El se inclinó hacia ella. -Entonces vamos a casa.
Regresaron a New York lo suficientemente temprano para que ella pudiera decir que necesitaba ir a la Central y hacer que sonara plausible. No pensó que Roarke lo compraría, pero él lo dejó pasar.
Tal vez el comprendía que ella necesitaba el espacio, necesitaba el trabajo. Necesitaba la atmósfera que le recordara quien y que era en el fondo.
Esquivó el cubo de Peabody, se deslizó silenciosamente en su oficina y cerró la puerta. Puso el cerrojo, lo que raramente hacía.
Se sentó en su escritorio y se sintió absurdamente reconfortada por la forma en que el gastado asiento se acomodaba a la forma de su trasero. Un tributo, pensó, a todas las horas que pasaba sentada ahí, haciendo el trabajo, el seguimiento, el papeleo, las transmisiones, los formularios de datos que eran parte del trabajo.
Ese era su lugar.
Se levantó y fue hasta la ventana. Sabía lo que vería, que calles, cuales edificios, incluso el usual atasco de tráfico que formaba parte de ese momento del día.
La parte de ella que todavía temblaba, la parte de ella en la que cada onza quería ir a esconderse junto a Roarke, se calmó un poco más.
Ella estaba donde quería estar, haciendo lo que quería hacer.
Todo lo que había pasado antes, todos los horrores, los miedos, todo eso no la había dirigido hacia aquí? Quien podía decir si ella estaría aquí sin ellos. Tal vez, de algún modo, estaba más dispuesta a vivir por las víctimas porque había sido una.
Si bien eso había funcionado, ella tenía trabajo que hacer. Se volvió, regresó a su escritorio, y trabajó.
Pidió y obtuvo un rápido encuentro con Mira. Saliendo tan silenciosamente como había llegado, fue a la oficina de Mira.
– Pensé que te habías ido por hoy.
Mira hizo gestos hacia uno de sus cómodos sillones inclinados. -Casi. Un té?
– Realmente, esto no va me va a tomar mucho. -Pero Mira ya estaba programando el AutoChef. Eve se resignó a beber el líquido con gusto a flores con el que Mira estaba tan encariñada.
– Tú prefieres café. -dijo Mira por sobre el hombre, -Pero me consientes, lo que yo aprecio. Siempre puedes surtirte de cafeína después.
– Como haces… Estaba pensando como te mantienes andando con esta cosa de hierbas?
– Todo es cuestión de que tu sistema se acostumbre, no? Encuentro que esto me calma la mente, y cuando mi mente está en calma, tengo más energía. O imagino que la tengo, lo cual es casi la misma cosa. -Regresó, ofreciendo a Eve una de las delicadas tazas.
– Enn otras palabras, te mientes a ti misma pensando que estás cargada, cuando no lo estás.
– Es una forma de verlo.
– Una forma interesante. De todas formas, tengo más datos de Julianna Dunne, y quiero dejártelos ahora. No creo que tengamos mucho tiempo antes de que se mueva otra vez. Entrevisté a su padrastro…
– Estuviste en Dallas?
– Acabo de regresar hace una hora. Quiero hacer esto ahora. -dijo Eve tan firmemente que hizo que Mira arqueara las cejas. -Okay?
– De acuerdo.
Relató el contenido de la entrevista, citando solo los hechos dados, trasladándose luego a su discusión con Chuck Springer.
– El primer hombre con el que estuvo sexualmente, era alguien de su misma edad. -comentó Mira- y de clase trabajadora. Y él fue el primero que la rechazó. El último, de acuerdo a lo que sabemos, con el que se permitió dejarse llevar por la lujuria. Ella no olvidará eso.
– Todavía no tuvo objetivos del tipo de Springer. Buscó después tipos como su padrastro.
– Porque estaba segura de poder controlarlos. Ellos le dieron confianza y sus cuentas de banco. Pero está castigando a Springer cada vez que está con otro hombre. Mira esto, mira lo que puedo tener. No te necesito. A lo largo del camino, Springer llegó a ser menos una afrenta personal y más un símbolo. Los hombres son inútiles, mentirosos, charlatanes, débiles y manejables con el sexo.
– Y no sería irritante para ella saber que en el fondo, es la que se maneja con eso.
Mira levantó las cejas, asintiendo en aprobación. -Sí, exactamente. Tú la comprendes muy bien. Springer dijo que habían tenido sexo después que rompiera con ella, después que lo atacara físicamente. Eso solo le muestró que el sexo era la llave, y en su mente, el hombre es una caída fatal. Dejó de enfurecerse, y volvió al negocio usando esa debilidad para su propia satisfacción.
– Eso me cierra. Pero no puedo imaginarme quien va a ser el próximo. Corrí probabilidades con Parker, con Springer y con Roarke. Parker y Springer están cabeza a cabeza, con Roarke más del veinte por ciento detrás de ellos. Confío en tu opinión más que en las computadoras.
– No debe ser Springer. Todavía no. Tal vez juegue con él un poco más, pero pienso que lo va a reservar. Como un gato juega con el ratón antes de matarlo. Su padrastro? Es posible, pero creo que va a esperar por él también. Fue su primera victoria real, un especie de herramienta de práctica. Lo va a reservar a él también.
Mira puso su té a un lado. -Yo creo, a despecho de los resultados de las probabilidades, que debe ser Roarke, o algún otro completamente distinto. Ella no terminó aquí todavía. No terminó contigo.
– Esa es la forma en que lo pensé también. Voy a mantenerlo cubierto, y eso lo va a joder. Pero puede soportarlo. Okay, gracias. Lamento haberte retenido.
