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CAPITULO 18

Ella observó mientras Peabody instalaba a Maureen Stibbs en una silla ante la tambaleante mesa, ponía la grabadora, ofrecía al sujeto entrevistado un vaso de agua.

Enérgica, profesional, pensó Eve con aprobación. No demasiado amenazante. No todavía.

Y ahí estaba el oficial Troy Trueheart apostado en la puerta viéndose joven y totalmente americano… Y con la severidad de un cachorro de cocker spaniel.

Podía sentir los nervios de Peabody, verlos en la rápida mirada que disparó hacia el vidrio mientras servía el agua.

Pero el uniforme era suficiente, decidió Eve mientras los ojos de Maureen viajaban entre Peabody y Trueheart.

La genete normalmente veían lo que esperaban ver.

– Sigo sin comprender porque tengo que volver a hacer toda la declaración aquí. -Maureen tomó un tímido sorbo de agua, como una mariposa de una flor. -Mi esposo e hija me esperan en casa pronto.

– Esto no debería demorar mucho. Apreciamos su cooperación, Sra. Stibbs. Estoy segura de que su esposo apreciará su ayuda en este asunto. Debe ser difícil para ambos que este caso permanezca abierto.

Bien, bien, ponlo en su regazo, impulsó Eve. Conviértela en parte de esto, nombra al esposo en cada oportunidad que tengas.

Eve acomodó su peso, enganchando los pulgares en los bolsillos frontales mientras Peabody llevaba a Maureen a través de la historias y las declaraciones que había dado antes, pidiéndole repetir o extenderse en ciertos detalles.

– En DDE no tenemos muchas entrevistas. -McNab jugueteaba sin parar con el nido de aros de su oreja izquierda. -Como lo está haciendo?

– Bien, va bien. Manteniéndole el ritmo.

Adentro, Peabody no estaba llena de confianza, pero se mantenía firme.

– Ya dije todo ésto antes. Una y otra vez. -Maureen puso su vaso de agua a un lado. -Que tiene de bueno hacernos revivir todo esto otra vez? Ella se ha ido hace años.

– Ella no dijo muerta. -comentó Eve. -Ella no dijo el nombre de Marsha. No puede porque lo traería muy cerca de su hogar. Peabody necesita presionar ese botón.

– La muerte de Marsha la debe haber chocado mucho en su momento. Ustedes eran amigas cercanas.

– Si, si, por supuesto. Cualquiera estaría chocada y disgustada. Pero lo dejamos atrás.

– Usted y Marsha eran íntimas -dijo Peabody otra vez- Amigas y vecinas. Pero usted dijo que ella nunca mencionó estar insatisfecha con su matrimonio, nunca habló de una relación con otro hombre.

– Hay algunas cosas que no se discuten con amigas y vecinas.

– Mantener un secreto como ese sería duro, estresante.

– No lo sé. -Maureen tomó el vaso de agua, bebió. -Yo nunca he engañado a mi marido.

– Su matrimonio es seguro. Sólido.

– Por supuesto que lo es. Por supuesto.

– Usted tenía un difícil obstáculo que superar.

El agua se derramó por el borde la copa cuando la mano de Maureen tembló. -Disculpe?

– Marsha. Ella era un obstáculo.

– No se que significa eso. Que está diciendo?

– Una primera esposa que tenía a ojos vista un matrimonio feliz. Usted estuvo de acuerdo, y está asentado en el registro de esta investigación que Boyd Stibbs amaba a Marsha y usted nunca observó ningún disenso o problema entre ambos.

– Si, pero…

– Y usted y otros han declarado, en registro, que Boyd y Marsha era devotos el uno con el otro, disfrutaban de la mutua compañía, tenían muchos intereses comunes, muchos amigos mutuos.

– Si, pero… Eso fue antes. Antes de que todo pasara.

– Usted declararía ahora, Sra. Stibbs, que Boyd amaba a su primera esposa, Marsha Stibbs?

– Si. -su garganta se cerró. -Si.

– Y según su conocimiento personal, a través de sus observaciones personales, Marsha Stibbs estaba comprometida con Boyd, y con su matrimonio?

– Ella le dedicaba mucho tiempo a su trabajo. Raramente se ocupaba de prepararle comida a él. Y él se ocupaba de la lavandería más a menudo que ella.

– Ya veo. -Peabody frunció los labios, asintiendo. -Entonces usted diría que era negligente con él, y su matrimonio.

– Yo no diría que… No quise decir eso.

– Presiona. -ordenó Eve desde Observación. -Presiona ahora.

– Que quiso decir, Sra. Stibbs?

– Sólo que no era tan perfecta como todos piensan o dicen. Ella podía ser muy egoísta.

– Boyd nunca se quejó con usted por esta negligencia?

– No. Boyd nunca se queja. Es demasiado bueno por naturaleza.

– Nadie es tan naturalmente bueno. -Peabody usó la sonrisa ahora, grande y amplia, de mujer a mujer. -Seguramente si hubiera sabido o sospechado que su esposa estaba viendo a algún otro, se hubiera quejado.

– No, no. -Eve zapateó. -No le des vueltas, no le des espacio para pensar.

– Que? -Alarmado, McNab aferró el brazo de Eve. -Que hizo mal?

– Debería seguir presionando con la víctima, sacarle al sospechoso los resentimientos enterrados, dejar que los exprese. Y necesita seguir machacándola con el esposo, para que ella piense que estamos buscándolo a él después de todo. La sospechosa está obsesionada con Boyd Stibbs y el mundo perfecto que ha creado alrededor de él. Le haces una mella en los fundamentos de esto, la dejas sentir que se está desmoronando. Ella salió con lo del otro hombre ahora, y le da a la sospechosa la chance de reconstruir la fantasía, la ayuda a creer que había otro hombre.

