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Todo era como si hubiera pasado toda una vida.

Rhage maldijo y volvió a la exploración del bosque alrededor de la boca de la caverna. Cuando V salió, los dos se desmaterializaron en el patio principal de la casa.

– Hey, Hollywood, Butch y yo iremos al One Eye para un último trago. ¿Quieres venir?

Rhage miró hacia las oscuras ventanas de su dormitorio.

Aunque un viaje al One Eye lo dejara frío, sabía que no debería quedarse solo. De la forma en que se sentía, corría el riesgo de de ir a buscar a Mary y arrastrar su culo suplicándole. Lo que sólo sería una humillación malgastada. Ella le había dejado bien claro en dónde se encontraban y no era la clase de mujer a la que pudiera persuadir. Además, estaba acabado jugando al idiota enfermo de amor.

En la mayoría de los casos.

– Sí. Me colgaré de vosotros chicos.

Los ojos de V llamearon como si le hubiera hecho la oferta por ser cortés y no esperando un sí. -Bien. Vale. Nos vamos en quince. Necesito una ducha.

– Yo, también. -Quería quitarse la sangre del lesser de encima.

Mientras caminaba a través del vestíbulo de la mansión y lo pasaba, Fritz salió del comedor.

El mayordomo se inclinó profundamente. -Buenas noches, sire. Su invitada está aquí.

– ¿Invitada?

Directrix Elegida. Ella indicó que la había llamado.

Mierda. Se había olvidado de la petición y no era como si no fuera a requerir más sus servicios. Si Mary no estuviera en su vida, no requeriría ninguna disposición especial de alimentación. Era libre para mamar y joder con quien quisiera. Oh, alegría.

Dios, la idea de estar con cualquiera que no fuera Mary, hacía que se le arrugara dentro de los pantalones.

– ¿Sire? ¿La recibirá?

Estuvo a punto de decir que no, pero calculó que no solucionaría los problemas. Considerando su pasada historia con la Scribe Virgen, no era sabio ofender a las mujeres especiales de su raza.

– Dile que estaré con ella en unos momentos.

Corrió hacia su habitación, abrió la ducha para que se fuera calentando y llamó a V. El hermano no pareció sorprendido al saber que se achicaba por el viaje al bar.

Demasiado mal era la razón que Vishous obviamente había asumido.

****

Mary se despertó cuando escuchó voces amontonándose desde el vestíbulo. Era la voz de Rhage. Reconocería aquel profundo estruendo en todas partes.

Resbalándose de la cama, fue hacia el hueco que había dejado en la puerta.

Rhage subía por la escalera. Su pelo estaba húmedo como si se hubiera dado una ducha y estaba vestido con una camisa amplia negra y pantalones holgados negros. Ella estuvo a punto de dar un paso hacia el pasillo cuando vio que no estaba solo. La mujer que iba con él era alta y tenía una larga trenza rubia que le caía por la espalda. Iba vestida con un traje de noche blanco transparente y juntos parecían pertenecer a algún tipo de boda de godos, él todo de negro y ella cubierta con esa tela de telaraña. Cuando llegaron a lo alto de la escalera, la mujer hizo una pausa, como si no supiera dónde tenía que ir. Rhage le colocó la mano bajo el codo y la miró solícitamente, como si fuera tan frágil que se le pudiera romper algún hueso si conseguía llegar al segundo piso.

Mary los miró entrar en la habitación. La puerta se cerró tras ellos.

Ella regresó a la cama. Las imágenes regresaron a su cabeza. Rhage por todas las partes de su cuerpo con su boca y sus manos. Rhage agradeciéndole que lo alimentara. Rhage Mirándola mientras le decía que la amaba.

Sí, él la amaba, de acuerdo. Tanto que él había pasado a través del pasillo con otra mujer.

Al instante de que el pensamiento pasó por su mente, supo que era irrazonable. Ella lo había apartado. Se había dado por aludido. No tenía ningún derecho de culparlo por tener sexo con alguien más.

Ella había obtenido exactamente lo que le había pedido.

Que la dejara marchar.

