Изменить стиль страницы

Esa noche, después de cenar, estoy mirando las estrellas cuando mi padre se sienta en el sofá?

—¿Por qué no me dijiste lo de Raquel y Jesús? —le preguntó con tristeza.

—Tu hermana no quería preocuparte. Ella lo habló con Eric y le pidió que no te lo contara.

—¡Vaya, qué bien! —siseo deseosa de arrancarle la cabeza a Eric por ser tan falso conmigo.

—Escucha, morenita, tu hermana sabía que si te decía algo, vendrías a Madrid. Sólo hice lo que ella me pidió. Pero, tranquila, ella está bien.

—Lo sé, papá, lo he visto con mis propios ojos y me ha dejado sin palabras.

Mi padre asiente.

—Me entristece mucho lo que ha ocurrido, pero si Jesús no valoraba a mi niña como debía hacerlo, mejor que la deje en paz. ¡Menudo sinvergüenza! —cuchichea—. Con suerte, mi niña encontrará un hombre que la valore, la quiera y, sobre todo, haga que vuelva a sonreír.

Con una dulce sonrisa, lo miro. Papá es un romántico empedernido.

—Raquel es un bombón de mujer —prosigue, y yo sonrío—. ¡Ojú, morenita!, sinceramente, no me esperaba que Jesús pudiera hacer lo que ha hecho. Ha jugado con los sentimientos de mi niña y mi nietecilla, y eso no se lo voy a perdonar.

Asiento, y mientras abro la lata de coca-cola que ha dejado delante de mí, pregunta:

—Y tú, ¿me vas a contar qué ha pasado con Eric?

Me siento junto a él y, tras dar un trago, murmuro:

—Somos incompatibles, papá.

Menea la cabeza y cuchichea:

—Ya sabes, tesoro, que los polos opuestos se atraen. Y antes de que digas nada, vosotros no sois Jesús y Raquel. No tenéis nada que ver con ellos. Pero déjame decirte que cuando estuve para tu cumpleaños os vi muy bien. Te vi feliz, y a Eric, totalmente enamorado de ti. ¿Por qué de pronto esto?

Espera una explicación, y hasta que la consiga no va a parar, por lo que, dispuesta a darla, musito:

—Papá, cuando Eric y yo retomamos nuestra relación, nos prometimos que nunca nos ocultaríamos cosas y seríamos sinceros al cien por cien. Pero yo no he cumplido la promesa, aunque por lo que veo él tampoco.

—¿Tú no la has cumplido?

—No, papá...Yo...

Se lo cuento todo: lo del curso de paracaidismo de Marta y Sonia, lo de la moto, mis salidas con Jurgen y sus amigos, enseñar a Flyn a montar en skate y patines, la caída del pequeño y que le sobé el morro a una ex de Eric que nos hacía la vida imposible.

Con los ojos como platos, mi padre me escucha y murmura:

—¿Que tú pegaste a una mujer?

—Sí, papá. Se lo merecía.

—Pero, hija, ¡eso es horrible! Una señorita como tú no hace esas cosas.

Cabeceo. Asiento y aseguro convencida de que lo volvería a hacer.

—Simplemente le di su merecido por perra.

—Morenita, ¿quieres que te lave la boca con jabón?

Me entra la risa al escucharlo y él al final se ríe. No es para menos, y dándome unos toquecitos en la mano, me recuerda:

—Yo no te enseñé a comportarte así.

—Lo sé, papá, pero ¿qué querías que hiciera? Ella me ha provocado, y ya sabes que soy demasiado impulsiva.

Divertido, da un trago a su cerveza y señala:.

—Vale, hija. Entiendo que lo hicieras, pero oye ¡que no se vuelva a repetir! Nunca has sido una camorrista y no quiero que lo seas.

Sus palabras me hacen reír, lo abrazo y susurra en mi oreja:

—¿Conoces el dicho «si tienes un pájaro debes dejarlo volar»? Si vuelve, es tuyo; si no, es que nunca te perteneció. Eric regresará. Ya lo verás, morenita.

No contesto. No tengo fuerzas para responder ni pensar en refranes.

A la mañana siguiente arranco mi moto y me desfogo saltando como un kamikaze por los campos de Jerez. Es mi mejor medicina. Arriesgo, arriesgo y arriesgo y, al final, me caigo. Pedazo de leñazo que me meto. En el suelo pienso en cómo Eric se preocuparía por mi caída y, cuando me levanto, toco mi dolorido trasero y maldigo.

