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Son siempre cataclismos del cosmos las grandes angustias de nuestra alma. Cuando nos llegan, en torno a nosotros se extravía el sol y se perturban las estrellas. En toda alma que siente llega el día en que el Destino representa en ella un apocalipsis de angustia -un volcarse de los cielos y de los mundos sobre su desconsuelo.
Sentirse superior y verse tratado por el Destino como inferior a los ínfimos -quién puede vanagloriarse de ser hombre en tal situación.
Si un día pudiese yo adquirir un rasgo tan grande de expresión que concentrase todo el arte en mí, escribiría una apoteosis del sueño. No sé de un placer mayor en toda mi vida que el placer de dormir. El apagamiento integral de la vida y del alma, el alejamiento completo de todo cuanto es seres y gente, el no tener pasado ni futuro (…)