una cerveza que no está muy fría. Llega la medianoche, ya es el 1 de octubre: Alemania se ha reunificado. Contemplo en la pantalla del televisor las celebraciones en Bonn y Berlín. Un momento histórico, a solas en una habitación de hotel. ¿Qué puede una decir acerca de la reunificación alemana? Ya ha sucedido

Me he pasado la noche tosiendo. Por la mañana llamé al editor y al encargado de la publicidad. Es una lástima que cancele mi intervención en la mesa redonda, pero debo conservar la voz para las lecturas. El editor me ha enviado más flores. El jefe del departamento de prensa me ha traído una caja de pastillas para la tos, "con hierbas alpinas suizas cultivadas orgánicamente". Ahora puedo toser mientras me entrevistan y mi aliento tendrá una fragancia a limón y tomillo silvestre. Nunca había estado tan contenta por tener tos

En el ascensor he coincidido con la inglesa tragicómica. A juzgar por su aspecto, sin duda se ha despertado con el recuerdo recobrado de una violación más

Durante la comida, en el Hessischer Hof, he visto en otra mesa al novelista alemán que lo hace con las gallinas. Le estaba entrevistando una mujer que esta misma mañana me había sometido a sus preguntas. El que me ha entrevistado durante la comida era un hombre que tosía más que yo. Y cuando me quedé sola, sentada a la mesa y tomando café, el novelista alemán me miraba cada vez que podía… como si se me hubiera metido una plumita en la garganta

Me encanta mi tos, de veras. Puedo darme un largo baño y pensar en la nueva novela

En el ascensor, como un hombrecillo inflado hasta adquirir un aspecto grotesco, está el atroz escritor norteamericano, el Intelectual Insoportable. Parece ofendido cuando entro en el ascensor con él

– No ha participado en la mesa, me han dicho que estaba indispuesta

– Así es

– Aquí todo el mundo enferma, es un sitio terrible.

– Sí.

– Espero que no me contagie su resfriado.

– Espero que no

– Probablemente ya estoy algo enfermo…, llevo aquí mucho tiempo -añade

Al igual que sucede en su obra, no está claro lo que quiere decir. ¿Se refiere a que lleva en Francfort suficiente tiempo para haber atrapado alguna dolencia o que lleva bastante tiempo en el ascensor para que le contagie lo mío?

– ¿Todavía no se ha casado? -me pregunta

No es que me eche un tiento, sino que es una de esas incongruencias por las que el Intelectual Insoportable se ha hecho famoso

– Todavía no, respondo pero quizás estoy a punto de hacerlo -le respondo

– ¡Ah, cuánto me alegro! -exclama, y me sorprende con esa auténtica efusión ante mi respuesta-. Bueno, siento que no pudiera asistir a la mesa redonda.

– Yo también

Ah, el poco difundido encuentro casual entre autores mundialmente famosos… ¿Acaso existe algo comparable?

La escritora debería conocer al novio pelirrojo en la Feria del Libro de Francfort. El novio granuja es un narrador muy minimalista. Sólo ha publicado dos volúmenes de relatos; unos relatos frágiles, tan parcos que la mayor parte de la historia no se cuenta. Sus libros se venden poco, pero le ha compensado esa adoración incondicional de la crítica que acompaña con frecuencia a la vaguedad

La novelista debería ser una escritora de novelas "gruesas". Serán una parodia de ese principio según el cual los opuestos se atraen. En este caso, ninguno de los dos soporta la manera de escribir del otro, y su atracción es estrictamente sexual

Él debería ser más joven que ella

Inician una aventura en Francfort y él la acompaña a Holanda, adonde ella viaja tras la Feria del Libro para promocionar una traducción holandesa. Él carece de editorial holandesa, y en Francfort ha estado muchísimo menos solicitado que ella. Eso es algo que a ella le ha pasado desapercibido, al contrario que a su pareja. Él no ha estado en Amsterdam desde sus tiempos de estudiante, cuando pasó un verano en el extranjero. Se acuerda de las prostitutas y quiere llevarla a verlas. Tal vez también a un espectáculo con actos sexuales auténticos

– No creo que quiera ver uno de esos espectáculos -objeta la novelista

Él podría tener la idea de pagar a una prostituta para que les permita mirar

– Podríamos montar nuestro espectáculo particular -le comenta el escritor de relatos breves. Lo dice como si fuera casi indiferente a la idea, y dando a entender que a ella podría interesarle más que a él-. Como escritores -añade-, a modo de investigación

Y cuando están en Amsterdam y él la acompaña al barrio chino, bromea de una manera desenfadada y alegre. "No querría ver a ésa haciéndolo, parece inclinada al sadomasoquismo." (Esa clase de cosas.) El minimalista le hace creer que contemplar a una prostituta no será más que una travesura jocosa. Le da la impresión de que lo más difícil será el intento de reprimir la risa, porque, naturalmente, no pueden revelar su presencia oculta al cliente

Pero ¿cómo los ocultaría la prostituta de modo que pudieran ver sin ser vistos?

Ésa será mi investigación. Pediré a mi editor holandés que me acompañe a recorrer el barrio chino, pues, a fin de cuentas, eso es lo que hacen los turistas. Probablemente se lo piden todas sus autoras. Todas queremos que nos acompañen a través de lo escandaloso, sórdido, sexual y desviado. (La última vez que estuve en Amsterdam, un periodista me acompañó en el recorrido por el barrio chino. Fue idea suya.)

Así pues, echaré un vistazo a las mujeres. Recuerdo que no les gusta que otras mujeres las miren, pero estoy segura de que encontraré una o dos que no me darán miedo alguno y con las que podré reunirme de nuevo más tarde yo sola. Tendrá que ser alguna que hable inglés, o por lo menos un poco de alemán

Una prostituta podría bastar, si no le incomoda hablar conmigo. Por supuesto, puedo imaginar el acto sin verlo y, por otro lado, lo que más me preocupa es lo que le sucede a la mujer escondida. Supongamos que el novio granuja se excita, incluso que se masturba mientras están ocultos. Y ella no puede protestar, ni siquiera puede hacer el más ligero movimiento para apartarse de él, pues de lo contrario el cliente de la prostituta sabría que le están observando. (Entonces, ¿cómo puede masturbarse? Eso es un problema que habrá que resolver.)