– Tú estás bien?
– Un poco sacudida, tal vez, pero en general bien. Pasé a través de eso y recordé algunas cosas.
– Quieres contármelo?
Era una tontería negar, para ambas, que ella estaba ahí más por razones personales que por las profesionales. -Recordé lo que sentí cuando lo maté. Recordé que lo hice por odio primario y furia. Sé que eso está en mí, y se que puedo controlarlo. Sé que matarlo, para mi, en ese momento, era la única forma de sobrevivir. Puedo vivir con eso.
Se puso de pie. -Y si estás pensando que necesitas pasarme por Pruebas para estar segura de que soy sólida, no estoy de acuerdo. No voy a hacerlo.
Mira mantuvo sus manos juntas en su regazo, su cuerpo rígido. -Crees que te haría pasar por eso? Conociéndote, entendiendo las circunstancias, que yo usaría esta confidencia y jugaría con el reglamento? Pienso que tú y yo tenemos más que eso.
Ella escuchó el dolor, y el desacuerdo, y tuvo que enfrentarlo. -Tal vez estoy más sacudida de lo que pensaba. Lo siento. -Presionó sus manos contra las sienes. -Maldita sea.
– Oh, Eve. -Mira se levantó, pero cuando se acercó, Eve dio un rápido paso al costado.
– Sólo necesito recuperar un poco de control. Enfocarme en el trabajo, y poner esto… Me estaba entrenando, -soltó- Entrenándome para venderme a otro hombre. -Lentamente bajó sus manos y miró el rostro de Mira. -Tú sabías.
– Lo sospechaba. Era un horrible presentimiento. El podía haberse movido rápido, fácil y barato sin ti. No le servías para un propósito real. Por lo que sé, lo que has podido decirme, no era un pedófilo común. Tenía relaciones con mujeres normalmente. Tú eras la única niña de la que él abusaba por lo que sabemos. Y si las niñas eran lo que quería, podía habérselas proporcionado sin el inconveniente de tener una bajo los pies todo el tiempo.
– Me mantenía encerrada. Es como entrenas algo, lavándole el cerebro. Lo mantienes encerrado, totalmente dependiente de ti. Lo convences de que no hay elección más que quedarse ahí porque cualquier otra cosa afuera es peor. Lo mantienes hambriento, incómodo, y atemorizado, mezclado con pequeñas recompensas. Lo castigas con severidad y rapidez por cualquier infracción, y lo acostumbras a cualquier tarea que quieras que haga. Lo obligas con miedo, y es tuyo.
– Tú nunca serás como él. Con todo lo que él hizo, por todos esos años, nunca te alcanzó realmente.
– Nunca se fue tampoco. -dijo Eve. -Tengo que vivir con eso también. Como lo hará Roarke. Esto lo desestabilizó, tal vez más que a mi. Estamos bien, pero… diablos, le estalló en la cabeza.
– Te gustaría que hable con él?
– Sí. -La tensión que martilleaba en la base de su cuello cedió. -Sí, sería bueno.
Apenas volvió a encerrarse en su oficina, agregó los comentarios de Mira al archivo de Julianna Dunne. Eso le dio tiempo para tranquilizarse y actualizar y copiar todos los nuevos datos para su equipo y su comandante.
Cuando terminó y escuchó fuera de la oficina el parloteo general que indicaba el cambio de turno, se programó una última taza de café y fue a beberlo junto a la ventana.
El tráfico, visto de arriba, pensó ella, era una mierda.
En una pequeña oficina cruzando la atascada calle y cielo, Julianna Dunne estaba sentada ante un escritorio de metal de segunda mano. La puerta en la que se leía el nombre de Empresas Daily estaba con cerrojo. La oficina consistía en una habitación que era poco más que una caja y un baño del tamaño de un armario. Los muebles eran escasos y baratos. No veía razón para que su alter ego de Justine Daily, bajo el cual el acuerdo de renta había sido firmado, tuviera gastos elevados.
No se iba a quedar ahí mucho tiempo.
El alquiler era tan caro como podía serlo, y el baño perdía constantemente. La delgada y desgarrada alfombra olía mal.
Pero la vista era preciosa.
A través de sus binoculares tenía una vista perfecta de la oficina de Eve, y de la teniente misma.
Tan sobria, tan seria, reflexionó. Tan dedicada y devota, rindiendo culto en el altar de la ley y el orden. Un verdadero desperdicio.
Todo ese cerebro, esa energía, ese propósito, al servicio de una placa. Y un hombre. Bajo diferentes circunstancias, ellas hubieran hecho un equipo asombroso. Pero no era así, pensó Julianna con un suspiro, se habían hecho adversarias desafiantes.
Ocho años y siete meses le habían dado a Julianna abundante tiempo para examinar sus errores, rehacer sus movimientos. No dudaba en su mente que ella hubiera sido más lista que los policías, los masculinos, y gastado esos ocho años y siete meses haciendo lo que adoraba hacer.
Pero una mujer era una bestia de presa. Y la entonces recientemente promovida Detective Dallas había sido seguidora ciertamente. Implacablemente.
Más aún, no había tenido la normal cortesía de reconocer a su oponente sus victorias y méritos.
Pero ahora las cosas eran diferentes. Ella misma había cambiado. Era físicamente fuerte, mentalmente clara. La prisión tendía a afilar los excesos. Durante el mismo tiempo sabía que Eve había afilado los suyos también. Pero había una diferencia vital entre ellas, un defecto esencial en la policía.