Capítulo 34

A la tarde siguiente, justo antes de la caída de la noche, Rhage fue al gimnasio como un asunto de servicio público. Cuando terminó con las pesas, subió a la cinta y comenzó a correr. Las primeras cinco millas volaron. Hacia la sexta milla, ya estaba sudando. Cuando llegó a la novena milla, el culo comenzó a pesarle.

Él aumentó la inclinación y perdió terreno dentro de su paso. Sus muslos gritaban, tensos, quemándole. Sus pulmones ardían. Los pies y las rodillas le dolían.

Agarró la camisa con la que había salido y había dejado colgado sobre la consola y la utilizó para limpiarse el sudor de los ojos. Calculó que estaba deshidratado como una mierda por ahora, pero no iba a parar a beber agua. Tenía la intención de llegar hasta caerse.

Para continuar manteniendo el doloroso paso, se perdió en la música que salía por los altavoces. Marilyn Manson, Nine Inch Nails, Nirvana. El material era lo suficientemente ruidoso como para ahogar el ruido de la cinta caminadora, las canciones que sonaban en el cuarto de pesas, viles, agresivas, trastornadas. Igual que su estado de ánimo.

Cuando el sonido fue cortado, no se molestó en mirar a su alrededor. Se figuró que había golpeado el estéreo o que alguien quería hablar con él y no estaba interesado en relacionarse con nadie.

Tohr apareció delante de la máquina. La expresión que tenía el hermano hizo que Rhage saliera de la cinta y perforara la edición del STOP.

– Qué. -Él respiraba con fuerza y se pasó otra vez la camisa por la cara.

– Ella se ha ido. Mary. Se ha ido.

Rhage se congeló con la bola mojada bajo la barbilla. -¿Qué significa, ido?

– Fritz la esperó delante del hospital durante tres horas durante su cita. Cuando entró en la clínica le dijeron que no estaba. Condujo hasta su casa. Como no estaba allí, regresó y la buscó por todo el centro médico.

Las sienes le latían con fuerza por el miedo en vez de por el esfuerzo, Rhage ladró. – ¿Algún signo de la entrada forzada o de violencia en su casa?

– No.

– ¿Estaba el coche en el garaje?

– Si.

– ¿Cuándo fue la última vez que la vio?

– Eran las tres cuando ella fue a la cita. Para tu información, Fritz la telefoneó repetidamente, pero solo consiguió hablar con el buzón de voz.

Rhage miró su reloj. Solo eran las seis. Asumiendo unos sesenta minutos o así para su cita con el doctor, ella había estado desaparecida durante dos horas.

Encontraba muy difícil imaginarse que los lessers la habían cogido en la calle. Algo mucho más probable era que ella se hubiera ido a casa y la hubieran encontrado allí. Pero, sin signos de lucha en la casa, había una posibilidad de que no le hubieran hecho daño.

O tal vez solo estaba hablando la esperanza ciega.

Rhage saltó de la máquina. -Tengo que armarme.

Tohr le puso una botella de agua en la mano.- Bebe esto ahora. Phury te ha traído el equipo. Lo encontrarás en el vestuario.

Rhage salió corriendo.

– La hermandad te ayudará a encontrarla. -Le gritó Tohr.

*****

Bella fue hacia las escaleras cuando rompía la noche, tirando de la puerta de la cocina con triunfo. Ahora que los días se hacían más cortos, ella tenía más tiempo de estar fuera. Eran solo las seis, pero estaba negro como la boca del lobo. Encantador.

Ella se debatía entre hacerse unas tostadas o cocinarse unos panqueques cuando vio que había luces al otro lado del prado. Alguien estaba en la casa de Mary. Probablemente eran los guerreros que le estaban instalando el sistema de seguridad.

Lo que significaba que si se acercaba podría ver al hombre de las cicatrices otra vez.

Zsadist había estado en su mente desde que se habían encontrado, hasta el punto de que las anotaciones en su diario estaban llenas de conjeturas sobre el hombre. Él era solo tan…crudo. Y después de haber sido mimada durante años por su hermano, se moría por escaparse y experimentar algo salvaje.