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Sidney nunca había querido depender económicamente de nadie. Miró a Jason. Si iba a ligar su supervivencia económica a una persona, ¿quién mejor que el hombre al que amaba casi desde el momento en que lo vio? Mientras le miraba, se le humedecieron los ojos. Se sentó para reclinarse sobre él.

– Bueno, al menos mientras estés en Los Ángeles podrás ver a algunos de tus viejos amigos, pero, por favor, evita a tus antiguas conquistas. -Le revolvió el pelo-. Además, nunca podrías abandonarme. Mi padre te despellejaría.

Sid paseó la mirada por el torso desnudo de su marido: los abdominales como placas, los músculos de los hombros ondulando casi a flor de piel. Recordó una vez más la suerte que había tenido cuando su vida se cruzó con la de Jason Archer. También sabía que su marido pensaba lo mismo respecto a ella. Jason permaneció en silencio, con la mirada perdida.

– En los últimos meses te has estado quemando las pestañas, Jason -añadió ella-. A todas horas en la oficina, dejándome notas en mitad de la noche. Te echo de menos. -Sidney lo empujó suavemente con la cadera-. Recuerdas lo divertido que es achucharse durante la noche, ¿no?

Él le respondió con un beso en la mejilla.

– Además, Tritón tiene muchísimos empleados -señaló Sid-. No tienes que hacerlo todo tú solo.

Jason la miró con una expresión de cansancio y dolor en los ojos.

– ¿Eso es lo que crees?

– En cuanto se cierre la compra de CyberCom estarás más ocupado que nunca. -Sidney suspiró-. Quizá tenga que sabotear el acuerdo. Después de todo, son la principal asesora legal de Tritón. -Sonrió.

El se rió sin mucho entusiasmo. Era obvio que pensaba en otra cosa.

– En cualquier caso, la reunión en Nueva York será interesante -comentó Sidney.

– ¿Cómo dices? -preguntó él de pronto, muy alerta.

– Porque nos reunimos para tratar el asunto de CyberCom. Nathan Gamble y tu colega Quentin Rowe estarán allí.

La sangre se retiró poco a poco del rostro de su marido.

– Cre… creía que la reunión era por la propuesta de BelTek -tartamudeó Jason.

– No, me sacaron de ese tema hace un mes para que me ocupara de la compra de CyberCom por parte de Tritón. Creía que te lo había dicho.

– ¿Por qué te reúnes con ellos en Nueva York?

– Nathan Gamble está allí esta semana. Tiene un apartamento que da al parque. Los multimillonarios siempre se salen con la suya. Así que me toca ir a Nueva York.

Jason se sentó, con el rostro tan descompuesto que ella pensó que estaba a punto de vomitar.

– Jason, ¿qué pasa? -Sid le sujetó los hombros.

El se recuperó y la miró con una expresión que preocupó a Sid: una expresión culpable.

– Sid, mi viaje a Los Ángeles no es por un tema de Tritón.

La mujer apartó las manos de los hombros de su marido y le miró atónita. Todas las sospechas que había reprimido durante los últimos meses afloraron de repente. Notó la garganta seca.

– ¿Qué quieres decir, Jason?

– Me refiero -él inspiró con fuerza y sujetó una de las manos de la mujer-, me refiero a que este viaje no lo hago por Tritón.

– Entonces, ¿por quién lo haces? -preguntó ella con el rostro arrebolado.

– ¡Por mí, por nosotros! Es por nosotros, Sidney.

La joven frunció el entrecejo mientras se apoyaba en el cabezal y se cruzaba de brazos.

– Jason, vas a decirme lo que está pasando y me lo dirás ahora mismo.

El desvió la mirada y comenzó a jugar con las mantas. Sidney le sujetó la barbilla y lo interrogó con la mirada.

– ¿Jason? -Hizo una pausa al notar su lucha interior-. Cariño, imagina que es Nochebuena.

– Voy a Los Ángeles porque tengo una entrevista con otra empresa.

– ¿Qué? -Sidney apartó la mano.

– AllegraPort Technology -se apresuró a decir Jason-. Es uno de los mayores fabricantes de software del mundo. Me han ofrecido…, bueno, me han ofrecido una vicepresidencia como paso previo a la máxima posición. Triplicarán mi sueldo actual, una paga extra considerable, opción de compra de acciones, un fantástico plan de jubilación y todo eso, Sid. Un golazo.

