En efecto, nuestro director fue convocado ayer en la mañana por el coronel de la Guardia Civil Juan Amézaga RiofrÍo, jefe de la V Región de Policía (Loreto) y por el inspector superior de Loreto de la policía de investigaciones del Perú (PIP), Federico Chumpitaz Fernández. Dichas autoridades le exigieron que revelara la manera por la cual el diario El Oriente había obtenido la misiva del Hermano Francisco, sujeto perseguido por la justicia como eminencia gris de los varios casos de crucifixiones ocurridos en la Amazonía.

Al responder nuestro director, respetuosa pero firmemente, que las fuentes de información de un periodista constituyen secreto profesional y son por lo mismo tan sagradas e inviolables como las revelaciones habidas en confesión por el sacerdote, los dos jefes policiales se desataron en improperios de una vulgaridad sin precedentes contra el señor Joaquín Andoa, amenazándolo, incluso, con castigos corporales ("Te daremos una pateadura" fueron sus palabras textuales) si no respondía a sus preguntas. Como nuestro Director se negara dignamente a faltar a la ética profesional fue encerrado en un calabozo de la comisaría por espacio de ocho horas, es decir hasta las siete de la tarde, en que se le excarceló por gestión del propio prefecto del departamento. La redacción en pleno de El Oriente, unida como un solo hombre en la defensa de la libertad de prensa, del secreto profesional y la ética informativa, protesta por este abuso cometido contra un destacado intelectual y periodista loretano y comunica que ha enviado telegramas denunciando el hecho a la Federación Nacional de Periodistas del Perú y a la Asociación Nacional de Periodistas del Perú, nuestros máximos organismos gremiales en el país.

Asesinos de la Quebrada Cacique

Cocama no irán tribunal militar

Iquitos, 6 de enero.-Una fuente bien informada y muy próxima a la Comandancia General de la V Región Militar (Amazonía) desmintió esta mañana los tenaces rumores que circulaban en Iquitos en el sentido de que los siete asaltantes de Nauta serían transferidos al fuero castrense para ser juzgados por un tribunal militar, mediante procedimiento sumario.

Según dicha fuente, las Fuerzas Armadas no han reclamado en ningún momento que se les confiara la tarea de enjuiciar y sancionar a los delincuentes, de manera que éstos permanecerán sometidos al fuero regular de la justicia civil.

Al parecer, el origen del desmentido rumor, fue una solicitud elevada a las instancias superiores del Ejército por el capitán de Intendencia Pantaleón Pantoja -cuyas funciones son de sobra conocidas en esta ciudad-para que el fuero jurídico castrense exigiera la instrucción procesal y castigo de los responsables del asalto de Nauta, con el argumento de que el barco Eva y sus tripulantes pertenecían a la Marina Nacional y de que el convoy de polillas formaba parte de un organismo militarizado cual sería el caso del desprestigiado Servicio de Visitadoras que ese oficial dirige.

Las Fuerzas Armadas habrían desestimado como "peregrina"-es el calificativo empleado por nuestro informante-la solicitud del capitán Pantoja, indicando que el transporte Eva y sus tripulantes, al ser víctimas del asalto, no efectuaban servicio militar alguno sino tareas estrictamente civiles, y que el llamado Servicio de Visitadoras no es ni podría ser en ningún caso una institución militarizada, sino una empresa comercial civil, que ha tenido eventuales y meramente toleradas, pero nunca auspiciadas ni oficializadas, relaciones con el Ejército. A este respecto, añadió la misma fuente, se lleva a cabo actualmente, con la discreción necesaria, una investigación que habría ordenado el propio Estado Mayor del Ejército sobre dicho Servicio de Visitadoras, a fin de poner en descubierto su origen, composición, funciones y beneficios, determinar su licitud y, si fuera el caso, las responsabilidades y sanciones pertinentes.

– Ah, ya estás levantado, hijito-pasa la noche sobresaltada, en su sueño una cucaracha es comida por un ratón que es comido por un gato que es comido por un lagarto que es comido por un jaguar que es crucificado y cuyos despojos devoran cucarachas, se levanta al amanecer, pasea por la sala a oscuras retorciéndose las manos, cuando oye seis campanadas toca el dormitorio de Panta la señora Leonor-. Cómo ¿te has puesto el uniforme otra vez?

