Alzó la vista y comprobó que Baba estaba de pie frente a él.

– Tú ya sabías lo que era esto -le dijo.

– Es una máquina de los ÿinns , capaz de leer el chu'lel tan fácilmente como nosotros leeríamos un libro… Pero nunca logré descifrar el mecanismo para hacerla funcionar.

– ¿Y qué es lo que estamos viendo ahora?

Baba se sentó frente al andalusí. Su rostro tenía una expresión fascinada.

– Fíjate en esa esfera azul y blanca -dijo señalando el reflejo de la piedra de lapislázuli-, es la Tierra vista desde los cielos. Y estos trazos dorados creo que son… los cometas.

– ¡Magia diabólica! -exclamó Lisán-. Dime si es eso lo que está actuando aquí.

– Y cuando recibieron la Verdad dijeron: ¡magia! -dijo Baba, citando el Corán con una sonrisa sardónica-. No es tal, no te preocupes. Algunos números y sus combinaciones contienen un gran potencial para activar las energías del chu'lel , de acuerdo a las propias leyes del Universo. Esa energía es la llave de lo que la gente común conoce como «magia»… El Uija-tao ya ha debido explicártelo, ¿no? El Universo fue conformado para que pudiera contener a la vida y sólo ésta posee un poder capaz de alterar las leyes que lo rigen. Pero se debe liberar chu'lel o pneuma , que es como lo denominaba mi maestro. Es una sustancia abundante en el interior de cada criatura viviente y, al liberarlo, desatamos la energía que contiene. En realidad no resulta más extraordinario que quemar un trozo de carbón para calentar el agua de una marmita, pero a ti te resulta inexplicable porque se emplean conocimientos de mundos anteriores que ya han sido olvidados. Toda la civilización de losÿinn se basó en explotar los recursos del chu'lel . Los humanos, muy de vez en cuando, conseguimos capturar a uno de ellos y aumentar así nuestros conocimientos.

– Que fue lo que tú hiciste…

– Exactamente. Como muchos otros antes de mí. A lo largo de las generaciones hemos ido aprendiendo a utilizar limitadamente el chu'lel . Lo malo es que sólo conocemos unas pocas combinaciones, pero con una máquina como ésta será posible descifrar otros muchos códigos y conseguir un poder similar a los ÿinn.

– ¿Es eso lo que estabas buscando, convertirte en un ÿinn ?

Baba le dirigió una mirada sombría y dijo:

– Tienes demasiada prisa por entenderlo todo, faquih . Se entra paso a paso en la oscuridad. Un pie primero y luego el otro…

Señaló el aparato que Lisán había montado. Seguía girando lentamente y sobre él continuaba desarrollándose la danza de lucecitas.

– Eso es un calendario. ¿Puedes marcar en él una fecha? -preguntó.

– Sí. Creo que sí.

– Hace dos años, cuando llegamos a estas tierras…

Lisán sujetó los dos discos con las manos y los obligó a situarse en la posición que Baba le había pedido. Los trazos de los cometas desaparecieron en la neblina y la esfera giró a toda velocidad. Cuando el andalusí liberó de nuevo los discos, los cometas reaparecieron y vio que uno de ellos estaba muy cerca de la bola azul.

– Ése es el cometa que vimos en el cielo mientras nos dirigíamos hacia aquí -señaló Baba-. Ahora, adelanta el calendario hasta la fecha actual.

Lisán así lo hizo. El cometa se movió alejándose de la esfera azul mientras trazaba una delicada elipse. Alcanzó el apogeo y regresó hacia ella. Pero esta vez su línea brillante no pasó junto a la Tierra, sino que chocó contra ésta.

– Ahí lo tienes -dijo Baba.

El andalusí tragó saliva. Sentía la garganta seca. Si lo que estaba viendo era información extraída directamente del chu'lel , si aquello era real, el cometa regresaría y se precipitaría sobre ellos. Recordó la amenaza de Sapas y el fin del mayor imperio de la Antigüedad…

– ¿Piensas que los ÿinn… ?

– Hace miles de años estuvieron a punto de destruirnos y lo van a intentar de nuevo ahora. Aquel que capturé me lo anunció. Su victoria final sobre nosotros, aliados con los demonios del hielo, va a producirse aquí, en Tenochtitlán. La ciudad de los mexica es un nudo en las corrientes del chu'lel , y la sangre de miles de hombres sacrificados hará que esa montaña de hielo caiga y destruya el mundo de los hombres.

Lisán iba a seguir preguntando, pero una gran algarabía se oyó de repente en el exterior, interrumpiéndolos. Se puso en pie y caminó unos pasos hacia la puerta. Pero se detuvo, confuso, y se volvió hacia el mago, que seguía en la misma posición.

– ¿Qué está pasando ahí fuera?

Baba se agachó y recogió los dos discos. La imagen sobre ellos desapareció al instante. Los guardó entre los pliegues de su ropa.

– Los mexica. Ésta es su última embajada. La guerra va a empezar ya.

4

Los cacalpixque caminaban entre las chozas haciendo sonar sus caracolas de batalla y lanzando aullidos que imitaban la voz de los jaguares.

