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Sherrilyn Kenyon

Depredador de Suenos

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Dream Chaser

PRÓLOGO

El odio es una amarga y dañina emoción. Se mezcla a través de la sangre, infectando a su anfitrión y conduciéndole hacia delante sin ninguna razón. Es una visión resentida y doblega hasta la más clara de las vistas.

El sacrificio es nobleza y ternura. Es la acción de un anfitrión que valora a otros por encima de sí mismo.

El sacrificio se obtiene a través del amor y la decencia. Es verdaderamente heroico.

La venganza es un acto de violencia. Permite a aquellos quienes están equivocados, regresarles algo de lo que perdieron. A diferencia del sacrificio, regresa a quien la practica.

El Amor es mentiroso y sublime. En la mejor de sus formas, saca lo mejor en todos los seres. En la peor, es un instrumento usado para manipular y arruinar a cualquiera lo bastante estúpido para conservarlo.

No seas necio.

El sacrificio es para los débiles. El Odio corrompe. El Amor destruye. La Venganza es el regalo de los fuertes.

Sigue adelante, no con odio, no con amor.

Sigue adelante con propósito.

Recupera lo que fue robado. Haz que paguen los que se rieron de tu dolor. No con odio, sino con calma, frío raciocinio.

La rabia es tu enemiga. La Venganza es tu amiga. Mantenla cerca y déjala suelta.

Que los dioses tengan misericordia de aquellos que me han causado mal, por que yo no tendré piedad de ellos.

Xypher se detuvo cuando leyó las palabras que había escrito sobre el techo de la celda con su propia sangre hacía siglos. Gris y descolorido, era un recordatorio de lo que le había traído a ese momento y lugar.

Eran un voto sagrado a sí mismo.

Cerrando los ojos, extendió la mano y las palabras se disolvieron en una niebla que se elevó desde el suelo, sólo para volver a posarse sobre su brazo izquierdo. Símbolo por símbolo. Palabra por palabra, los caracteres, todavía sangrientos, le cortaban la piel. Siseó ante el ardor de aquellos al grabarse en su piel. El dolor lo acompañó. Lo fortaleció.

Pronto sería libre durante un mes. Un mes para rastrear y asesinar. El único por el que se había sacrificado pagaría y ganaría su indulto en el proceso. Bueno. Si no lo hacía…

Bien, el nombre de la venganza algunas veces conllevaba un buen sacrificio. Al menos esta vez, moriría sabiendo que nadie se reiría jamás de él.

CAPÍTULO 1

Café Maspero

Nueva Orleáns

Febrero 2008

– ¿Alguna vez has deseado poner la cabeza en una licuadora y encenderse el interruptor?

Simone Dubois frunció el ceño, seguidamente se rió de Tate Bennett, el médico forense de la parroquia de Nueva Orleáns, mientras él tomaba asiento en la mesa de madera oscura, frente a ella. Como siempre, Tate estaba impecablemente vestido llevaba una camisa blanca con botones en el cuello y pantalones negros flojos. Su piel era oscura y perfecta, un regalo de su herencia criolla y haitiana. Con rasgos bien definidos, esculpidos, era extremadamente guapo y esos ojos oscuros nunca perdían un detalle.

Su atuendo impecable era un contraste agudo con los descoloridos vaqueros, el suéter azul marino y la mata alborotada de rizos marrón oscuro que nunca obedecían a ningún estilo que intentara darle Simone. El único rasgo que considero remotamente interesante eran sus ojos color avellana que se volvían oro cada vez que les daba el sol.

Ella se limpió la boca con la servilleta.

– Honestamente… no puedo decir que lo haya deseado. Pero ha habido algunos otras cabezas a las que me gustaría hacerle eso. ¿Por qué?

Dejó caer una carpeta delante de ella.

– ¿Cuántos asesinos en series puede tener una ciudad?

– No estoy al tanto de esas estadísticas. Depende de la ciudad, supongo. ¿Estás diciéndome que tenemos otro aquí?

Él desenvolvió sus cubiertos y colocó su servilleta sobre su regazo.

