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Crear dentro de mí un estado con una política, con partidos y revoluciones, y ser yo todo esto, ser yo Dios en el panteísmo real de ese pueblo mío, esencia y acción de sus cuerpos, de sus almas, de la tierra que pisan y de los actos que hacen. Ser todo, ser ellos y no ellos. ¡Ay de mí! Éste es todavía uno de los sueños que no logro realizar. Si lo realizase tal vez me moriría, no sé por qué, pero no se debe poder vivir después de esto, tamaño el sacrilegio cometido contra Dios, tamaña usurpación del poder divino de serlo todo.
¡El placer que me proporcionaría crear un jesuitismo de las sensaciones!
A Hay metáforas que son más reales que la gente que anda por la calle. Hay imágenes en los escondrijos de los libros que viven más nítidamente que muchos hombres y mujeres. Hay frases literarias que tienen una individualidad absolutamente humana. Pasos de parágrafos míos hay que me hielan de pavor, tan nítidamente gente los siento, tan recortados contra las paredes de mi cuarto, en la noche, en la sombra, (…) He escrito frases cuyo sonido, leídas en voz alta o baja -es imposible ocultar su sonido- es absolutamente el de una cosa que ha cobrado exterioridad absoluta y alma enteramente.
¿Por qué expongo yo de vez en cuando procedimientos contradictorios e inconciliables de soñar y de aprender a soñar? Porque, probablemente, tanto me he acostumbrado a sentir lo falso como lo verdadero, lo soñado tan nítidamente como lo visto, que he perdido la distinción humana, falsa creo, entre la verdad y la mentira.
Basta que yo vea nítidamente, con los ojos o con los oídos, o con otro sentido cualquiera, para que sienta que aquello es real. Puede, incluso, ser que yo sienta dos cosas inconjugables al mismo tiempo. No importa.
Hay criaturas que son capaces de sufrir durante largas horas por no serles posible ser una figura de un cuadro o de un naipe de baraja de cartas. Hay almas sobre quien pesa como una maldición el no serles posible ser hoy gente de la edad media. Este sentimiento me sucedió en tiempos. Hoy no me sucede. Me he refinado más allá de eso. Pero me duele, por ejemplo, no poder soñarme dos reyes en reinos diferentes, pertenecientes, por ejemplo, a universos con diferentes especies de espacios y tiempos. No conseguir esto me disgusta verdaderamente. Me sabe a pasar hambre.
Poder soñar lo inconcebible visualizándolo en uno de los grandes triunfos que ni yo, que soy tan grande, consigo sino raras veces. Sí, soñar que soy por ejemplo, simultáneamente, separadamente, inconfusamente, el hombre y la mujer de un paseo que un hombre y una mujer se dan a la orilla de un río. Verme, al mismo tiempo, con igual nitidez, del mismo modo, sin mezcla, siendo las dos cosas con igual integración en ellas, un navío consciente en un mar del Sur y una página impresa de un libro antiguo. ¡Qué absurdo parece esto! Pero todo es absurdo, y el sueño es, sin embargo, lo que menos lo es.