Pero sí te quiero más que nadie, aunque sea en coro la serenata.
Mía Tuya
Me había vuelto un angelito, podrán ver, y hasta a Enrique quería escribirle en mi afán de estar presente en esa casa de San Salvador, mañana, tarde y noche. Pero no estaba la virgen para tafetanes, y, como suele decirse, en el horizonte se divisaban ya los más negros nubarrones.
San Salvador, 8 de febrero de 1980
Queridísimo Juan Manuel Carpio,
Esto se está poniendo demasiado bravo. Hasta yo, que soy la más optimista siempre, la última optimista en toda situación, ya me estoy preocupando. Hemos recibido tres amenazas seguidas de rapto de mi hermana Ana Dolores. Yo no quiero asustarme y no quiero que tú te asustes, mi amor, pues insisto en creer que se trata de una tremenda maldad, antes que de una tremenda realidad. Mi hermana, por supuesto, se va. Pero quién va a andar tan mal informado en este paisito como para pedir plata por un miembro de una familia que, desde la muy prematura muerte de mi padre, perdió todas sus fuentes de ingreso y sólo vive de recuerdos, amistades, y unas cuantas joyitas que quedan por ahí.
Sin embargo, se vienen asomando unos nubarrones del tamaño de veinte portaaviones. Lo más peligroso para nosotros, quizás, es que se ha formado un «Ejército de Liberación Centroamericana», con los viejos de la Guardia Nacional de Somoza, todos los que salieron en desbandada de Nicaragua, los superreaccionarios de Guatemala, los ricos de El Salvador que se han ido a vivir y a invertir en Guatemala, y el gobierno de Honduras que parece también colabora. Hasta Rodrigo Carazo Odio (sic), el actual presi de Costa Rica, mete sus discursos reaccionarios, si bien por lo menos no ayuda con armamentos ni hombres. Pues todas estas bellas personas están decididas a «parar el avance comunista», aquí en mi paisito. Imagínate lo que será ese enfrentamiento. Ojalá los muchachos y los compas estén bien preparaditos. En todo caso será como para hacerse un hoyo y buscar guarida. Claro que tienen armas y gente los compadres, aunque creo que están en desventaja en cuanto a armas, si bien tienen grandes masas bastante organizadas. La manifestación de la Coordinadora Popular fue enorme, la mayor que se haya visto aquí jamás. Doscientas mil personas en San Salvador… Imagínate… En esta ciudad hasta hace pocos años cien personas juntas eran una muchedumbre. Y cuando alguien no estaba dos domingos seguidos en su misa o en su cantina, ya se podía ir deduciendo que se había echado al monte de guerrillero o de justiciero.
Aunque no quiero estarlo, estoy aterrada por mi hermana, por mis hijos, hasta por el bebedor de Enrique, que todo lo enfrenta copa en mano, estoy aterrada. Y ahora mismo me gustaría cerrar muy fuerte los ojos y sólo sentir la existencia de esa confianza total que tengo en ti. Entonces todo funcionaría, Juan Manuel Carpio, porque tú eres como yo y no me abandonarías ni siquiera por la Luisa de entonces, no la de hace unas cuantas cartas.
Pero bueno, la vida es tal que ya ves: ni hablar en este momento de soñar siquiera con esa «sintonización» con tu gira por México, a la que te referías en tu última carta desde Mallorca.
Piensa mucho en mí, viajes o no.
Fernanda Tuya
Viajé a México, además me di un salto a Lima, y hasta tuve tiempo para fracturarme la mano izquierda, muy levemente, gracias a Dios. A todo ello aluden algunas frases sacadas del cuadernillo fotocopiado, cuyo original tanto atesoró siempre Mía.
En México, mi dichoso representante está tan dedicado al Tintoretto, que apenas ha podido conseguirme lo justo para pagar hotel y vitute. Pero recién empiezo con las calamidades, porque también me ha pescado una venganza de Moctezuma que, al no ser bacterias, a lo mejor acaba, digo yo, siendo psicosomática, y con el tipo de locura que suele aquejarme a mí, muy probablemente me llevará a cagar un piano de cola. Con tu perdón.