– No lo sé. Han llegado a mi oficina un par de extraños asesinatos en las últimas dos semanas. Aparentemente sin conexión.

Esas palabras estaban cargadas de significado.

– Pero…

– Pero tengo una sensación sobre esto y no es la clase de oh-mira-es-del-tipo-del-mundo-luminosamente-brillante.

Simone tomó un sorbo de refresco antes de abrir el archivo y hacer una mueca con las grotescas fotos de la escena del crimen. Como siempre, eran sangrientas y detalladas.

– Me encantan los regalos que me traes para el almuerzo. Otras chicas consiguen diamantes. ¿Y yo? Consigo masacres, sangre y todo antes del mediodía. Gracias, Tate.

Se inclino y le robó una patata frita francesa de su plato.

– No te preocupes, Boo. Te los compraré. Además, eres la única mujer que conozco que puedo encontrarme en el almuerzo y con la que puedo hablar de trabajo. Todas las demás se ponen muy sensibles.

Alzó la vista.

– Sabes, no estoy segura de que esto sea un verdadero cumplido.

– Confíe en mí, lo es. Si LaShonda alguna vez recupera la sensatez y me abandona, entonces eres la siguiente Sra. Tate.

– Otra vez, no seas tan adulador con ninguna de nosotras. ¿Debería decirle a LaShonda lo qué su maridito piensa de ella? -Le tomo el pelo.

– Por favor no lo hagas. Podría envenenar mi cush-cush… o peor aún, podría golpear mi culo-culo.

Simone se rió de nuevo.

– No te preocupes, me aseguraría y la llevaría ante la ley por ello.

– Estoy seguro de que lo harías. -Se detuvo para pedir un “bocadillo” de cangrejo y patatas fritas a la camarera. Simone continuó mirando las fotos mientras él hablaba con la joven gótica que tomaba su pedido.

Si, estas imágenes eran bastante horripilantes. Pero claro, esta clase de fotos normalmente lo eran. Cómo odiaba ese mundo que estaba lleno de personas capaces de hacer cosas horribles a los demás. Lo que la gente puede hacerse unos a otros era bastante malo. Lo que los otros, los habitantes no humanos pueden hacer era completamente otra pesadilla. Literalmente.

Y estaba más que un poco enterada de ambas clases de monstruos.

La camarera se dirigió de nuevo hacia la cocina.

Tate se inclino más cerca.

– ¿Recibiste algunas vibraciones desde el otro lado?

Negó con la cabeza.

– Sabes que no funciona de ese modo, T. Tengo que tocar el cuerpo o algo que haya pertenecido a la víctima. Las fotos sólo me dan un fragmento de información… y escalofríos.

Temblando de simpatía por la forma en que la pobre mujer había muerto, cerró el archivo y lo volvió a empujar hacia él.

– ¿Quieres venir a la morgue conmigo después del almuerzo?

Ella arqueó una ceja por su propuesta.

– Me estremezco con las frases de conquista que debiste de utilizar la noche en que conociste a LaShonda. ¡Ven conmigo, monada, y contempla mi colección de cadáveres!

Él se rió.

– ¡Dios! Amo tu sentido del humor.

Lástima que sea un hombre casado una de las pocas personas que realmente captará su excéntrico sentido del humor. La otra persona que realmente lo apreciaba era un fantasma adolescente que había estado atormentándola desde que tenía diez años.

Jesse estaba sentado a la derecha de Simone, pero era la única que lo sabía. Nadie más podía verle u oírlo, oh, que suerte tenía. Especialmente desde que Jesse se había quedado bloqueado en un punto de finales de los 80. El caso en cuestión era, que llevaba puesto una chaqueta de sport azul clara evocadora de Don Johnson de Miami Vice con una camisa negra estilo Pompadour cortesía de Jonh Cryer de la película Pretty in Pink. Jesse era un gran fan de John Hughes que la obligó a ver demasiadas reposiciones. Completando su poco convencional conjunto con una corbata fina de raso con un teclado y a juego unas Vans a cuadros blancos y negros.