– Crees que la perdió?

Eve se rascó la cabeza- Perdió un poco de sustento.

– Tal vez deberías entrar.

– No. Puede recuperarse.

Ya habían pasado mucho de los quince minutos de McNab, pero Eve no le ordenó que regresara al trabajo. Observó como la confianza de Maureen se reconstruía y la de Peabody aflojaba. En un momento, Peabody miró hacia el vidrio con tan obvio pánico, que Eve tuvo que imaginarse que sus botas estaban pegadas al piso para no correr adentro y hacerse cargo.

– Tienes algo para escribir? -preguntó Eve.

– Quieres decir papel? -preguntó McNab. -Soy un DDE. No usamos papel. Eso estaría mal.

– Dame tu agenda. -Ella se la arrancó de las manos, y escribió unas pocas frases. -Da la vuelta y golpea. Trata de mostrarte como un policía pàra variar. Pásasela a Trueheart, dile que se la dé a ella, y luego sales otra vez. Puedes hacerlo?

– Apuéstalo. -El revisó la minipantalla y su preocupación se esfumó.

Arruinale sus fantasías.

Implica al esposo.

Oblígala a llamar a la víctima por su nombre.

El ángulo del obstáculo es bueno, sigue usándolo.

Mírale las manos. Juega con el anillo de bodas cuando está nerviosa.

Dallas

Esto hizo sonreír a McNab, por lo que se tomó un minuto para instalar su rostro en la línea seria antes de golpear.

– Lo envía Dallas. -susurró en la oreja de Trueheart, agregando el pequeño floreo de deslizar un dura mirada sobre Maureen.

– Con su permiso, Oficial Peabody. -Trueheart fue hacia la mesa. -Estos datos acaban de llegar.

Le alcanzó a ella la mini unidad, y luego regresó a su puesto.

Cuando Peabody leyó la nota, experimentó una oleada de alivio, un geiser de nueva energía. Muy cuidadosamente, puso la pantalla boca abajo en la mesa y unió las manos sobre ella.

– Que es eso? -demandó Maureen. -Que quiso decir con datos?

– Nada de que preocuparse. -dijo Peabody en un tono que indicaba que era algo para preocuparse mucho. -Puede decirme, Sra. Stibbs, cuando usted y el Sr. Stibbs empezaron a verse el uno al otro como algo más que amigos?

– Que diferencia puede hacer eso? -Maureen miraba temerosamente hacia la agenda. -Si usted está tratando de implicar que teníamos algo antes de que Boyd fuera libre…

– Estoy tratando de obtener una línea de tiempo, un cuadro de antes y después del asesinato de Marsha. Las mujeres saben cuando un hombro está interesado en ellas. Boyd estaba interesado en usted?

– Boyd nunca, nunca hubiera traicionado sus votos. El matrimonio no es una conveniencia para él.

– Que es lo que pasaba con Marsha.

– Ella nunca lo apreció completamente a él, pero nunca la culpó por eso.

– Pero usted si.

– Eso no es lo que yo dije. Simplemente quise decir que no era tan devota con el matrimonio como parecía desde afuera.

– Y usted, siendo amiga de Boyd y Marsha estaba adentro, y veía las fallas. Boyd estaba tan profundamente involucrado en esa relación. Las fallas deberían haber sido muy evidentes para él. Muy angustiantes si él sentía que Marsha era descuidada con su matrimonio, con su felicidad.

– Ella no hubiera visto que él era infeliz.

– Pero usted lo hizo. Vió que él era infeliz, lo consolaba cuando le hablaba de eso.

– No. No. Yo nunca… Él nunca. Es un hombre muy tolerante. Nunca dijo una mala palabra sobre ella. Nunca. Tengo que volver a casa.

– Era lo bastante tolerante para soslayar una infidelidad? Ocuparse la lavandería, hacer sus propias comidas mientras su mujer tenía sexo a hurtadillas con otro hombre? No creo que queden santos en el mundo. No le preocupa eso, Sra. Stibbs, que tal vez usted está casada con un hombre capaz de arreglar la muerte de su primera esposa?

– Está loca? Boyd nunca hubiera sido capaz. Usted no puede ni siquiera pensar que tuvo algo que ver con… Con lo que sucedió. El ni siquiera estaba ahí.

– Un viaje de negocios fuera de la ciudad es una cortada astuta. -Peabody se echó atrás en la silla, asintiendo sensatamente. -Usted ni siquiera se imaginó que él sospechaba que su esposa andaba acostándose por ahí? Las cartas estaban ahí mismo. Las señales apuntan todas a él. Pudo haberlo cocinado por días, semanas hasta que lo desbordó. Hasta que le pagó a alguien para entrar cuando él se fuera, golpearle en la cabeza, y hundir su cuerpo en la bañera. Luego volvió a casa y jugó al esposo atormentado.

– No puedo dejar que diga eso. No puedo quedarme sentada aquí y escuchar que diga esas cosas. -Ella empujó la mesa con la suficiente fuerza para volcar el vaso de agua. -Boyd nunca la hubiera lastimado. El nunca lastimó a nedie. Es un hombre gentil. Un hombre decente.

Un hombre decente es capaz de ponerse furioso cuando encuentra que la mujer que él ama está jodiendo con otro hombre en su propia cama.

– El nunca le hubiera puesto una mano encima a Marsha, o permitido que otro lo hiciera.

– Un momento de furia cuando encontró las cartas.

– Como iba a encontrarlas si no estaban ahí?

Ella tenía los ojos salvajes y jadeaba. Peabody sintió que un frío control se apoderaba de ella.