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Dos días más tarde se rompió una ventana y una bala perdida se incrustó en la pared de enfrente. Ese mismo día mucha gente sospechosa visitó a Pietka, y él también se ausentó durante largos ratos y en repetidas ocasiones, hasta que regresó por la noche con un bulto alargado, envuelto en un trapo. Me pareció que era una sábana, pero al ver un mango, pensé que sería una bandera blanca. Lo era, efectivamente, pero envolvía algo, algo que nunca había visto en manos de un preso, algo que toda la habitación recibió con entusiasmo y admiración cuando Pietka nos lo enseñó a todos durante unos segundos con una sonrisa, abrazándolo sobre su pecho, antes de guardarlo debajo de su cama. Tuve una sensación como si se tratara de un regalo valioso y esperado en el árbol de Navidad. Era un objeto de madera y de metal: un rifle; recordé la palabra de mis lecturas favoritas, los libros de criminales y detectives.

El día siguiente también fue agitado, pero quién podría acordarse de cada día, de cada acontecimiento. Una cosa es cierta: la cocina funcionó hasta el final según el orden establecido y el médico también más o menos puntual.

Una mañana, poco después del café, se oyeron pasos rápidos por el pasillo, luego un grito, como una voz de llamada, a lo que Pietka sacó el paquete de su escondite y desapareció con él. Más tarde, alrededor de las nueve, el aparato llamó por primera vez a los soldados y no a los presos: «Zu allen der SS Angehörigen» y hasta dos veces seguidas: «Das Lager sofort zu verlassen», indicando que abandonaran el territorio del campo inmediatamente. Luego oí disparos, como si fuera se estuviera entablando un combate, se acercaban y se alejaban; a veces los oía tan cerca que parecían proceder de la misma habitación donde me encontraba, y luego se alejaron definitivamente. Se hizo el silencio, demasiado silencio; por más que intentara oír, no logré distinguir los ruidos relacionados con la comida, como las llamadas de los que llevaban la sopa, ni en la hora habitual de la sopa, ni después. Eran alrededor de las cuatro de la tarde cuando se oyó un ruido procedente del aparato y poco después una voz anunció que era el Lagerältester, el Lagerältester al habla. «Kameraden [Camaradas] -dijo, luchando evidentemente con sus emociones que lo dejaban sin habla o, al contrario, agudizaban su voz- wir sind frei!» [somos libres]. Pensé que, según eso, el Lagerältester también compartía las opiniones de Pietka, Bohús, el médico y los demás, y que por eso había anunciado el acontecimiento justamente él y con tanta alegría. Luego siguió un discurso breve, bien pronunciado; después otros en distintos idiomas: «Attention! Attention!», dijeron en francés, «Pozór! Pozór!» en checo, «Nimánie, nimánie, ruski tovarischi nimánie!», en ruso. Un tono melodioso me trajo un recuerdo agradable, el idioma que hablaban los hombres del destacamento de la ducha a mi llegada: «Uvaga! Uvaga!» [¡Atención! ¡Atención!]. Al instante el enfermo polaco se sentó en su cama y nos dijo en húngaro: «¡Honor a los comunistas polacos!»; sólo entonces recordé las vueltas que había estado dando en la cama aquel día. Para mi sorpresa, de repente oí en húngaro: «¡Atención, atención! La comitiva de los húngaros del campo…». Ni siquiera imaginaba que existiera tal cosa. Por mucho que escuchara, siempre hablaban de lo mismo, la libertad, pero no decían ni una palabra de la sopa. Yo estaba, por supuesto, muy contento de que fuéramos libres, pero no podía evitar pensar que el día anterior no había ocurrido nada por el estilo pero teníamos sopa.

La tarde de abril comenzaba a oscurecer cuando volvió Pietka, con la cara colorada, muy contento, con mil noticias. Por el aparato se volvió a oír la voz del Lagerältester. Esta vez llamaba a los miembros del Kartoffelschälerkommando para que ocuparan sus sitios en la cocina, y pedía a los habitantes del campo que no se durmieran puesto que se estaba preparando una sopa «gulasch» para todos. Entonces me recosté, aliviado, sobre mi almohada, y algo se relajó poco a poco en mi interior. Al fin yo también pude pensar -por primera vez en serio- en la libertad.