Aquél fue el principio de su locura. Reunió a un grupo de oficiales que le eran fieles y que habían sido despojados de su graduación como él y conminados a abandonar las armas. Con semejante banda de matarifes organizó un siniestro grupo paramilitar que operaba clandestinamente. Todos lucían sus viejos uniformes y sus condecoraciones de un modo grotesco y se reunían en la antigua residencia de Hewelyn, manteniendo la ficción de que componían una unidad secreta de élite que no tardaría en expulsar de sus cargos a quienes habían firmado sus actas de expulsión. Huelga decir que Hewelyn nunca admitió que fuese degradado y expedientado. Según él y sus colaboradores, habían dimitido para fundar un nuevo orden militar. Pronto tu padre recibió amenazas de muerte para él y su esposa embarazada si no les entregaba el Pájaro de Fuego. Al tratarse ya de un asunto clandestino, Chandra tenía que manejarlo con sumo cuidado. Si solicitaba la ayuda del ejército, su pasado acabaría por salir al descubierto. No le quedaba más remedio que pactar con Hewelyn y sus hombres.

En aquel clima de tensión, dos días antes de la fecha prevista para la inauguración de la estación, y no después, como yo os había dicho, Kylian dio a luz a dos hijos gemelos. Un niño y una niña. Tu hermana Sheere y tú, Ben.

Para la noche de la inauguración de Jheete’rs Gate se había proyectado realizar un viaje simbólico. El primer tren en cruzar la línea Calcuta-Bombay transportaría a 360 niños sin familia, uno por cada día del año, rumbo a los orfelinatos de aquella ciudad. Chandra propuso a Hewelyn y sus hombres lo siguiente: cargaría el Pájaro de Fuego a bordo del tren y, aprovechando una parada técnica que él decretaría cincuenta kilómetros después de la partida, a la altura de Bishnupur, los militares podrían descargarlo y hacerse con él. Hewelyn aceptó. Chandra planeaba inutilizar la maquinaria y deshacerse de Hewelyn y sus hombres antes de que el tren hiciese sonar su silbato. Pero Hewelyn, secretamente, desconfiaba del trato y ordenó a sus hombres que se adelantasen.

Tu padre había emplazado a los militares en la estación, un verdadero laberinto que sólo él conocía, y bajo el pretexto de mostrarles el Pájaro de Fuego, los introdujo en los túneles. Hewelyn, que ya había sospechado algo parecido, había tomado sus propias pre-cauciones y, antes de acudir a su cita con el ingeniero, secuestró a vuestra madre y, con ella, a vosotros. Cuando Chandra se disponía a aniquilar a sus chantajistas, Hewelyn le reveló que vosotros y vuestra madre estabais en su poder y amenazó con mataros a menos que le entregase el Pájaro de Fuego. Chandra no tuvo más remedio que rendirse. Pero aquello no bastó a Hewelyn. Hizo encadenar a Chandra a la locomotora del tren a la espera de despedazarle al iniciar su viaje y, allí mismo, frente a los ojos de tu padre, hundió un cuchillo en la garganta de Kylian a sangre fría. Luego la dejó desangrarse lentamente colgándola de una soga en la bóveda central de la estación. Mientras lo hacía, le prometió que os abandonaría en los túneles para que fueseis devorados por las ratas.

Tras abandonar a Chandra encadenado a la locomotora, ordenó a sus hombres que pusieran en marcha el tren y se llevaran de allí el Pájaro de Fuego. Mientras, él iba a ocultaros en un túnel donde nadie podría encontraros jamás. Sin embargo, algo no resultó como él había planeado. Sobrestimando su astucia, el necio de Hewelyn supuso que Chandra Chatterghee iba a poner en manos de un asesino como él una maquinaria del poder destructor del Pájaro de Fuego sin más. Chandra había llevado sus precauciones hasta el extremo y había dotado al Pájaro de Fuego de un mecanismo secreto de relojería que sólo él conocía. Un mecanismo que liberaría sobre sí mismo todo el poder destructor del artilugio a los pocos segundos de que cualquier mano ajena a la suya tratase de em-plearlo.

