– Excelente trabajo, teniente.
– Gracias, señor. Aunque preferiría ficharlo por ase?sinato que por drogas.
– Todo llegará.
– Cuento con ello. Hola fiscal.
– Teniente. -El fiscal se había levantado al verla en?trar, y seguía en pie. Sus modales eran bien conocidos dentro y fuera de los juzgados. Su actuación estaba siempre llena de brío, fueran cuales fuesen las circuns?tancias-. Admiro sus técnicas. Me encantaría tenerla como testigo en este asunto, pero no creo que esto lle?gue a juicio. El abogado del señor Redford ya se ha puesto en contacto con mi oficina. Vamos a negociar.
– ¿Y el asesinato?
– No tenemos suficientes pruebas físicas. -Y añadió antes de que ella pudiera protestar-: Y el móvil… usted ha demostrado que tuvo manera de conseguir sus fines antes de la muerte de Pandora. Es muy probable que sea culpable, pero tendremos mucho trabajo para justificar los cargos.
– No lo tuvo para acusar a Mavis Freestone.
– Por pruebas abrumadoras -le recordó él.
– Usted sabe que ella no lo hizo, fiscal. Sabe que las tres víctimas de este asunto están relacionadas. -Miró hacia Casto, que estaba arrellanado en una silla-. Ilega?les lo sabe.
– En esto, estoy con la teniente -dijo Casto-. Hemos investigado la posible implicación de Freestone con la sustancia conocida como Immortality sin encontrar co?nexión alguna entre ella y la droga o ninguna de las otras víctimas. Tenía ciertas manchas en su expediente, pero cosas antiguas y sin importancia. En mi opinión, la chica estaba en el sitio equivocado a la hora equivocada. -Son?rió a Eve-. Debo apoyar a Dallas y recomendar que le sean retirados los cargos a Mavis Freestone pendiente del resultado de la investigación.
– Anoto su recomendación, teniente -dijo el fiscal-. La oficina del fiscal lo tendrá en cuenta cuando revise?mos todos los datos. Ahora mismo, la creencia de que estos tres homicidios están relacionados sigue estando necesitada de pruebas sólidas. Sin embargo, nuestra ofi?cina está dispuesta a acceder a la reciente solicitud del re?presentante de Mavis Freestone en el sentido de unas pruebas de detección de mentiras, autohipnosis y recrea?ción por vídeo. Los resultados pesarán mucho en nues?tra decisión.
Eve soltó un suspiro. Era una concesión importante.
– Gracias -dijo.
– Estamos del mismo lado, teniente. Y creo que to?dos deberíamos tenerlo presente y coordinar nuestra postura antes de la rueda de prensa.
Mientras hacían los preparativos, Eve se acercó a Casto.
– Le agradezco lo que ha hecho.
Él le quitó importancia.
– Era una opinión profesional. Espero que eso ayude a su amiga. Yo creo que Redford es culpable. Tanto si se los cargó él como si pagó para que lo hiciera otro.
Eve quería sumarse a esa opinión pero, en cambio, meneó la cabeza.
– Demasiado chapucero para tratarse de profesiona?les, demasiado personal. De todos modos, gracias por arrimar el hombro.
– Considérelo, si quiere, como pago por proporcio?narme uno de los mejores casos de ilegales de toda la dé?cada. En cuanto lo hayamos aclarado y salga a la luz el asunto de esa nueva droga, voy a comprarme unos galo?nes de capitán.
– Bien, enhorabuena anticipada.
– Yo creo que eso va por los dos. Usted resolverá esos homicidios, Dallas, y luego los dos podremos des?cansar un poco.
– Es verdad, los voy a resolver. -Eve levantó una ceja cuando él le pasó la mano por el pelo.
– Me gusta. -Con una sonrisa, Casto se metió las ma?nos en los bolsillos-. ¿Está segura de que quiere casarse?
Inclinando la cabeza, ella le devolvió la sonrisa.
– Me han dicho que sale a cenar con Peabody.
– Oh, es una joya. Tengo debilidad por las mujeres fuertes, Eve, y tendrá que perdonarme si estoy un poco decepcionado por mi falta de oportunidad.
– ¿No podría sentirme halagada? -Vio la señal de Whitney y suspiró-. Está bien, ya vamos.
– Se siente uno como un hueso suculento, ¿verdad? -murmuró Casto mientras la puerta se abría a una horda de periodistas.
