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Los ojos de Xedrix se suavizaron.

– Bendito seas, akri, por tu amabilidad y piedad. He estado apenado durante siglos por el destino de mi hermana Simi.

– Ahórratelo, -dijo Acheron en un tono impasible-. Xirena también vive con nosotros.

Kerryna puso su mano en la de Xendrix.

El demonio parecía encantado por las noticias.

– Entonces puedo morir feliz, akri, sabiendo que ellas están vivas. Gracias.

Acheron puso los ojos en blanco.

– No voy a matarte, Xedrix. Simi me torturaría durante siglos si lo considerase siquiera. Por cierto, ¿Cómo hicisteis tíos para acabar de todos los lugares que hay, en un Bar de Nueva Orleans?

Kerryna sonrió, entonces hizo una mueca como si una ola de dolor la golpeara.

– El oso, Kyle Peltier, los encontró después de que escaparan de Kalosis. Estaban intentando comerse a un turista, pero Kyle los detuvo antes de que lo mataran y les explicó que si querían vivir aquí y no morir, tendrían que seguir las reglas y hacer un hogar. Él tomó su propio dinero y lo invirtió en el bar y le mostró a Xedrix como llevarlo. Los dos son ahora socios.

Katra entrecerró los ojos sobre Kerryna.

– Yo te recuerdo a ti de las Vegas. Tú eres la Dimme que escapó.

– Y yo a ti, diosa. Recuerdo bien que intentaste matarme.

– Ella no es diabólica, Kat, -dijo rápidamente Xypher, poniéndose entre ellas-. Ha estado ocultándose intentando encajar también en el mundo.

Simone se adelantó.

– Y ella es la única a la que ha envenenado Satara. El único antídoto para esto está en Kalosis con Satara. Como una futura madre como tú misma, puedes ver por qué no podemos dejarla morir.

Xypher asintió.

– Esperaba que tú pudieras ayudarnos.

Acheron encontró la mirada de Katra.

– Sabes que no puedo ir allí sin que se acabe el mundo. Tendrás que hacerlo tu misma.

Katra sonrió.

– Lo sé. Estará bien volver -Palmeó cariñosamente a Xedrix en el brazo -No te preocupes, Xed. Kalosis es el único lugar donde Satara y Stryker no pueden tocarme. Tú sabes lo que les haría mi abuela si lo intentaran.

Xedrix asintió.

Cuando empezó a desvanecerse, Xypher la detuvo.

– Espera, Kat. Yo quiero ir contigo.

Katra frunció el ceño ante él.

– ¿Estás seguro?

Xypher asintió, entonces miró a Simone.

– Tengo que hacerlo.

– Lo sé -dijo Simone lentamente -Sólo quiero decirte algo antes de que te vayas.

– ¿Qué?

– Te amo.

Xypher no podía respirar cuando esas palabras lo impactaron igual que una ráfaga psíquica. Él acunó su mejilla en su mano.

– Eso no es posible.

– Créeme, lo es, y será mejor que vuelvas aquí o voy a estar realmente enfadada contigo.

Él presionó su mejilla con las de ella e inhaló su precioso perfume.

– No temas -le susurró al oído- Volveré para molestarte.

– Mejor que lo hagas.

Xypher hizo la cosa más difícil que había hecho en su vida. Se apartó de Simone y se unió a Katra.

– Vámonos.

Katra se estiró y le tocó el brazo antes de abrir el portal a Kalosis.

Xypher observó la hermosa cara de Simone hasta que se disolvió en la oscuridad.

En un latido de corazón, parpadeó cuando se materializaron en lo que parecía ser un enorme hall de algún tipo. Había Daimons reunidos alrededor como si esperaran por algo.

O alguien.

Kat se giró hacia su izquierda y fue allí que él vio un enorme trono. Y sentado en él Stryker con Satara de pie al lado.

– No estás muerto, -dijo Satara cuando vio a Xypher-. Qué pena.

Katra se rió ante el comentario de Satara.

– No va a morir, prima. Dame el antídoto.

– Oh, no puedo hacer eso-dijo Satara sonriendo tontamente.

– Sí -dijo Kat, burlándose de ella, -puedes.

– Nop, me temo que no -Satara hizo un precioso puchero -Tuve un accidente. Se ha ido.

Kat arqueó una fina ceja.

– ¿Has perdido la cabeza? ¿Sabes lo que te hará Xedrix una vez le diga que ya no lo tienes?

