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Continuará…

ETAPAS DEL DUELO NORMAL.

Parálisis

1. Incredulidad

Negación Confusión ____________________ Llanto explosivo

2. Regresión Berrinche

Desesperación ____________________

3. Furia Con el causante de la muerte Con el muerto por abandono ____________________

____________________ --

4. Culpa Por no haberlo podido salvar Por lo que no hicimos ____________________

____________________ -- Impotencia Desasosiego

5. Desolación

Seudoalucinaciones Idealización Idea de ruina ____________________ --

6. Fecundidad

Acción dedicada Acción inspirada ____________________ --

7. Aceptación

Discriminación Interiorización ____________________

CAPÍTULO 6

DESPUÉS DEL RECORRIDO

Un duelo ha sido elaborado cuando la persona es capaz de pensar en el fallecido sin el dolor intenso. Cuando es capaz de volver a invertir sus emociones en la vida y en los vivos. Cuando puede adaptarse a nuevos roles. Cuando aunque sea por un instante experimenta gratitud. Sin embargo aún en ese momento queda algo más para los duelos. Una post-cicatrización El tiempo después. He recorrido el camino de punta a punta ¿por qué falta algo? Porque el que elabora no olvida la pérdida después de terminado el proceso de duelo.

Cuando llega el cumpleaños del que se fue, o el aniversario de bodas, o el cumpleaños del nieto, o la Navidad, en cada uno de esos momentos se revive la historia y la cicatriz enrojece apenas y hasta vuelve a doler un poquito. Se trata de las "Reacciones de aniversario" según los libros y que yo prefiero llamar "El recuerdo de la cicatriz", porque todo sucede como si no fuera yo sino el recuerdo de la cicatriz lo que me recuerda el pasado. Si bien es cierto que cada año las cicatrices hablan en voz más tenue, a veces pasa mucho tiempo hasta que dejan de recordarnos lo perdido. Supongo que hay algunas cicatrices más memoriosas que duelen para siempre. ¿Cuánto dura un duelo normal? ¿Existe un tiempo normal de duelo? Los libros dicen que sí y los pacientes dicen que no. Y yo he aprendido a creerle a los pacientes. La verdad es que si existe un tiempo es tan variable y está sujeto a tantas circunstancias que de todas maneras es impredecible. Cada uno tiene sus propios tiempos.

Lo que sí creo es que existen tiempos mínimos. Pensar que alguien puede terminar de elaborar el duelo de un ser querido en menos de un año es difícil, si no mentiroso. ¿Y por qué digo menos de una año caprichosamente? Porque en un año suceden la mayoría de las primeras veces Y las primeras veces son siempre dolorosas y porque aunque suene estúpido cada primera vez es la primera vez sin él o sin ella. El primer año suele ser aunque nos pese un doloroso catálogo de estrenos de nuevos duelos. Y cada uno de esos estrenos opera como un pequeño túnel del tiempo…por él uno vuelve una y otra vez a la vivencia pasada. Aunque por suerte, cada vez sabe más del camino de retorno. Casi siempre la segunda Navidad es menos dolorosa que la primera. El primer mes es terrible, los primeros seis meses son muy difíciles, el primer año es bastante complicado y después empieza a hacerse más suave. No hay que olvidar que si he vivido casi toda mi vida reciente sabiendo que otro existía, vivir el duelo de su ausencia implica empezar una nueva historia. Por lo dicho (del síndrome de las primeras veces) yo diría que un duelo por la muerte de un ser querido nunca podría durar menos de un año y posiblemente si algo no lo interrumpe no dure mucho más allá de dos años y medio.