– ¡Escuchad, guerreros itzá ! ¡Escuchad lo que venimos a advertiros, hombres bravos de Uucil Abnal! -gritaban-. Vosotros sois los que vais a recibir los golpes, vosotros sois los que vais a sufrir las heridas y todo el esfuerzo de la guerra. Vosotros y nadie más. Éstas son las palabras rituales, éste es nuestro último aviso. Escuchadlo…

Lisán contempló aquel extraño cortejo desde la puerta de su vivienda. Los esclavos de los embajadores mexica repartían regalos entre los ciudadanos de Uucil Abnal. Pequeños escudos, macanas, petos de algodón prensado y adornos de plumas. Pensó que aquello se parecía más a una boda andalusí, con los padrinos repartiendo presentes entre los invitados, que a una declaración de guerra. Pero eso es lo que era exactamente. El tiempo se había terminado.

– Queda fijado el tercero y último plazo de veinte días -dijo el cacalpixque -. Si persistís en vuestra negativa a aceptar la amistad de la Triple Alianza, nuestros ejércitos devastarán toda la provincia, los prisioneros serán sometidos a la esclavitud, y vuestra ciudad, reducida a cenizas.

Los mexica se marcharon y la ciudad volvió a quedar en silencio.

Lisán vio a Baba salir de su choza y caminar hacia el bosque. Corrió tras él.

– ¡Espera! -le gritó.

Llegó a su altura y lo sujetó por el brazo.

– Espera, no hemos terminado.

– De momento sí.

– No, creo que no.

Baba se volvió hacia él y dijo lentamente:

– Me has ayudado, faquih , y te lo agradezco, pero la verdadera batalla no va a suceder hasta que lleguemos a Tenochtitlán. Mantente con vida hasta entonces y nos volveremos a encontrar.

Pero Lisán no lo soltó.

– Espera, no puedes irte ahora. Esta gente te necesita… Necesitamos del poder y de la ciencia del disco de los ÿinns para vencer a los mexica .

Baba sonrió.

– ¿Ya te incluyes entre ellos?

– Debes ayudarnos.

– Esta guerra no tiene ningún interés para mí y no puedo arriesgarme. Nuestro destino está en Tenochtitlán. Entonces volveremos a vernos, faquih.

Se liberó de la presa del andalusí y desapareció de inmediato entre los árboles.

Lisán meditó durante horas sobre cada detalle descrito por el mago. ¿Cuánto era verdad y cuánto más mentiras? Él no tenía forma de saberlo. Desconcertado, acudió a la Gran Ceiba e intentó ver de nuevo al Uija-tao para preguntarle, pero uno de sus sacerdotes le impidió el paso.

– Está muy enfermo -le dijo-. Es imposible que pueda recibirte.

– Debo verlo ahora -insistió-. Es muy importante.

– Ma'. Lo siento. No puedo dejarte pasar.

Pero otro sacerdote descendió del gran árbol y habló en susurros con el que estaba frente a Lisán. Con una expresión que el andalusí interpretó como de fastidio, el primero se hizo a un lado y dijo:

– Beey. Al parecer el Uija-tao también desea verte a ti. Puedes seguir a mi compañero si te place.

Lisán llegó a lo alto de la Ceiba y entró en la choza del adivino. Se sentó a su lado, sobre una estera de algodón, escuchando el silencio entrecortado de su respiración, que ya era apenas un silbido. La pálida luz de la luna iluminaba la piel cubierta de arrugas del anciano tendido frente a él y le daba un aspecto estremecedor. Su cuerpo material era una cáscara casi sin vida, como la imagen reseca de Ah Puch, el dios de la muerte.

– Estás ahí -dijo el anciano con un hilillo de voz.

Lisán apenas lo había visto mover los labios.

– Acércate -susurró de nuevo aquella voz mortecina.

Lisán se inclinó sobre él y acercó el oído a su boca.

– Me apago -dijo-. Mi alma desea retornar al chu'lel , disolverse apaciblemente en él, pero debo permanecer aquí. Mi misión no ha terminado y tenemos que volver a vernos…

Con un gran esfuerzo se sacó del cuello el cordel que sujetaba la bolsita de cuero y se la entregó al andalusí. Luego alzó una mano temblorosa y señaló el cajón de madera donde estaba guardada la pipa. Lisán la encontró, en su funda de piel de serpiente.

– Llévala contigo. Sé que hoy te ha ayudado, y puede volver a hacerlo en el futuro. Llévala siempre a tu lado.

Lisán le ató una cuerda y la colgó a su espalda. A continuación volvió a sentarse y le contó al anciano su conversación con Baba.

– Recuerda lo que viste en el fondo del cenote -dijo el anciano-. Recuerda que lo que habitualmente ven tus ojos es sólo una parte de la realidad. Lo que él te ha contado es por lo tanto un pequeño fragmento de algo mucho mayor. Y muy por encima, con una complejidad suprema, el Gran Todo tiene las respuestas… Mi Dios Único y tu Dios Único quizá son el mismo Dios después de todo. Algún día saldremos de este ciclo y lo averiguaremos…

Las últimas palabras del Uija-tao fueron apenas un susurro ininteligible. Lisán se acercó e intentó sentir su aliento sin lograrlo. ¿Había muerto? Se inclinó sobre su pecho y escuchó. El corazón del anciano, aunque débil, seguía latiendo.

Los pasos de los sacerdotes sonaron detrás de él.

– El Uija-tao debe descansar ahora -dijo uno de ellos-. Nosotros lo cuidaremos.

El andalusí se puso en pie y abandonó la choza.

Tras descender de la Ceiba caminó solo entre las chozas. Sacó la pipa de su funda y la contempló a la luz de la luna. Acarició con los dedos los caracteres grabados sobre ella, casi invisibles entonces. La llenó con cuidado, guiándose por el tacto, luego se acercó a los restos de una hoguera y buscó un carboncillo que aún estuviera encendido.