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– Hace veinte años era una cantante famosa de Shantung, una mujer que gozaba de cierta estima, sobre todo entre los hombres casados que frecuentaban las casas de té. Aunque nunca había sido bonita, era inteligente y sabía encantarles. Tocaba varios instrumentos musicales, contaba antiguos relatos con una expresividad desgarradora, se llevaba un dedo a la mejilla y cruzaba sus pies diminutos de la manera apropiada.

»Wu Tsing le había pedido que fuera su concubina, no por amor, sino por el prestigio de poseer lo que muchos otros hombres deseaban. Y la cantante, tras haber visto su enorme riqueza y a su primera esposa debilitada, consintió en ser su concubina.

»Desde el principio, Segunda Esposa supo controlar el dinero de Wu Tsing. La palidez de éste cuando silbaba el viento le informó que temía a los fantasmas, y todo el mundo sabe que el suicidio es la única manera que tiene una mujer para huir de su matrimonio y vengarse, para regresar convertida en fantasma y esparcir hojas de té y buena suerte. Por ello, cuando su marido le negó una mayor asignación económica, fingió suicidarse. Se comió un trozo de opio crudo, suficiente para enfermarla, y envió su doncella a Wu Tsing para comunicarle que estaba agonizando. Tres días después, Segunda Esposa recibió una asignación superior a la que había pedido.

»Fingió tantas veces el suicidio, que los criados empezaron a sospechar que ya no se molestaba en tomar el opio. Su actuación bastaba para hacer verosímil el intento. Pronto dispuso de un aposento mejor en la casa, su jinrikisha particular, una casa para sus ancianos padres y dinero para sufragar bendiciones en los templos.

»Pero una sola cosa le estaba vedada: los hijos, y sabía que Wu Tsing no tardaría en desear un hijo varón que pudiera realizar los ritos ancestrales y, en consecuencia, garantizar su propia eternidad espiritual. Así pues, antes de que Wu Tsing pudiera quejarse de la esterilidad de Segunda Esposa, ésta le dijo: "Ya he encontrado una concubina apropiada para darte hijos. Por su misma naturaleza, podrás ver que es virgen". Y esto era del todo cierto. Como sabes, Tercera Esposa es muy fea y ni siquiera tiene los pies pequeños.

»Naturalmente, Tercera Esposa estaba en deuda con Segunda Esposa por este convenio, y no discutieron quién llevaría la administración de la casa. Aunque Segunda Esposa no tenía necesidad de levantar un solo dedo, supervisaba la compra de provisiones, aprobaba la contratación de criados y, cuando se celebraban los festivales, invitaba a los parientes. Buscó amas de cría para cada una de las tres hijas que Tercera Esposa le dio a Wu Tsing y más adelante, cuando éste volvió a mostrar su impaciencia por tener un hijo y empezó a gastar demasiado dinero en las casas de té de otras ciudades, ¡Segunda Esposa dispuso que tu madre se convirtiera en la tercera concubina y Cuarta Esposa de Wu Tsing!

Yan Chang me contó este relato de una manera tan natural y animada que aplaudí su final tan inteligente. Seguimos pelando castañas, hasta que no pude callar por más tiempo.

– ¿Qué hizo Segunda Esposa para que mi madre se casara con Wu Tsing? -le pregunté tímidamente.

– ¡Una niña pequeña no puede comprender esas cosas! -me reconvino. Bajé los ojos en seguida y permanecí en silencio, hasta que Yan Chang volvió a sentir deseos de oír su propia vez en la quietud de la tarde-. Tu madre -prosiguió, como si hablara consigo misma- es demasiado buena para nuestra familia.

»Hace cinco años, tu padre había muerto el año anterior, ella y yo fuimos a Hangchow para visitar la pagoda de las Seis Armonías, en el extremo del lago Occidental. Tu padre había sido un profesor respetado y devoto de las seis virtudes del budismo veneradas en aquella pagoda. Por ello tu madre se arrodilló y tocó el suelo de la pagoda con la frente, en señal de homenaje, prometiendo observar la correcta armonía de cuerpo, pensamiento y lenguaje, abstenerse de dar opiniones y prescindir de la riqueza. Y cuando subimos a bordo del barco para cruzar de nuevo el lago, nos sentamos frente a un hombre y una mujer: eran Wu Tsing y Segunda Esposa.

»Wu Tsing debió de reparar de inmediato en su belleza. Por entonces el cabello de tu madre le llegaba a la cintura y lo recogía en un alto moño. Su piel era hermosa como pocas, de un color rosado lustroso. ¡Incluso con sus blancas ropas de viuda estaba bella! Pero, precisamente por ser viuda, carecía de valor en muchos aspectos. No podía volver a casarse.

»Pero esto no impidió que a Segunda Esposa se le ocurriera una estratagema. Estaba harta de ver cómo el dinero que debería contribuir al bienestar de su hogar se desperdiciaba en tantas casas de té. ¡El dinero que gastaba su marido bastaría para mantener a otras cinco esposas! Estaba deseosa de colmar el apetito que Wu Tsing intentaba saciar fuera de casa, y pensó en la manera de atraer a tu madre a su cama.

»Habló con tu madre y descubrió que tenía la intención de ir al Monasterio del Retiro de los Espíritus al día siguiente. Segunda Esposa también se presentó allí y, tras una charla amistosa, invitó a tu madre a cenar. Ella estaba tan sola y deseosa de buena conversación que aceptó encantada. Después de la cena, Segunda Esposa le preguntó: "¿Juegas al mah jong? Oh, no importa que lo hagas mal. Ahora sólo somos tres y no es posible jugar a menos que encontremos a una persona amable que quiera sumarse mañana por la noche".

