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—¿Deseas que te utilice, te use y te disfrute?

Con los ojos viciados por el momento, miro a Eric. Su mirada lo dice todo. Disfruta. Y con voz sensual, susurro:

—Utilízame, úsame y disfrútame.

De la boca de Eric sale un gemido. Ha enloquecido con lo que he dicho. Coge la cadenita de mis pechos y tira de ella. Yo jadeo, y me besa. Mete su lengua hasta el fondo de mi boca mientras mis pezones cosquillean a cada tirón.

Encantado con lo que ve, el mexicano acaricia la parte interna de mis muslos con sus suaves manos. Eric para sus besos y nos observa. Sus preguntas me han excitado cuando veo que se acerca a mi boca y dice:

—Ábrela.

Hago lo que me pide y mete el consolador color celeste en mi boca.

—Chúpalo —exige.

Durante unos minutos, Dexter disfruta de mis lametazos, hasta que lo saca de mi boca.

—Eric..., ahora quiero que te chupe a ti.

Mi alemán, encantado, dirige su duro pene a mi boca. Lo introduce en mí, y yo lo chupo, lo degusto. Dejo que me folle la boca, hasta que vuelvo a escuchar.

Stop.

Me siento desolada. Mi Iceman retira su maravillosa erección de mi boca. Dexter moja la punta del consolador en abundante lubricante y comenta mientras lo pone en mi mojada hendidura:

—Ahorita por aquí.

Eric se sienta en el otro lado de la cama, abre mi vagina con sus dedos para facilitarle el acceso, y Dexter lentamente lo introduce.

—¿Te agrada esto? —pregunta Dexter.

Jadeo, me muevo y asiento, mientras Eric, mi amor, me mira y sé que me ofrece.

—¡Qué buena onda! —murmura el mexicano.

Durante unos segundos aquel extraño mueve el consolador en mi interior. Lo mete..., lo saca..., lo gira..., tira de la cadenita de mis pezones, y yo jadeo. Cierro los ojos y me dejo llevar por el momento. Mi cuerpo atado se resiente. Se mueve y grito. Excitada por estar atada, abro los ojos y miro a mi amor. Sonríe y se toca su pene. Lo tiene duro. Preparado para jugar.

—Me gusta tu olor a sexo —murmura Dexter, y mete el consolador de tal manera en mi cuerpo que yo vuelvo a gritar y me arqueo—. Así..., vamos, diosa, ¡córrete para mí!

El consolador entra y sale de mí, arrancándome gemidos incontrolados, y cuando mi vagina tiembla y succiona el consolador, Dexter lo saca. Eric se mete entre mis piernas y con su dura erección me empala, y grito de placer.

Dexter se vuelve a sentar en su silla. Tira de la cadena de mis pezones y me muevo como puedo. Estoy atada de pies y manos, y sólo puedo jadear, gemir y recibir las estocadas de mi amor, mientras Dexter quita los clamps de mis doloridos pezones y susurra:

—Diosa, levanta las caderas...Vamos..., recíbelo. Sí..., así.

Hago lo que me pide. Disfruto de las estocadas cuando le oigo susurrar entre dientes.

—Eric, güey. Fuerte..., dale fuerte.

Eric me besa. Devora mi boca y, hundiéndose en mí con fuerza, me hace gritar. Dexter pide. Exige. Nosotros le damos. Disfrutamos de aquel momento y, cuando no podemos más, nos corremos.

Con las respiraciones entrecortadas, Eric me desata las manos, mientras siento que Dexter me desata los pies. Eric me abraza y sonríe. Yo hago lo mismo cuando el tercero murmura:

—Diosa, eres recaliente. Estoy seguro de que me vas a hacer disfrutar mucho. Ven. Levántate.

Hago lo que me pide. Dexter me agarra por el culo, me lo aprieta y acerca su boca a mi chorreante monte de Venus. Lo muerde. Sus ojos miran mi tatuaje y sonríe. Eric se levanta, se pone detrás de mí y con sus dedos me abre para su amigo. Dios, ¡todo es tan caliente!

Dexter desliza su lengua por el interior de mis labios internos y exige que me mueva sobre su boca. Lo hago. Me subo a sus hombros para darle mayor acceso, mientras Eric me sujeta por la espalda. Mis caderas oscilan hacia adelante y hacia atrás, mientras Dexter, con intensidad, me aprieta contra su boca y me presiona las nalgas, enrojeciéndomelas. Le gustan rojas, y yo me dejo.

