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Escribo un domingo, mañana alta de un día amplio de luz suave en que, sobre los tejados de la ciudad interrumpida, el azul del cielo siempre inédito encierra en el olvido la existencia misteriosa de los astros…

También en mí es domingo…

También mi corazón va a la iglesia que no sabe dónde está, y va vestido con un traje de terciopelo de niño, con la cara colorada de las primeras impresiones sonriendo sin ojos tristes por encima del cuello muy grande.

(Posterior a 1923.)