También creo que si después del primer año uno sigue clavado en el lugar del primer día, quizás sea una buena idea pedir ayuda. A veces es imprescindible que alguien me acompañe en el proceso aunque más no sea para mostrarme por dónde está la salida del laberinto. Los grupos de pares no aportan dato científico, ni funcionan bajo supervisión terapéutica. No tienen intención profesional pero operan desde el maravilloso lugar del cuento zen. Cheng-hu se encontraba perdido en el laberinto. De la cámara principal salían cincuenta caminos distintos. Le había llevado una semana explorar nueve de ellos. – A menos que tenga suerte -se dijo-, moriré antes de encontrar el camino correcto. No terminaba de pensar esto cuando se encontró con Shin-tzu. No se conocían pero Cheng creyó en Shin era la respuesta a su ruego. – Que suerte que te encuentro -dijo Cheng- estoy perdido entre tanto camino. Tú podrás decirme cuál conduce a la salida. – Yo también estoy perdido -dijo Shin -Qué mala suerte -se quejó el primero-, encuentro a alguien y no me sirve de nada – ¿Por qué dices que no te sirvo? -preguntó Shin – Dijiste que estabas perdido… -contestó Cheng, como si fuera obvio su razonamiento – Me imagino que habrás recorrido algunos caminos sin poder salir. Yo he recorrido por mi parte doce caminos que no conducen a ninguna parte, juntos los dos sabemos mucho más del laberinto que antes de encontrarnos y eso es indudablemente mejor que nada. Predecir cuánto tiempo nos tomará completar el proceso de recuperación es difícil. Algunos podrán hacerlo en unos meses, para otros se requerirán años. La cantidad de tiempo invertido, depende de muchas variables que interfieren y crean distintos patrones. La intensidad de apego al difunto (tipo de relación), intensidad del shock inicial, presencia/ausencia de la aflicción anticipatoria (cuando la persona tiene tiempo de afligirse previamente a la muerte del ser querido; por ej. en casos de enfermedad crónica y muerte esperada), las características del superviviente (personalidad propensa a la aflicción, o insegura, ansiosa con baja estima; excesivos autorreproches; enfermedad mental previa, o incapacidad física; duelos previos sin resolver, incapacidad para expresar sentimientos), crisis concurrentes (problemas graves que se presenten simultáneamente), obligaciones múltiples (crianza de los hijos, dificultades

económicas,etc.), disponibilidad de apoyo social, características de la muerte (muerte súbita, muerte anticipada), situación socioeconómica y religiosidad son algunos de los factores que influyen en la duración del duelo. Así, es probable que todos nos recuperemos en tiempos diferentes. Dice la gente que hace terapia sistémica que nuestra vida opera como un sistema donde cada engranaje se relaciona con otros; si sacamos un engranaje, por pequeño que sea, todo el sistema cambia. Los pacientes que están de duelo dicen: "Nada es igual que antes" Y tienen razón. Resituarse significa saber qué voy a hacer con la nueva situación desde los lugares más espirituales y emocionales, y desde los lugares más banales y materialistas.

Significa asumir que quizás tenga que ocuparme también de manejar dinero, los bienes, las inversiones, que el otro manejó con mi aval desinteresado, cómodo e incondicional durante toda nuestra vida en común. Significa que tendré que ocuparme de la casa, de la familia, de los trámites de sucesión y de mi nuevo proyecto de vida. Significa ocuparme de cosas que no me gustan en un momento donde no tengo ganas. Es una tarea horrible, pero la tengo que hacer mientras me ocupo como puedo del lugar que le voy a dar a la imagen interiorizada de lo perdido.

Así que estos son los objetivos del duelo: Elaborar Resituarse Reubicar Tres obstáculos que vencer, porque sin hacer alguna de estas tareas terminaremos cargando un cadáver sobre la espalda en un camino cuesta arriba. Rituales, empezar a soltar Indudablemente hay cosas que ayudan al recorrido y otras que lo dificultan. Entre la que lo hacen más fácil están los ritos. A lo largo de casi toda la vida fui un anti-ritualista. Siempre los ritos me parecieron absurdos, sobre todo aquellos que rondaban la muerte. La verdad es que la humanidad ha ido deshaciéndose de los ritos y volviéndose cada vez más aprensiva respecto a la muerte. La muerte tiene entre nosotros esta connotación tabú, lo prohibido y a la vez venerado de las cosas de las que no se puede ni hablar ni tocar. No menos de tres o cuatro veces por mes alguien llama al despacho para hacer una consulta del estilo de: " Murió fulano (tío, suegra, ex esposo), ¿debe ir el hijo al funeral o no? "El abuelo ha muerto, ¿se debe permitir a los chicos estar en el velatorio? "La madre de los sobrinos ha muerto ¿qué hay que decirles a los niños? Como si se dudara si conviene que los chicos sepan que la muerte es verdad. Como si fuera conveniente mentirle una eternidad falsa para que no se entere porque es muy chiquito y sufre. Lo que nosotros estamos produciendo al ocultar la muerte a nuestros chicos no tiene nombre, no podemos llegar a medir las consecuencias de sugerir que la inmortalidad es una posibilidad. Y esto tiene que ver con el habernos alejado de los ritos. Los ritos están diseñados para el aprendizaje y la adaptación del hombre a diferentes cosas. Entre ellas, para que el individuo acepte la muerte y acepte la elaboración del duelo. Los ritos tienen que