Salieron airosos, y Eve habría considerado que el día ha?bía ido muy bien si Nadine no la hubiera esperado en el aparcamiento subterráneo.
– Esta zona está restringida a personal autorizado.
– Espere un poco, Dallas. -Sentada en el capó del co?che de Eve, sonrió-. ¿Me acompaña?
– Canal 75 queda lejos de mi camino. -Como Nadi?ne continuaba sonriendo, ella maldijo y abrió la puerta-. Suba.
– Está guapa -dijo Nadine-. ¿Quién es su estilista?
– La amiga de una amiga. Estoy harta de hablar de mi pelo, Nadine.
– Vale, entonces hablemos de asesinatos, drogas y di?nero.
– Acabo de estar cuarenta y cinco minutos hablando de eso. -Eve mostró la placa a la cámara de seguridad y salió disparada a la calle-. Usted estaba allí, ¿no?
– Lo que he visto es mucho regate. ¿Qué es ese ruido?
– Mi coche.
– Ya. Otra vez con recortes de presupuesto, ¿ver?dad? Es una vergüenza. En fin, ¿qué es todo eso de unas nuevas pesquisas?
– No puedo hablar de ese aspecto de la investigación.
– Aja. ¿Y los rumores sobre Paul Redford?
– Como se ha dicho en la conferencia de prensa, Redford ha sido acusado de fraude, posesión de espéci?men controlado e intento de fabricación y distribución de sustancia ilegal.
– ¿Y cómo se relaciona esto con el asesinato de Pan?dora?
– No estoy en libertad de…
– Bueno, bueno. -Nadine se apoyó en el respaldo y miró ceñuda el tráfico que atestaba la calzada-. ¿Y si ha?cemos un canje?
– Veamos. Usted primera.
– Quiero una entrevista en exclusiva con Mavis Freestone.
Eve no se molestó en responder. Sólo bufó.
– Vamos, Dallas, deje que la gente sepa lo que ella piensa.
– A la mierda la gente.
– ¿Puedo citar eso? Usted y Roarke la tienen asedia?da. Nadie puede acceder a ella. Usted sabe que seré justa.
– Sí, la tenemos asediada. No, nadie puede acceder a ella. Y usted seguramente será justa, pero Mavis no ha?blará con los media.
– ¿De quién es la decisión?
– Ojo, Nadine, o la mando al transporte público.
– Transmítale mi petición. Es lo único que le pido, Dallas. Dígale solamente que me interesa hacer pública su versión de los hechos.
– Vale, ahora cambie de onda.
– De acuerdo. Esta tarde me ha llegado una noticia de la emisora de cotilleos.
– Y usted sabe que a mí me pirra conocer detalles de las vidas de los ricos y ridículos.
– Dallas, admita que pronto se convertirá en uno de ellos. -Al ver la furiosa mirada de Eve, Nadine rió-. Oh, me encanta pincharla. Es tan fácil. En fin, se rumorea que la pareja más despampanante de los últimos dos me?ses ha partido de la ciudad.
– Estoy intrigadísima.
– Lo estará cuando le diga que la pareja está formada por Jerry Fitzgerald y Justin Young.
El interés de Eve subió lo suficiente para hacerle re?considerar la idea de aparcar junto a una parada de auto?bús y soltar a su pasajero.
– Hable.
– Esta mañana se produjo una verdadera escena en el ensayo para el show de Leonardo. Parece ser que nues?tros enamorados llegaron a las manos. Hubo reparto de golpes.
– ¿Se pegaron el uno al otro?
– Más que palmaditas cariñosas, según mi fuente. Jerry se retiró a su vestidor. Ahora tiene el de la estrella, por cierto, y Justin se marchó malhumorado y con un ojo hinchado. Unas horas después estaba ya en Maui, festejándolo con otra rubia. También modelo. Una mo?delo más joven.
– ¿De qué discutían?
– Nadie lo sabe. Se cree que el sexo está detrás de todo. Ella le acusó de engañarla y él hizo otro tanto. Ella no pensaba tolerarlo. Él tampoco. Ella ya no le necesita?ba, pues él tampoco a ella.
– Muy interesante, Nadine, pero no significa nada. -No, pero qué oportuno, pensó, qué oportuno.
– Tal vez sí, tal vez no. Pero es curioso que dos cele?bridades se dediquen a tirarse los trastos a la cabeza en público. Yo diría que o estaban muy colocados o esta?ban haciendo un magnífico número.