A la boda de mi suegra mi marido no quiso ir. No soportaba al novio. De pretendiente lo aguantaba, pero a la boda se negó rotundamente. No entendía por qué mi suegra tenía que volver a casarse. Jamás aceptará al representante como marido de su madre. Nunca lo llama por su nombre. Cuando se dirige a él dice: ¡Oiga!

Yo lo conozco poco y cuando me ve aparta la vista, como huidizo.

Creo que mi suegra lloró mucho la pobre. Fue la única vez que no pudo con su niño. Testarudo. No hubo manera de convencerle. Ni siquiera por evitar el sufrimiento de su madre. Yo hubiera ido pero, por supuesto, mi marido me lo prohibió. Mi suegro sí fue, el pobre, porque después del divorcio la quería más y valoraba mucho su amistad. Digo yo que será por eso que el representante no tragaba a mi suegro. Por eso no podía consolarla cuando se murió. Y por eso mi marido tiene que ir a comer con su madre, para darle el consuelo que no tiene en casa.