– ¿Xedrix? ¿El demonio? Está muerto.

– No, no lo está. -Kat se cruzó de brazos sobre el pecho. Este juego se agravaba ya que ella podía decir que Satara estaba mintiendo. Había sabido perfectamente que Xedrix estaba vivo-. Él es el padre del bebé de Kerryna. No podías haber conseguido un peor enemigo. Al contrario que Xypher, él puede entrar aquí sólo cada vez que quiera y tendrá el respaldo de la Destructora cuando te arranque el corazón. Supongo que será mejor que vaya a decirle que afile sus garras.

Kat empezó a desvanecerse.

– Oh, espera, ¿Quieres decir este antídoto? -Satara sacó un pequeño tuvo de entre sus pechos-. Olvidé que lo tenía.

– Oh, estoy segura.

Satara le tendió el tubo a un Daimon quien se adelantó para dárselo a Kat. El tubo era un cristal claro con un brillante líquido rojo en su interior.

Kat le aseguró a Xypher que ese era el suero con un asentimiento de la cabeza.

Agradecido de que Kerryna fuese a ponerse bien, Xypher se movió para quedar en frente del trono de Stryker.

– Mientras estoy aquí, quiero un trato.

Satara parpadeó ante las palabras de Xypher como si hubiese oído mal.

– ¿Qué?

– Ya me oíste. He venido para terminar con nuestro pasado. Y quiero que salgas completamente de mi vida. No más demonios, no más venenos. No más estupideces. Tú me dejas en paz y yo te dejaré en paz a ti.

Satara parecía espantada.

– ¿De veras?

Stryker se inclinó para hablar con ella.

– Yo aceptaría ese trato, Satara. Dudo que encuentres nada mejor.

Los ojos de Satara se entrecerraron con suspicacia.

– ¿Por qué es tan importante para ti?

Él conocía una mejor respuesta para esa pregunta que la verdad. Eso sólo heriría a Simone.

– Eso no es importante y tampoco asunto tuyo. Sólo tengo dos semanas más en la tierra y quiero disfrutarlas.

– ¿Eso es todo?

– Es todo.

Satara se rió irónicamente.

– ¿Y realmente esperas que me crea que tú me dejarás ir con vida mientras tú vuelves al infierno? En paz. ¿Sin daño, sin falta?

– Sí.

Ella bajó del estrado para aproximarse a él de manera burlona.

– ¿Te crees que nací ayer? Te conozco mejor que eso. Tú no tienes intención de ver ese encuentro.

Xypher negó con la cabeza.

– Tú no lo sabes todo sobre mí. Nunca lo has sabido. Quiero paz y quiero dejar sola a Simone.

Ella tamborileó sus dedos contra la parte superior de sus brazos antes de hablar en un tono bajo, letal.

– Entonces, suicídate,

Eso hizo que Xypher volviera a parpadear en incredulidad por lo que había oído.

– ¿Qué?

– Ya me has oído, Xypher. Si quieres paz y enterrar el hacha, entonces hazlo. Suicídate.

– ¡Satara! -La previno Katra con enfado.

– Nada de Satara, Kat. Yo sé como jugar a este juego y más aún como ganarlo -ella volvió su atención de nuevo a Xypher- Así que, ¿Qué decides?

Xypher se quedó allí en silencio considerando su oferta.

– ¿Cómo sé que no estás mintiendo?

– Juro sobre el río Stigia que si tú te suicidas, nunca me acercaré otra vez a Simone. Ella estará completamente a salvo de mí o de cualquiera de los demonios o Daimons aquí en Kalosis. Incluso le enviaré una tarjeta de cumpleaños cada año por añadidura.

Xypher miró a Kat, cuya cara estaba ceniza.

“No”, le ordenaba su voz interior. Pero cuando consideró esto más profundamente, tenía sentido. Él iba a morir de todas formas. ¿Qué diferencia harían realmente dos semanas? Ninguna otra que la de darle más recuerdos de Simone para torturarle.

Más tiempo para amarla.

Más tiempo para que él la amara a ella.

No, sería más fácil para ambos que terminara con todo eso ahora. Quitar la tirita y dejar que la herida empezara a sanar.

Con el corazón roto, asintió.

– Está hecho, entonces.

Kat jadeó.

– No puedes hacer esto, Xypher.

– Sí, puedo. Es la única manera de garantizar la seguridad de Simone.