Durante varios minutos en silencio me hacen suya. No hay música. Sólo se escuchan nuestros cuerpos, nuestros jadeos y el sonido de los gustosos lametazos de Dexter. Eric, enloquecido por lo que ve, toca mis pezones mientras Dexter se deleita con mi clítoris, y yo murmuro, gozosa:

—Sí..., ahí..., ahí.

Morbo...Esto es morbo en estado puro.

Mis jadeos aumentan. Voy a correrme de nuevo, pero entonces Dexter para, y tras dar un beso a mi monte de Venus, me hace bajarme de sus hombros y susurra mientras echa la silla de ruedas hacia atrás.

—Aún no, diosa..., aún no.

Estoy acalorada. Muy acalorada. Eric se sienta en la cama y, tras besarme en el cuello, dice, tomando el mando de la situación:

—Apóyate en mí y ábrete de piernas como cuando te entrego a un hombre.

Mi estómago se contrae. Estoy acalorada, empapada, húmeda y deseosa de correrme. Una vez que me tiene como él quiere, apoya su barbilla en mi hombro derecho, toca uno de mis pezones con el pulgar y pregunta, ante la atenta mirada de Dexter:

—¿Te gusta ser nuestro juguete?

Mi respuesta es clara y contundente, incluso con un hilo de voz.

—Sí.

La risa de Eric en mi oído me excita, y más cuando dice tras besarme el hombro:

—La próxima vez te compartiré con un hombre o quizá sean dos, ¿qué te parece?

Mi mirada se clava en Dexter. Sonríe. Hiperventilo, pero respondo, excitada:

—Me parece bien. Lo deseo.

Eric asiente, y exponiéndome totalmente a su amigo, murmura:

—Cuando estemos con ellos, abriré tus piernas así...

Hace con mis piernas lo que dice, y yo jadeo, mientras Dexter nos mira con lujuria.

—Te ofreceré. Los invitaré a que te saboreen. Ellos tomarán de ti lo que yo les deje y tú obedecerás. —Asiento—. Cuando tus orgasmos me satisfagan, te follaré mientras ellos miran, y una vez termine, ordenaré que ellos te follen. Te follarán, te poseerán, y tú gritarás de placer. ¿Quieres jugar a eso, Jud?

Voy a responder, pero no puedo. Un nudo en mi garganta apenas deja salir mis palabras, y lo oigo repetir:

—¿Quieres o no jugar a eso?

—Sí —consigo responder.

Un zumbido me pone la carne de gallina. Eric en sus manos tiene el vibrador en forma de pintalabios que yo llevo en el bolso. ¿Cuándo lo ha cogido? Después, me enseña la joya anal de cristal rosa y el lubricante, y murmura:

—Ahora vas a ir hasta Dexter —dice, entregándome la joya y el lubricante—. Y le vas a pedir que te introduzca la joya en tu bonito culito y después regresarás de nuevo aquí.

Cojo lo que me da y, excitada, hago lo que me pide. Desnuda y vestida sólo con las botas, camino hacia un colorado Dexter. Le entrego la joya y el lubricante. Alucinado, veo que mira mi monte de Venus. Le excita mi tatuaje.

—Quiero tocarlo. Se ve tan chévere...

Me acerco a él, y con deseo, pasa su mano por mi monte de Venus mientras lo devora con la mirada. Una vez que lo hace, me doy la vuelta, pongo mi culo en pompa ante él y, sin hablar, escucho como él destapa el lubricante para segundos después notar una presión en el agujero de mi ano, hasta que introduce la joya anal.

—Precioso —le oigo murmurar.

Cuando me incorporo, Dexter me sujeta por las caderas y dice, mientras mueve la joya en mi interior:

—Tu tatuaje me hará pedir mil cosas, diosa; no lo olvides.

Regreso junto a Eric. Me sienta sobre él, y Dexter murmura con voz ronca:

—Ofrécemela, Eric.

Mi Iceman pasa sus brazos por debajo de mis piernas y las abre. Mi húmeda vagina queda abierta y palpitante ante la cara de Dexter. El hombre respira con dificultad y no aparta sus ojos. Mi entrega lo vuelve loco.

También yo respiro con dificultad. Estoy muy excitada. Exaltada. Estoy al borde del orgasmo. Jadeo y meneo las caderas en busca de algo, de alguien, y es mi dedo el que al final pasa por mi chorreante sexo. Sin ningún pudor, yo misma lo introduzco en mi vagina mientras Eric me anima a seguir con el juego y sé que Dexter disfruta. Lo veo en su cara. Abierta y expuesta como él quiere, siento que retira mi dedo para introducir uno de los consoladores.