El rostro de Sid se iluminó en el acto; aliviada, aflojó los hombros.

– ¿Éste era tu gran secreto? Jason, es maravilloso. ¿Por qué no me lo dijiste?

– No quería ponerte en una situación incómoda. Después de todo, tú eres la asesora legal de Tritón. ¿Todas esas horas nocturnas en la oficina? Intentaba acabar mi trabajo. No quería dejarlos colgados. Tritón es una compañía poderosa; no quería provocar ningún resentimiento.

– Cariño, no hay ninguna ley que te prohíba trabajar en otra compañía. Estarán contentos por ti.

– ¡Estupendo! -El tono amargo la intrigó por un momento, pero él añadió deprisa antes de que ella pudiera interrogarle-: También pagarán todos nuestros gastos de traslado. De hecho, obtendremos una buena ganancia con la venta de esta casa, lo suficiente para pagar todas las deudas.

– ¿Traslado? -preguntó ella, inquieta.

– Las oficinas centrales de Allegra están en Los Ángeles. Allí es donde nos trasladaremos. Si no te parece bien respetaré tu decisión.

– Jason, sabes que mi bufete tiene una oficina en Los Ángeles. Será perfecto. -Ella se apoyó una vez más contra el cabezal y miró al techo. Después miró a su marido con un brillo de picardía en los ojos-. A ver, con el triple de tu sueldo actual, la ganancia por la venta de esta casa y las acciones, podría convertirme en madre a jornada completa un poco antes de lo que pensaba.

Jason sonrió mientras ella le daba un abrazo de felicitación.

– Por eso me sorprendió tanto que me dijeras que tenías una reunión con Tritón.

Ella le miró confusa.

– Ellos creen que me tomé unos días libres para trabajar en casa.

– Oh, bueno, cariño, no te preocupes. No te descubriré. Ya sabes eso de la relación de privilegio entre abogado y cliente; pero existe un privilegio mucho mayor entre una esposa ardiente y su fuerte y apuesto marido. -Se cruzaron sus miradas y ella rozó con sus labios la mejilla de Jason.

Jason se sentó en el borde de la cama.

– Gracias, preciosa, me alegro de habértelo contado. -Se encogió de hombros-. Más vale que me vaya a duchar. Quizá consiga acabar unas cuantas cosas antes de marcharme.

Antes de que pudiera levantarse, ella le rodeó la cintura con los brazos.

– Me encantaría ayudarte a acabar una cosa, Jason.

Él volvió la cabeza para mirarla. Sidney estaba desnuda, el camisón yacía a los pies de la cama. Sus grandes pechos se apretaban contra sus nalgas Jason sonrió; deslizó una mano por la espalda de la mujer y le apretó el culo con cariño.

– Sid, siempre he dicho que tienes el culo más bonito del mundo.

– Si no te molesta que esté un poco más gordo, pero te prometo que estoy en ello.

Las manos fuertes de Jason se deslizaron bajo sus axilas, y la levantó hasta que estuvieron cara a cara. Sus ojos miraron los suyos y su boca formó una línea solemne antes de decir:

– Ahora estás más hermosa que el día en que te conocí, Sidney Archer, y cada día te quiero más y más.

Pronunció las palabras con dulzura y lentamente, de aquella manera que siempre la hacía temblar. No eran las palabras en sí las que le provocaban ese efecto. Cualquiera las podía decir. Era la forma en que él las decía. La convicción absoluta en la voz, en los ojos, en la presión de sus manos sobre su piel.

Jason volvió a mirar el reloj y mostró una sonrisa traviesa.

– No me quedan más de tres horas si quiero tomar el avión.

Ella le rodeó el cuello con un brazo y tiró de Jason hasta ponerlo sobre su cuerpo.

– Tres horas pueden ser toda una vida -respondió.

Dos horas más tarde, con el pelo todavía mojado de la ducha, Jason Archer cruzó el vestíbulo de su casa y abrió la puerta de un cuarto pequeño. Decorado como una oficina con un ordenador, archivadores, una mesa de madera y dos estanterías pequeñas, el espacio estaba atiborrado pero en orden. Una ventana pequeña daba a un patío oscuro.