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– Bravo, pues bien, a mi no me lo hacen. -Puedo imaginar seriamente lo anonadado que estás, pero no necesito que te concentres tu atención en los detalles, ¿Sabes lo que significa? Y realmente no tengo interés en resistir una hora por el equipo.

Dios, esa voz. Ella lo estaba haciendo otra vez, su piel sintió una llamarada con escalofríos y luego se asentó, aflojándose. Respiró profundamente, tratando de coger una parte de su perfume natural, limón.

Cuando el silencio se introdujo entre ellos, él empujó el menú de vuelta a ella.-Decide lo que vas a pedir, a menos que solo quieras sentarte ahí mientras como.

– Puedo marcharme en cualquier momento si quiero.

– Es verdad. Pero no quieres.

– Oh, ¿Y por qué eso? – Sus ojos brillaban intermitentemente, y su cuerpo se iluminó como un estadio de fútbol.

– No voy a concedértelo porque te gusta Bella demasiado como para hacerle pasar vergüenza abandonándome. Y a diferencia de ti, le diré que huiste de mí.

Mary frunció el ceño. -¿Chantaje?

– Persuasión.

Ella lentamente abrió el menú y lo recorrió con la mirada.-Todavía me estás mirando.

– Lo sé.

– ¿Podrías mirar a alguna otra parte? El menú, aquella morena a través del pasillo. Hay unos reservados con dos rubias más atrás, en caso de que no te hayas dado cuenta.

– ¿Alguna vez te perfumas?

Sus ojos se alzaron hasta los de él. -No, no lo hago.

– ¿Puedo? -Él inclinó la cabeza hacia sus manos.

– ¿Perdón?

Él no le podría decir que quería oler su piel más de cerca. -Considerando que comeremos y demás, sería más cívico saludarnos con las manos, ¿verdad? Aun cuando me la retiraste cuando traté de ser educado, estoy dispuesto a darte otra oportunidad.

Cuando ella no contestó, él la alcanzó a través de la mesa y tomó su mano entre las suyas. Antes de que ella pudiera reaccionar, atrajo su brazo hacia adelante, se inclinó, y presionó sus labios sobre sus nudillos. Él aspiró profundamente.

La respuesta de su cuerpo por su perfume fue inmediata. Su erección golpeó la bragueta de sus cueros, estirando, empujando. Cambió de posición para hacer más espacio en sus pantalones.

Dios mío, él no podría esperar para tenerla en casa a solas.

Capítulo 12

Mary dejó de respirar cuando Hal le soltó la mano. Tal vez estaba soñando. Sí, tenía que ser eso. Él era demasiado magnífico. Demasiado sexy. Y se concentraba demasiado en ella para ser real.

La camarera volvió, acercándose a Hal tanto que en realidad podría estar en su regazo. Y como no podía ser, la mujer se había renovado el carmín. Aquella boca parecía que había tenido un cambio con el aceite con algo llamado Fresh Pink. O Curious Coral. O algo igualmente ridículo.

Mary movió la cabeza, sorprendida de haber sido tan maliciosa.

– ¿Qué va a ser? -La camarera le preguntó a Hal.

Él la miró a través de la mesa y levantó una ceja. Mary sacudió su cabeza y comenzó a hojear el menú.

– Bien, veamos que tenemos aquí. -Dijo él, abriendo el suyo.- Va a ser el Pollo Alfredo. La carne NY, poco hecha. Y una hamburguesa con queso, también poco hecha. Doble de papas fritas. Y algunos nachos. Sí, quiero nachos con todo ello. Doble de eso también. ¿Puedes?

Mary sólo podía mirarlo fijamente cuando él cerró el menú y esperó.

La camarera lo miró con un poco de incomodidad. -¿Es todo lo que quieres para ti y tu hermana?

Como si la obligación familiar fuera la única razón de que un hombre como él estuviera con una mujer como ella. Oh, hombre…

– No, esto es para mí. Y ella es mi cita, no mi hermana. ¿Mary?

– Yo…solo una ensalada Cesar, cuando – ¿alimentando el comedero? -su comida llegue.

La camarera cogió los menús y se fue.

– Entonces, Mary, dime algo sobre ti.

– ¿Por qué no lo hacemos sobre ti?

– Por que entonces no podré oírte hablar.

Mary se puso rígida, algo burbujeaba bajo la superficie de su conciencia.