Cuando Hewelyn y su cohorte de esbirros subieron a bordo, el líder de la banda decidió que, como despedida y avance de la venganza a la que pensaba someter a la ciu-dad una vez controlase el poder de aquella mortal invención, destruiría aquella estación y permitiría que el fuego arrasara la obra de Chandra y las vidas de cuantos se habían congregado a presenciar la inauguración del prodigio. Así, cuando Hewelyn encendió el Pájaro de Fuego, firmó la sentencia de muerte de todos cuantos se encontraban a bordo de aquel tren. Incluida la suya. Cinco minutos más tarde, el infierno se desató en la estación y se llevó con él los cuerpos y almas de inocentes y culpables sin distinción.

Os preguntaréis dónde están las respuestas y por qué os mentí sobre la prisión donde fue encarcelado Jawahal o por qué su nombre nunca fue mencionado. Antes de continuar, y esto es lo más importante que voy a deciros, quiero que comprendáis que, oigáis lo que oigáis, Chandra fue un gran hombre. Un hombre que amó a su esposa y que hubiera amado a sus hijos sí hubiese tenido la oportunidad que nunca se le dio. Dicho esto, conoced la verdad…

Cuando tu padre era joven y cayó enfermo por las fiebres, no fue a parar a una cabaña en el río, donde un muchacho le cuidó hasta que sanó tal como os dije la primera vez. Tu padre se crió en una institución que aún existe al Sur de Calcuta y que lleva por nombre Grant House. Vosotros sois muy jóvenes para haber oído ese nombre, pero hubo un tiempo en que fue tristemente célebre. Grant House fue el lugar al que vuestro padre llegó después de presenciar algo terrible cuando apenas tenía seis años. Su madre, una mujer enferma, que vivía de vender su cuerpo por míseras limosnas, se prendió fuego a sí misma ante sus ojos ofreciéndose en sacrificio a la diosa Kali. Grant House, el hogar don-de creció Chandra, era una casa de salud, lo que vosotros llamaríais un manicomio…

Durante años, vivió confinado en las galerías de aquel lugar, sin más padres ni amigos que gentes que vivían en el delirio y el sufrimiento. Gentes que decían ser demonios, dioses o ángeles para olvidar su nombre al día siguiente. Cuando, como vosotros, tuvo edad para salir de allí, Chandra no había tenido otra infancia que el horror y la miseria más profunda que los ojos de un hombre pudieron contemplar jamás en la ciudad de Calcuta.

No será necesario que os diga que nunca hubo un amigo siniestro que cometiera aquellos crímenes y que nunca hubo más sombra en la vida de tu padre que la de aquel parásito que se había infiltrado en su mente. Fueron sus propias manos las que cometie-ron aquellos crímenes, cuyo remordimiento le perseguía y cuya vergüenza caía sobre él como una maldición.

Sólo la bondad y la luminosidad de Kylian le curaron y le devolvieron la capacidad de recuperar su propio destino. Junto a ella escribió los libros que conocéis, planeó las obras que le hicieron inmortal y alejó aquel fantasma de su doble vida. Pero la codicia de los hombres no quiso concederle una oportunidad y la que hubiera podido ser una vida feliz y próspera se precipitó de nuevo a las tinieblas. Pero esta vez, para siempre.

La noche en que Lahawaj Chandra Chatterghee contempló cómo su esposa era asesinada ante sus propios ojos, los años de horror de su infancia se volvieron tras él como perros rastreros y le catapultaron de nuevo a su propio infierno. Había construido toda una vida sobre aquel pedestal que veía ahora desmoronarse. Y mientras las llamas le devoraban, murió en el convencimiento de que el único culpable de aquella tragedia era él y que merecía ser castigado.

Por ese motivo, cuando Hewelyn encendió el Pájaro de Fuego y las llamas inundaron los túneles y la estación, una sombra oscura en el alma de Chandra juró volver de la muerte. Volver como un ángel de fuego. Un ángel destructor y portador de venganza. Un ángel que encarnaría el reverso oscuro de su propia personalidad. No os persigue un asesino. Ni un hombre. Es un espectro. Un espíritu.

O, si lo preferís, un demonio.

Tu padre siempre fue amigo de los rompecabezas, hasta el fin. Me hablasteis de un dibujo que Vuestro amigo Michael hizo de todos vosotros, el retrato en el que aparecéis reflejados en el estanque. Allí la imagen de vuestros rostros sobre el agua esta invertida. Parece que la profecía guió el lápiz de Michael. Si escribieseis el nombre que su madre le dio al nacer, Lahawaj, sobre él, el reflejo en el estanque os devolvería otra palabra: Jawahal.