»A la noche siguiente, tras una larga velada de mah jong, Segunda Esposa bostezó e insistió en que mi madre pasara allí la noche. "¡Quédate! ¡Quédate! No seas tan cortés. No, tu cortesía es, en realidad, más inconveniente. ¿Por qué despertar ahora al muchacho del jinrikisha? Mira, mi cama es lo bastante grande para las dos."

»Cuando tu madre dormía profundamente en la cama de Segunda Esposa, ésta se levantó en plena noche y salió de la habitación a oscuras, dejando que Wu Tsing ocupara su lugar. Tu madre se despertó y, al ver que aquel hombre la estaba tocando por debajo de sus prendas interiores, salt6 de la cama, pero él la agarró del pelo y la arrojó al suelo. Entonces le puso el pie en la garganta y le ordenó que se desnudara. Tu madre no gritó ni lloró cuando Wu Tsing se abalanzó sobre ella.

»Por la mañana, a primera hora, se marchó en un jinrikisha, con el cabello revuelto y las lágrimas corriéndole por el rostro. Sólo me contó a mí lo que le había ocurrido, pero Segunda Esposa se quejó a mucha gente de la viuda desvergonzada que había encantado a Wu Tsing, llevándola a su cama. ¿Cómo podía una viuda sin valor acusar de embustera a una mujer rica?

»Así pues, cuando Wu Tsing le pidió a tu madre que fuese su tercera concubina, para darle un hijo varón, ¿qué alternativa tenía ella? Ya estaba en un nivel tan bajo como el de una prostituta, y cuando regresó a la casa de su hermano y, arrodillada, tocó tres veces el suelo con la cabeza para despedirse, su hermano le dio un puntapié y su propia madre la echó de la casa familiar para siempre. Por eso no volviste a ver a tu madre hasta la muerte de tu abuela. Tu madre se fue a vivir a Tientsin para ocultar su vergüenza con la riqueza de Wu Tsing. Y tres años después dio a luz un hijo, que Segunda Esposa reconoció como si fuese de ella.

»Y así es cómo llegué a vivir en la casa de Wu Tsing -concluyó orgullosamente.

Y así es cómo supe que el bebé Syaudi era realmente el hijo de mi madre, mi hermano más pequeño.

La verdad es que Yan Chang hizo mal al contarme la historia de mi madre. A los niños no hay que revelarles secretos, es preciso mantener la olla de la sopa tapada, de modo que un exceso de verdad no les haga hervir demasiado.

Después de que Yan Chang me contara esta historia, lo vi todo con claridad, caí en la cuenta de cosas que hasta entonces no había comprendido, vi cuál era la auténtica naturaleza de Segunda Esposa, vi que a menudo le daba dinero a Quinta Esposa para que viajara a su humilde pueblo, y estimulaba a aquella niña estúpida diciéndole: «¡Enseña a tus amigos y tu familia lo rica que has llegado a ser!». Y, naturalmente, sus visitas siempre recordaban a Wu Tsing la procedencia de clase baja de quinta Esposa y lo necio que había sido por ceder al atractivo de su cuerpo vulgar.

Vi el koutou que le hizo Segunda Esposa a Primera, una respetuosa reverencia mientras le ofrecía más opio, y supe qué era lo que había consumido las fuerzas de Primera Esposa.

Vi como el temor invadía a Tercera Esposa cuando Segunda le contaba historias de viejas concubinas echadas a patadas a la calle. Y supe que Tercera Esposa velaba por la salud y felicidad de Segunda.

También fui testigo del terrible dolor de mi madre cuando Segunda Esposa mecía a Syaudi en su regazo, besaba al hijo de mi madre y le decía:

– Mientras yo sea tu madre, nunca serás pobre ni desdichado. De mayor serás el dueño de esta casa y me sustentarás en la vejez.

Y supe por qué mi madre lloraba tan a menudo en su habitación. La promesa de una casa propia que le hiciera Wu Tsing, por ser la madre de su único hijo varón, desapareció el día que Segunda Esposa quedó postrada tras otro intento de suicidio. Y mi madre supo que no podía hacer nada para lograr que él mantuviera su promesa.

Después de que Yan Chang me contara esta historia, sufrí intensamente. Quería que mi madre gritara a Wu Tsing, a Segunda Esposa, a Yan Chang, y le dijera a ésta que no debía contarme tales cosas. Pero mi madre ni siquiera tenía derecho a hacer eso. No tenía alternativa.

Dos días antes del año nuevo lunar, Yan Chang me despertó cuando aún estaba oscuro fuera.

– ¡Rápido! -gritó, tirando de mí antes de que mi mente se hubiera despejado.

La habitación de mi madre estaba brillantemente iluminada. En cuanto entré, vi lo que ocurría. Corrí a su cama y me subí al taburete. Ella estaba tendida, pero movía sin cesar brazos y piernas, adelante y atrás. Era como un soldado que desfilara hacia ninguna parte, dirigiendo la cabeza a derecha e izquierda. Entonces todo su cuerpo se puso recto y rígido, como si quisiera estirarse para salir de sí misma. Tenía la mandíbula caída y tosía, tratando de sacar la lengua hinchada.

– ¡Despierta! -le susurré, y, al volverme, vi que también estaban allí Wu Tsing, Yan Chang, Segunda, Tercera y Quinta Esposa y el médico.

– Ha tomado demasiado opio -gimió Yan Chang-. El médico dice que no puede hacer nada. Se ha envenenado,

Así pues, no hacían nada y se limitaban a esperar. También yo esperé durante muchas horas.

Los únicos sonidos eran los de la muñequita del reloj que tocaba el violín. Yo quería gritar al reloj para que cesara aquel ruido impertinente, pero no lo hice.