– Todo Iquitos me ha visto uniformado, mamá -comprueba que la guerrera se ha desteñido y que le

baila el pantalón, se mira en distintas poses en el espejo y se llena de melancolía Pantita-. No tiene sentido continuar con esta mentira del señor Pantoja.

– Eso tendría que decidirlo el Ejército, no tú-equivoca las llaves de la cocina, derrama la leche, recuerda que ha olvidado el pan, no puede impedir que la bandeja tiemble en sus manos la señora Leonor-. Ven, siquiera toma un poco de café. No salgas con el estomago vacío, no seas mula.

– Está bien, pero sólo media taza-va muy calmado al comedor, coloca quepí y guantes sobre la mesa, se sienta, bebe a sorbitos Panta-. Anda, dame un beso. No pongas esa cara, mamacita, me contagias tu angustia.

– Toda la noche he tenido pesadillas terribles-se derrumba en el sofá, se lleva la mano a la boca, tiene la voz griposa y torturada la señora Leonor-. ¿Y ahora qué te va a pasar, Panta? ¿Qué va a ser de nosotros?

– No va a pasar nada-saca unos soles de su billetera, los pone en la bata de la señora Leonor, abre una persiana, ve gente yendo al trabajo, al mendigo ciego de la esquina instalado ya con su platillo y su flauta Panta-. Y, además, si pasa, no me importa.

– ¿Han oído la radio?-rebota de estupor en el asiento del taxi, oye exclamar al chofer y repite no es posible, que desgracia, paga, baja, entra a Pantilandia dando un portazo, aúlla Iris-. ¡Lo agarraron al Hermano Francisco! Estaba escondido por el río Napo, cerca de Mazán. Me da una pena, que le irán a hacer.

– No lamento nada de lo que he hecho-ve salir de su casa al fabricante de lápidas y al marido de Alicia, ve pasar autos, chiquillos con uniformes y libros, una viejita que ofrece loterías, se siente extraño, se abotona la guerrera Panta-. He actuado según mi conciencia y ése también es el deber de un soldado. Haré frente a lo que venga. Ten confianza en mí, mamá.

– Siempre la he tenido, hijito-lo escobilla, lo lustra, lo arregla, abre los brazos, lo besa, lo aprieta, mira a los bigotudos del viejo retrato la señora Leonor-. Una fe ciega en ti. Pero con este asunto ya no sé qué pensar. Te volviste loco, Panta. ¡Vestirse de militar para pronunciar un discurso en el entierro de una pe! ¿Tu padre, tu abuelo hubieran hecho una cosa así?

– Mamá, por favor, no vuelvas sobre lo mismo-ve saludarse a la vendedora de loterías y al ciego, ve a un hombre que camina leyendo un periódico, a un perro que orina caudalosamente, da media vuelta y avanza hacia la puerta Panta-. Creo haberte dicho que estaba terminantemente prohibido tocar nunca más ese tema.

– Está bien, me callo, yo sí sé obedecer a la superioridad-le da la bendición, lo despide en la vereda, regresa a su dormitorio, se echa en la cama sacudida por sollozos la señora Leonor-. Quiera Dios que no te arrepientas, Panta. Rezo para que no ocurra, pero la barbaridad que has hecho nos va a traer desgracias, estoy segura.

– Bueno, en cierto sentido si, al menos a mi-sonríe apenas, pasa entre los familiares agolpados a la puerta de la cárcel esperando la hora de visita, aparta a un niño que vocea tortugas, monitos el teniente Bacacorzo-. He perdido el ascenso que me tocaba este año, de eso no hay duda. Pero, en fin, la cosa está hecha y no se puede dar marcha atrás.

– Yo le ordené llevar la escolta, yo le ordené rendir honores a esa pobre mujer-se inclina para anudarse un zapato, distingue en la puerta del Banco Amazónico la divisa "El dinero de la selva para la selva" el capitán Pantoja-. Toda la responsabilidad es mía y solo mía.