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El arte nos libra ilusoriamente de la sordidez de ser. Mientras sentimos los males y las injurias de Hamlet, príncipe de Dinamarca, no sentimos los nuestros -viles porque son nuestros y viles porque son viles.

El amor, el sueño, las drogas e intoxicantes, son formas elementales del arte, o, más bien, de producir el mismo efecto que él. Pero amor, sueño y drogas tienen cada uno su desilusión. El amor harta o desilusiona. Del sueño se despierta y cuando se ha dormido no se ha vivido. Las drogas se pagan con la ruina de ese mismo físico para estimular al cual han servido. Pero en el arte no hay desilusión porque la ilusión ha sido admitida desde el principio. No hay que despertar del arte, porque en él no dormimos, aunque soñásemos. En el arte no hay tributo o multa que pagar por haber gozado de él.

El placer que nos ofrece, como en cierto modo no es nuestro, no tenemos que pagarlo o que arrepentimos de él.

Por arte se entiende todo lo que nos deleita sin que sea nuestro -el rastro del paso, la sonrisa ofrecida a otro, el ocaso, el poema, el universo objetivo.

Poseer es perder. Sentir sin poseer es guardar, porque es extraer la esencia de algo.