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¡Si nuestra vida fuese un eterno estar a la ventana, si así nos quedásemos, como humo parado, siempre, teniendo siempre al mismo instante de crepúsculo doloriendo [249] la curva de los montes! ¡Si nos quedásemos, así, más allá de siempre! ¡Si por lo menos, de este lado de la imposibilidad, pudiésemos así quedarnos, sin que cometiésemos una acción, sin que nuestros labios pálidos [250] pecasen más palabras!

¡Mira cómo va oscureciendo!… El sosiego /evidente/ de todo me llena de rabia, de algo que es el amargor en el sabor de la aspiración. Me duele el alma… Una mancha lenta de humo se eleva y se dispersa allá lejos… Un tedio inquieto me hace no pensar ya en ti…

¡Tan supérfluo todo, nosotros y el mundo y el misterio de ambos!

[249] Conservamos este neologismo del autor.


[250] «lívidos» (lívidos).