4. SOY MI PROPIO HECHIZO
Se pasean los fantasmas de la Plaza Real por las escaleras de mi casa. Tapado hasta las cejas, inmóvil en la cama, transpirando y repitiendo mentalmente palabras que no quieren decir nada los oigo revolverse, encender y apagar las luces, subir con una morosidad insoportable hacia la azotea. Yo soy la luna, propone alguien. Pero antes fui el pandillero y tuve al árabe en mi mira y apreté el gatillo en el minuto menos propicio. Calles estrechas en el interior del Distrito V, sin posibilidades de salir o de cambiar el destino que planeaba como una chilaba sobre mis pelos grasientos. Palabras que se alejan unas de otras. Juegos urbanos concebidos desde tiempos inmemoriales… «Frankfurt»… «Una muchacha rubia en la ventana más grande de la pensión»… «Ya no puedo hacer nada»… Soy mi propio hechizo. Mis manos palpan un mural en donde alguien, veinte centímetros más alto que yo, permanece en la sombra, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, preparando la muerte y su ulterior transparencia. El lenguaje de los otros es ininteligible para mí. «Cansado después de muchos días sin dormir»… «Una muchacha rubia bajó las escaleras»… «Me llamo Roberto Bolaño»… «Abrí los brazos»…
5. AZUL
El camping La Comuna de Calabria según nota sensacionalista aparecida en PEN. Hostigados por la gente del pueblo: en el interior los campistas se paseaban desnudos. Seis chicos muertos en las cercanías. «Eran campistas»… «Bueno, del pueblo no son»… Meses antes recibieron una visita de la Brigada Antiterrorista. «Se desmadraban, follaban en todas partes, quiero decir: follaban en grupo y en donde les venía en gana»… «Al principio guardaron las distancias, sólo lo hacían dentro del camping, pero este año armaron orgías en la playa y en los alrededores del pueblo»… La policía interroga a los campesinos: «Yo no lo hice», dice uno, «si alguien hubiera prendido fuego al camping podrían echarme la culpa, más de una vez lo pensé, pero no tengo corazón para balear a seis muchachos»… Tal vez fue la mafia. Tal vez se suicidaron. Tal vez ha sido un sueño. El viento entre las rocas. El Mediterráneo. Azul.
6. GENTE RAZONABLE Y GENTE IRRAZONABLE
«Me sospecharon desde el principio»… «Tipos pálidos comprendieron lo que había detrás de ese paisaje»… «Un camping, un bosque, un club de tenis, un picadero, la carretera te lleva lejos si quieres ir lejos»… «Me sospecharon un espía pero de qué diablos»… «Entre gente razonable y gente irrazonable»… «Ese tipo que corre por allí no existe»… «Él es la verdadera cabeza de este asunto»… «Pero también soñé muchachas»… «Bueno, gente conocida, los mismos rostros del verano pasado»… «La misma gentileza»… «Ahora el tiempo es el borrador de todo aquello»… «La muchacha ideal me sospechó desde el primer momento»… «Un invento mío»… «No había espionaje ni hostias»… «Era tan claro que lo desecharon»…
7. EL NILO
El infierno que vendrá… Sophie Podolski se suicidó hace varios años… Ahora tendría veintisiete, como yo… Patrones egipcios en el cielorraso, los empleados se acercan lentamente, campos polvorientos, es el fin de abril y les pagan con heroína… He encendido la radio, una voz impersonal hace el recuento por ciudades de los detenidos en el día de hoy… «Hasta las cero horas, sin novedad»… Una muchacha que escribía dragones, totalmente podrida en algún nicho de Bruselas… «Metralletas, pistolas, granadas decomisadas»… Estoy solo, toda la mierda literaria ha ido quedando atrás, revistas de poesía, ediciones limitadas, todo ese chiste gris quedó atrás… El tipo abrió la puerta con la primera patada y te puso la pistola debajo del mentón… Edificios abandonados de Barcelona, casi una invitación para suicidarse en paz… El sol detrás de la cortina de polvo en el atardecer junto al Nilo… El patrón paga con heroína y los campesinos esnifan en los surcos, tirados sobre las mantas, bajo palmeras escritas que alguien corrige y hace desaparecer… Una muchacha belga que escribía como una estrella… «Ahora tendría veintisiete, como yo»…
8. LOS UTENSILIOS DE LIMPIEZA
Alabaré estas carreteras y estos instantes. Paraguas de vagabundos abandonados en explanadas al fondo de las cuales se yerguen supermercados blancos. Es verano y los policías beben en la última mesa del bar. Junto al tocadiscos una muchacha escucha canciones de moda. Alguien camina a estas horas lejos de aquí, alejándose de aquí, dispuesto a no volver más. ¿Un muchacho desnudo sentado junto a su tienda en el interior del bosque? La muchacha entró en el baño con pasos inseguros y se puso a vomitar. Bien mirado, es poco el tiempo que nos dan para construir nuestra vida en la tierra, quiero decir: asegurar algo, casarse, esperar la muerte. Sus ojos en el espejo como cartas desplegadas en una habitación en penumbra; el bulto que respira, hundido en la cama con ella. Los hombres hablan de rateros muertos, precios de chalets en la costa, pagas extras. Un día moriré de cáncer. Los utensilios de limpieza comienzan a levitar en su imaginación. Ella dice: podría seguir y seguir. El muchacho entró en la habitación y la cogió de los hombros. Ambos lloraron como personajes de películas diferentes proyectadas en la misma pantalla. Escena roja de cuerpos que abren la espita del gas. La mano huesuda y hermosa hizo girar la llave. Escoge una sola de estas frases: «Escapé de la tortura»… «Un hotel desconocido»… «No más caminos»…
9. UN MONO
Enumerar es alabar, dijo la muchacha (dieciocho, poeta, pelo largo). En la hora de la ambulancia detenida en el callejón. El camillero aplastó la colilla con el zapato, luego avanzó como un oso. Me gustaría que apagaran las luces de las ventanas y que esos desgraciados se fueran a dormir. ¿Quién fue el primer ser humano que se asomó a una ventana? (Aplausos.) La gente está cansada, no me asombraría que un día de éstos nos recibieran a balazos. Supongo que un mono. No puedo hilar lo que digo. No puedo expresarme con coherencia ni escribir lo que pienso. Probablemente debería dejarlo todo y marcharme, ¿no lo hizo así Teresa de Ávila? (Aplausos y risas.) Un mono asomado a una ventana purulenta viendo declinar el día. El camillero se acercó a donde estaba fumando el sargento; apenas se saludaron con un movimiento de cabeza sin llegar a mirarse. A simple vista uno podía notar que no había muerto de un ataque cardiaco. Estaba bocabajo y en la espalda, sobre el suéter marrón, se apreciaban varios agujeros de bala. Le descargaron una ametralladora entera, dijo un enano que estaba a la izquierda del sargento y que el camillero no había visto. A lo lejos oyeron el ruido en sordina de una manifestación. Será mejor que nos vayamos antes de que cierren la avenida, dijo el enano. El sargento no pareció escucharle, ensimismado en la contemplación de las ventanas oscuras con gente que miraba el espectáculo. Vámonos rápido. ¿Pero adonde? No hay comisarías. Enumerar es alabar, se rió la muchacha. La misma pasión, hasta el infinito. Coches detenidos entre baches y tarros de basura. Puertas que se abren y luego se cierran sin motivo aparente. Motores, faros, la ambulancia sale en marcha atrás. La hora se infla, revienta. Supongo que fue un mono en la copa de un árbol.