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Las maravillas de los mundos

Estos son mis suspiros,
los que emprenden el vuelo
hacia aposentos
donde mueren los pájaros. Son
lágrimas de primavera, y
vuelan como gorriones moribundos que
descosen las nubes a su paso. El
cielo me ha concedido
la luz triste de la Luna, la noche
que cae cual lluvia sucia en
los cañaverales. Queda un
poco de vino, lo bebo entre
jazmines. Ya el cosmos
entona su canción azul
de los atardeceres, pero
el viento, que anda suelto,
arrebata mis lágrimas, las
prende de los árboles.

Beta de la Hidra

Muero mirando un sol,
muero mirando al suelo,
como los girasoles.
Oh, noche que has tallado
arroyos de luz
en la frialdad de las estrellas.
Los mirlos son residuos
del invierno,
que arde como un juguete
en tu silencio.
Oh, noche,
mientras me hundo en tus brazos,
desanuda el dolor
que como hilos de aliento
me ha cosido la boca.
– La vigilia transcurre dulcemente,
juega con la ternura cristalina
del aljófar celeste:
se detiene
en las riberas de oro
donde la luz se apaga-.

Mecánica celeste

Qué dulce el presagio de los años.
Buscando el eterno misterio de la vida,
mis pasos nublan la calma del otoño.
Soy una tierra abandonada
que destila
su corazón de sal cautiva
en la pútrea frescura de los días.
Broto entre las viñas,
mientras la Luna roja pace
por el jardín helado.
Vamos hacia el brezal celeste
de otro tiempo.
– Ya las tardes son tristes como heridas-.
Peregrinan las aves,
se van hacia la noche.
Hacia la noche, sin cesar,
la que nunca termina.
Se han desprendido
azores de río y cereales negros
del tejado de luz
que es la mañana. Un rastrojo de
cielo puro vibra a mi alrededor
y dice:
«oh, vagabundo,
cierra los ojos y escucha la
dulce sinfonía de las esferas».

Los recursos que derivan de la observación

Despierto igual que un ángel
que le canta al ocaso
con labios enmohecidos
por su silvestre soledad.
Regalo de esos ángeles
que pasean a caballo
por las constelaciones,
vago entre el invierno y
devoro mil dulzuras
que dejan de existir si sopla el viento,
que irrumpen lentamente en medio de la vida
y extravían, al tocarla,
la luz negra del mundo.
– Esquirlas de cielo tibio
hacen burla en la risa
de nuestra Luna quieta-.
– A través de los aires,
la barca cristalina de una estrella
desnuda las ramas de plata
del anochecer-.

Lo infinitamente pequeño

En un portal
hecho de luz de luna,
cobijé a mi amor.
¡Mi pobre choza!
La destrozó el frío
una mañana malva.
¿Quién pintará
de nieve
mi nido roto?
¿Quién barrerá
las hojas secas
que ni se quiso
llevar el viento?
¿Quién recogerá
mi pena
como gotas de vino
que se derraman?
En un claro de luna
volví a levantar
una casa nueva.
– Junto al río
miro el agua
que corre
en ascuas-.

Materia es energía,

energía es eterno goce [2]

En mis sueños
amar era lo mismo
que sembrar en el desierto,
con un sable desenvainado,
el durazno de mi corazón.
– Me iré al despuntar el alba
en mi barca dorada
que boga hacia el olvido-…
Ya no es primavera
y contemplo
la Luna errante del verano,
cuya canción de miel y de distancias
rocía el aire de lirios de plata
mientras se oxida
la guillotina verde
de la tarde en flor.
Hora crepuscular
que va de boca en boca
cavando su tristeza mineral
por todas las esquinas.
Hora callada:
despídete de todo afán
pues nada se extingue
mejor
que el gozo de la luz
de las estrellas.
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[2] «Materia es energía» (Albert Einstein). «Energía es eterno goce» (William Blake).