Conversación. Quiero oír tu voz.

Di nada. Una y otra vez. Hazlo.

Podría haber jurado que este hombre le había dicho esas cosas, pero ella no lo había visto antes. Dios lo sabía, lo habría recordado.

– ¿Qué haces para ganarte la vida? – Él la animó.

– Er…soy ayudante ejecutivo.

– ¿Dónde?

– En un despacho de abogados aquí en la ciudad.

– ¿Pero haces algo más, verdad?

Ella se preguntó cuanto le había dicho Bella. Dios, esperaba que la mujer no le hubiera explicado lo de la enfermedad. Tal vez era por eso por lo que se quedaba.

– ¿Mary?

– Solía trabajar con niños.

– ¿Profesora?

– Terapeuta.

– ¿Cabeza o cuerpo?

– Ambos. Era especialista en la rehabilitación de niños autistas.

– ¿Qué te hizo hacerlo?

– ¿Tenemos que hacer esto?

– ¿El qué?

– Todo eso de vamos-a-fingir-que-voy-a-conocerte.

Él frunció el ceño, retirándose hacia atrás cuando la camarera puso el enorme plato de nachos sobre la mesa.

La mujer se inclinó sobre su oído. -Shhh, no se lo diga a nadie. Robé estos de otro pedido. Ellos pueden esperar y tú pareces muy hambriento.

Hal inclinó la cabeza, sonrió, pero parecía desinteresado.

Tenía que concederle el crédito de ser cortés, pensó Mary. Ahora que él estaba sentado enfrente de ella en la mesa, no parecía que notara a ninguna otra mujer en absoluto.

Él le ofreció el plato. Cuando ella negó con la cabeza, se puso un nacho en la boca.

– No me sorprende que te moleste la charla.

– Dijo él.

– ¿Por qué?

– Has pasado por mucho.

Ella frunció el ceño. -¿Qué te ha dicho exactamente Bella sobre mí?

– No mucho.

– ¿Entonces cómo sabes qué he pasado por algo?

– Está en tus ojos.

– Oh, infiernos. También era listo. Hablando de paquete completo.

– Pero lamento rompértelo. -Dijo él, rápidamente limpiándose las manos de los nachos. -No me he preocupado por si te ha molestado. Quiero saber que fue lo que te interesó en esa línea de trabajo y tú vas a decírmelo.

– Eres arrogante.

– Sorpresa, sorpresa. -Rió él fuertemente.- Y tú evitas mi pregunta. ¿Qué te hizo meterte en ello?

La respuesta era la lucha de su madre contra la distrofia muscular. Después de ver como su madre lo había pasado, ayudar a otras personas con sus limitaciones había sido una llamada. Tal vez era un camino para pagar la culpa por estar tan sana cuando su madre había estado tan comprometida.

Y luego Mary había sido golpeada con algunos otros compromisos serios en ella misma.

Gracioso, la primera cosa que pensó cuando fue diagnosticada fue que no era justo. Había visto a su madre enfrentarse a la enfermedad, había sufrido a su lado. ¿Entonces por qué el universo quería que ella conociera directamente la clase de dolor que había atestiguado? Por esta razón en el momento había comprendido que no había ninguna cuota en el sufrimiento de la gente, ningún umbral cuantificable que una vez llegara, conseguía milagrosamente llegar al fondo de la angustia.

– Nunca quise hacer nada más. -Ella esquivó.

– ¿Entonces por qué lo dejaste?

– Mi vida cambió.

Agradecidamente, él no siguió con ello. -¿Te gusta trabajar con niños minusválidos?

– Ellos no son…ellos no son minusválidos.

– Lo siento. -Dijo él claramente sintiéndolo.

La sinceridad en su voz hizo que abriera la tapa de su reserva de una manera que los elogios o las risas nunca harían.

– Ellos solo son diferentes. Experimentan el mundo de una manera distinta. Normal es solo que es corriente, esa no es la única manera de ser o vivir. -Ella paró, notando que él había cerrado los ojos. -¿Te estoy aburriendo?

Levantó sus párpados despacio. -Amo oírte hablar.

Mary se tragó un jadeo. Sus ojos eran del color del neón, encendidos e iridiscentes.

– Tenían que ser lentes de contacto, pensó ella. Los ojos de la gente no tenían ese color.