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– Vuestra vida, vuestra sangre es preciosa, Bruna -dijo al rato-. Cuidaos.

– Gracias, señora.

– Pero recordad que más vale el amor, porque vuestra sangre, aunque algunos la crean divina, no deja de ser sólo cuerpo, y éste es mortal, y según dicen los cátaros, pertenece al diablo. El amor es el valor último. Ése es mi Grial.

Cuando nos despedimos, la hermosa Loba de Cabaret hincó la rodilla ante aquel jovenzuelo, abrumado por el secreto de su propio origen, y le besó la mano, reverente.