Ya ves tú que terminé huyendo de México, para darme un saltito a Lima y decirle bonjour a la familia y a los amigos. Mi éxito ha sido rotundo, pues ya en el aeropuerto me pegué el resbalón del siglo y fractureme la mano izquierda, aunque sin gravedad alguna para mi guitarra y mi vocación trovadora. Parecía hombre público en esa ciudad donde todos los políticos tienen la mano rota (algunos, además, caída).
Efusiones como chorro de ballena. Te extraño y te quiero HORRORES.
Juan Manuel
Me avergüenzo aún de haber escrito aquellas cosas, cuando releo la siguiente carta que recibí de Mía.
San Salvador, 26 de febrero de 1980
Mi queridísimo Juan Manuel Carpio,
Tú siempre tratando de hacerme reír. Acabo de recibir tu breve carta, muy preocupada eso sí por los que estamos aquí, por ti mismo, en México, en Lima, y ya de regreso a París. Parece ser que vaya donde uno vaya los peligros que corremos tú y yo son en cierta medida los mismos, al nivel interior. Yo creo que son los demonios internos que nos pinchan las llantas, nos queman los barcos, nos rasgan las velas, y a veces nos dejan náufragos en plena mañana soleada del más lindo París. Por eso nos acompañamos, con el más continuo cariño. Fíjate que aquí hemos hablado muchísimo de ti, y todos preocupados por tu vida, por tu andar siempre solitario en París o dando solitarios saltos para ganar cuatro reales. Y al mismo tiempo todos queriéndote mucho y orgullosos también de ser parte del mundo que te rodea en tu departamento de la rue Flatters y donde vayas.
Dos veces he hecho el viaje a Occidente, como se dice de la zona de Santa Rosa donde ahora se están quedando Rafael Dulanto y Patricia, su novia. La familia de Rafael tiene una casa muy linda a orillas del lago de Coatepeque, y allí nos hemos reunido con ellos, con Virginia Corleone, que también te conoció en París y no te olvida nunca, con Enrique y con los niños. En fin, toda la familia. Otros amigos que sólo te conocen de oídas y que también tienen casa por ahí se unen con sus voces para recordarte o preguntar por ti.
Por nuestro lado, no estamos nada tranquilos, pues la Ana Dolores se demora en poderse ir y aquellas absurdas pero graves amenazas pesan sobre todos nosotros como una espada de Damocles. En cambio ya soltaron al hermano de Rafael. No sé realmente lo que él y Patricia piensan hacer ahora, pero a lo mejor te caen por París para una necesaria vacación, después de tanto susto y trajín. Todos estamos bien aliviados con esto y la familia de Rafael bastante tranquila, aunque supongo que asimismo bastante más pobre. Pero más vale por lo menos estar con vida. Él sigue exacto. Se ríe con la bocota de cipote extrovertido y tropical, se duerme con sus amigos, y eso sí, adora a su novia. Es generoso y bueno, eso tú bien lo sabes. Y un poco encontrado y un poco perdido como siempre. Creo que si vuelve a París no te costará ningún trabajo reconocerlo, no bien lo vuelvas a ver.
El asunto de su hermano lo tenía muy mal a nuestro Rafael, pero ahora está mucho mejor. La primera vez que lo vi estaba triste, pálido, e increíblemente callado. Y lo mismo Patricia, que no ha podido tener peor debut en este catastrófico paisito. Pero ahora todo parece mejorar nuevamente para ellos. Sin embargo, hace tres días los vi en San Salvador. Iban en su carro y de riguroso luto. Yo también iba toda de negro. Y pensé que nos dirigíamos a la misma misa, de un amigo que mataron, ametrallado saliendo de su finca, hermano de Walter Béneke. Tal vez lo conociste a Walter, o te acuerdes de él por Rafael. Fue ministro de Educación. Era también de nuestra camada. Yo iba con Enrique y mi mamá a la misa, y todos de negro nos saludamos con Patricia y Rafael, pero después ya no nos vimos. Sin duda tenían otro muerto.