Por la tarde, mientras estoy viendo la televisión, me suena el móvil. Es Fernando. Su padre, el Bicharrón, le ha contado que estoy en Jerez sin Eric y se preocupa por mí. Dos días después, aparece por Jerez. Cuando me ve nos abrazamos y me invita a comer. Hablamos. Le comento que Eric y yo hemos roto, y sonríe. El muy idiota sonríe y me dice:

—Ese alemán no te va a dejar escapar.

Sin querer hablar más del tema le pregunto por su vida y me sorprendo cuando me cuenta que está saliendo con una chica de Valencia. Me alegro por él y más cuando me confiesa que está total y completamente colgado por ella. Eso me encanta. Quiero verlo feliz.

Los días pasan y mi humor tan pronto es alegre como depresivo. Echo en falta a Eric. No se ha puesto en contacto conmigo, y eso es una novedad. Lo quiero. Lo quiero demasiado como para olvidarlo tan pronto. Por las noches, cuando estoy en la cama cierro los ojos y casi lo siento a mi lado mientras en el iPod escucho las canciones que he disfrutado a su lado. Mi nivel de masoquismo sube por días. Me he traído una camiseta suya y la huelo. Su olor me encanta. Necesito olerlo para dormir. Es una mala costumbre, pero no me importa. Es mi mala costumbre.

Cuando llevo una semana en Jerez, llamo a Sonia a Alemania. La mujer se pone muy contenta al recibir mi llamada, y yo me sorprendo cuando sé que Flyn está allí con ella. Eric está de viaje. Estoy tentada de preguntar si es a Londres, pero decido que no. Bastante me martirizo. Durante un buen rato hablo con el crío. Ninguno de los dos mencionamos a su tío, y cuando el teléfono lo vuelve a coger Sonia, murmura:

—¿Estás bien, tesoro?

—Sí. Estoy con mi padre en Jerez y aquí me mima como necesito.

Sonia sonríe y cuchichea:

—Sé que no lo quieres escuchar, pero te lo voy a decir: está insoportable. Ese hijo mío, con ese carácter que se gasta, es intratable.

Sonrío con tristeza. Imagino cómo está. Sonia murmura:

—No dice nada, pero te añora mucho. Lo sé. Soy su madre y, aunque no me lo dice ni se deja mimar, lo sé.

Hablamos durante quince minutos. Antes de colgar le pido que por favor no le digan a Eric que yo he llamado. No quiero que piense que le quiero poner en contra de su familia.

Tras diez días en Jerez con mi padre y sentir su calorcito y su amor, decido regresar a Madrid. Él viaja conmigo. Quiere ver a mi hermana y comprobar que ambas estamos bien. Lo primero que hacemos nada más llegar es ir a ver a mi sobrina. La pequeña al verme me abraza y me come a besos, pero rápidamente pregunta por su tito Eric.

Después de comer, y tras el acoso y derribo de mi sobrina preguntando por su tito, decido hablar con ella a solas. No sé cómo le puede afectar la separación de su madre y ahora la mía. Cuando nos quedamos a solas me pregunta por el chino. Le regaño por no llamar a Flyn por su nombre, aunque, cuando no me ve, me río. Esta niña es tremenda. Cuando le cuento que Eric y yo ya no estamos juntos, protesta y se enfada. Ella quiere a su tito Eric. La mimo e intento hacerle entender que Eric la sigue queriendo, y al final asiente. Pero de pronto me mira a los ojos y me pregunta:

—Tita, ¿por qué mis padres ya no se quieren?

¡Vaya preguntita! ¿Qué le respondo?

Pero mientras le peino su bonito pelo oscuro, contesto:

—Tus papis se van a querer toda la vida. Lo que pasa es que se han dado cuenta de que son más felices viviendo por separado.

—¿Y por qué si se quieren discutían tanto?

Con cariño le doy un beso en la cabeza.

—Luz, las personas aunque discutan se quieren. Yo misma, si estoy mucho tiempo con tu mami, discuto, ¿verdad? —La pequeña asiente, y añado—: Pues nunca dudes de que aunque discuta con ella la quiero muchísimo. Raquel es mi hermana y es una de las personas más importantes de mi vida. Lo que pasa es que los adultos tenemos opiniones diferentes en muchas cosas y discutimos. Y por eso tus papis se han separado.

—¿Por eso ya no estás con el tito Eric? ¿Por opiniones diferentes?

—Se puede decir que sí.