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…como un náufrago ahogándose a la vista de islas maravillosas, en aquellos mismos mares dorados de violeta de los que en lechos remotos había verdaderamente soñado.

Supongo que sea lo que llaman un decadente que haya en mí, como definición exterior de mi espíritu, esos centelleos tristes de una extrañeza postiza que incorporan en palabras inesperadas un alma ansiosa y malabar [276] . Siento que soy así y que soy absurdo. Por eso busco, mediante una imitación de una hipótesis de los clásicos, figurar por lo menos en una matemática expresiva las sensaciones decorativas de mi alma substituida.

A cierta altura de la cogitación escrita, ya no sé dónde tengo el centro de la atención -si en las sensaciones dispersas que procuro describir, como tapicerías desconocidas, si en las palabras con que, queriendo describir la propia descripción, me embreño, me descamino y veo otras cosas. Se forman en mí asociaciones de ideas, de imágenes, de palabras -todo lúcido y difuso-, y tanto estoy diciendo lo que siento como lo que supongo que siento; ni distingo lo que el alma sugiere de lo que las imágenes, que el alma ha dejado caer, me enfloran en el suelo, ni, incluso, si un sonido de palabra bárbara, o un ritmo de frase interpuesta, no me sacan del asunto ya confuso, de la sensación ya en vivero, y me absuelven de pensar y de decir, como grandes viajes para distraer. Y todo esto, que, si lo repito, debería producirme una sensación de futilidad, de fracaso, de sufrimiento, no consigue sino darme alas de oro. Una vez que hablo de imágenes, tal vez porque fuese a condenar el abuso de ellas, me nacen imágenes; una vez que me hiergo de mí para repudiar lo que no siento, lo estoy sintiendo ya y el propio repudio es una sensación con bordados; una vez que, perdida en fin la fe en el esfuerzo, me quiero abandonar al extravío, un término clásico, un adjetivo espacial y sobrio, me hacen de repente, como una luz solar, ver clara delante de mí la página escrita durmientemente, y las letras de mi tinta de la pluma son un mapa absurdo de signos mágicos. Y me dejo como a la pluma, y tercio la capa de reclinarme sin nexo, lejano, lejano, intermedio y súcubo, final como un náufrago ahogándose etc.

[276] El adjetivo «malabar» tiene también, en el portugués hablado, el sentido de «extraño», «extravagante».